Vista del jardín de Villa Médici en
Roma, Madrid, Museo del Prado. Velázquez debió pintar esta
obra durante su segunda estancia en Roma. ¿Por qué viajar
a Italia? Los artistas europeos de la Edad Moderna consideraban imprescindible
visitar Italia para culminar su formación. En España no
era lo habitual, pero la influencia de Rubens en la Corte de Madrid no
sólo orientó el gusto de Felipe IV hacia la pintura italiana,
que ya tenía en su colección importantes joyas del Cinquecento,
sino que haría ver al Rey y a Velázquez la necesidad de
que éste último conociera de primera mano las novedades
estilísticas de la península vecina y así perfeccionara
su arte. Con este propósito, el pintor sevillano partió
en 1629, viajando, además, en calidad de pintor del rey de España.
En 1649, Velázquez tuvo la fortuna de realizar un segundo viaje
con la misión de hacer vaciados de esculturas clásicas,
adquirir pinturas e incluso, negociar la venida a Madrid de pintores italianos.
Al tratarse de estancias prolongadas, recorrió diversos lugares
como Génova, Parma, Venecia, Milán, Florencia, Nápoles
y, por supuesto, Roma, ciudad donde pintó algunas obras extraordinarias:
La Fragua de Vulcano, La túnica de José, los
paisajes de la Villa Médicis o el retrato de Inocencio
X.
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