(Cuando la rueda pare,
se armará la del Diablo.)
Dios terminó
de hacer el mundo.
Satisfecho canturreó:
Que ande la rueda
que la quiero ver andar
Era el séptimo día
y descansó.
Absorto en su propia inmensidad
pasaron años incontables
por cientos y por millares.
Hasta que Dios rasgó las nubes
y le echó una ojeada:
Donde puso dulzura, había fieras;
donde amor, sodomía;
los peces del mar
y las bestias terrestres, se comían;
nadie encontraría virtudes
sino crímenes y robos,
soberbias, violaciones,
rabias y odios entre hermanos.
Entristecido, dijo Dios:
Ganas me dan
de coger esa maldita rueda
y pararla.
Arrojó mucha niebla
encima del mundo y se acostó,
absorto en su propia inmensidad
Veinte mil jubilosos diablillos
se pusieron a canturrear:
Que pare la rueda,
que la quiero ver parar...
(Cuando la rueda pare
se armará la del demonio.)
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