Felipe IV, Madrid, Museo del Prado. El paso del tiempo.
Nada queda en estos sus últimos retratos de la seguridad en sí
mismo y del orgullo del joven monarca que posara para Velázquez
en 1623. Ahora, en un formato mucho menor, que apenas deja ver algo más
que su rostro estragado por el tiempo, Felipe IV aparece abismado en sus
más profundos pensamientos. Después de estos retratos, Felipe
IV ya nunca más volvió a posar para nadie.
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