LA PIANISTA
Fue
a fines de primavera.
Los
hijos de los campesinos
iban a la escuela.
Tenían que subsanar
los meses perdidos
durante el tiempo
de las cosechas.
Yo la vi
Tenía la mirada intensa.
Todos
los niños
durante el recreo
se entretenían
hacendosos en el entretenimiento.
La vi yo
Estaba acurrucada
en uno de los huecos.
Dos
monjitas,
hijas de Santa Clara,
dirigían el juego.
Yo la vi
Estaba extasiada.
Los
niños se reían
corrían, se tropezaban
caían y se levantaban.
En una algarabía
su voces de jilguero
se estrellaban como cascadas.
Yo la vi
Tenía transfija la mirada.
Alrededor
de las hijas
de la Madre Santa Clara
los niños se sentaban
formando una rueda.
Se parecían a la pianista.
Tenían la cara prieta.
Yo la vi
Tenía la mirada yerta.
Las
monjitas de caras pálidas
a los hijos de los campesinos
le contaban fábulas extrañas.
Yo la vi
Exhalaba su alma
una nota quebrantada.
Los
niños
oían historietas
en una lengua foránea.
La vi yo
Se levantó de un hueco
que había
en la sala de juego.
Los
niños
que no entendían nada
bostezaban.
A hurtadillas
se fue acercando
hacia otro hueco
que albergaba
un mudo piano.
Los
niños
cabeceaban.
Se sentó en el taburete.
Abrió las manos heladas
lentamente.
Yo la vi
Manos
fuertes y delicadas.
Eran hijas de campesinos
de espaldas enarcadas.
Las
monjas de toca blanca
dejaron de narrar
sus fábulas
en lengua extraña.
La vi yo
El índice
de la mano derecha
delgado y terso
se posó
delicadamente
sobre la tecla do.
Un sonido
brotó
del intestino metálico
del empolvado piano.
Las
tocas pálidas
giraron.
La niña
de los ojos extraviados
posó la mano izquierda
sobre el blanquinegro teclado.
La oí yo
Un acorde
destemplado
saltó
como un gato espeluznado.
Los
niños
en el duro suelo
ya se habían desplomado.
Estirados
los diez dedos estriados
cayeron al unísono y con fuerza
sobre el blanco y negro teclado.
Yo lo oí.
La vi yo
Las
cuerdas del piano
como duras tripas de gato
vibraron y arrojaron
maullidos encorajinados
hiriendo tímpanos insensatos.
Los
ojos de los niños
despavoridos
se alzaron.
Las
pálidas tocas
se estremecieron.
Su alma
pura
se estremecía de alegría.
Su cuerpo
como una caja de resonancia
se agitaba todo entero.
Yo la vi
Los
niños se levantaron
y formaron una tierna rueda
alrededor de la muchacha
que les había extraído
un lenguaje divino del alma.
Yo lo vi todo
Por
mis mejillas
rodaron
dos lágrimas saladas.
A la
niña
de los ojos negros
le brotaron,
como un habla,
dos profundos suspiros
de su trasparente alma.
Yo lo vi todo
con mi enturbiada mirada
Aquella
primavera
dos tocas pálidas
vibraron mudas
en la juvenil sala.
Y dos
ojos negros
reflejaron
diez dedos prietos
henchidos de una inquieta alma.