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Nº 2. Abril 2004/Revista
Electrónica Cuatrimestral.
Los cuadros secretos del Prado
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La Venus del espejo por Diego Velázquez,
Londres, National Gallery.
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Carlos III los quiso quemar
Carlos III decidió seleccionar las pinturas más lascivas
de su colección para hacerlas quemar. Quería desterrar
así cualquier objeto pernicioso para la moral pública
Carlos III los quiso quemar. La historia de este cambio radical
del estatus de Dánae y sus compañeras en el contexto
de las Colecciones Reales se escribe a base de tres grandes episodios
que se sucedieron en la segunda mitad del siglo XVIII y las cuatro
primeras décadas del XIX. El acontecimiento inicial fue la
decisión de Carlos III en 1762 de seleccionar las pinturas
más lascivas de su colección para hacerlas quemar.
Semejante iniciativa del que se considera rey "ilustrado"
por excelencia puede sorprender actualmente. Pero en el fondo cuadra
muy bien con otros datos sobre su perfil psicológico y su
moral sexual, y también con su sentido de la responsabilidad
personal, que le movía a "dar ejemplo" y a desterrar
cualquier objeto o acción que consideraba perniciosa para
la moral pública.
Por otro lado, hay que decir que, aunque durante su reinado florecieron
los grandes artistas, no fue un monarca con un gusto demasiado arraigado
por la pintura... También hay que tener en cuenta que el
papel del funesto oráculo que predijo a Acrisio su desgracia,
fue probablemente desempeñado ante el rey español
por el padre Eleta, también llamado "fray Alpargatilla",
quien le predispondría contra esas mujeres desnudas que sólo
sirven para excitar a la concupiscencia. Se trataba de su confesor
y su guía espiritual más influyente, y su estrechez
de miras era universalmente conocida.
El encargado de seleccionar los cuadros fue Mengs, una de las figuras
claves del arte de su época. Afortunadamente logró
convencer al marqués de Esquilache para que disuadiese al
rey de sus propósitos purificadores. Para ello argumentó
que se trataba de cuadros con grandes posibilidades para el aprendizaje
del colorido, con lo que apeló a una de las razones que podían
mover más eficazmente a un monarca ilustrado: la utilidad
pedagógica. Pero aunque no perecieron en la hoguera, estas
pinturas fueron confinadas en la llamada "Casa de Rebeque",
situada en el extremo del palacio, donde tenía su estudio
el pintor de Cámara.
Pero su confinamiento no había arrancado estos cuadros de
la memoria de los aficionados al arte, y en 1792 Bernardo de Iriarte
y el marqués de Santa Cruz consiguieron el depósito
de 24 pinturas de desnudo en la Academia de San Fernando con objeto
de facilitar el estudio del colorido, que era una parte de la pintura
tradicionalmente asociada a este tema pictórico. Aunque desde
época muy temprana se formó la leyenda de que la intención
previa de Carlos IV era imitar a su padre y hacerlas quemar, la
documentación niega esta versión y prueba la iniciativa
académica. De hecho, sólo se permitió el trasvase
de los cuadros que se consideraban poco indecentes. Todo ello, sin
embargo, demuestra hasta qué punto el desnudo es un tema
conflictivo que propicia la creación de leyendas con objeto
de adecuar la realidad a esquemas arquetípicos de comportamientos,
como es, en este caso, la reacción destructora ante la figuración
erótica.
Aunque la Academia intentó
dar cierta proyección semipública a esta colección
de desnudos, sus propósitos fueron abortados por el rey,
que insistió en que se mantuviesen encerrados en una sala
reservada cuyo acceso era sumamente restringido. Y la reclusión
se mostró tan eficaz como para que cuatro años después
decidiera enviar las pinturas más lascivas de sus colecciones,
que eran básicamente las mismas que había seleccionado
Mengs treinta años antes.
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La educación de Cupido (aprox. 1528).
Mercurio instruye a Cupido delante de Vevus por Correggio.
Londres, National Gallery.
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Esta pintura está titulada "Educación del
Amor" Es una obra de Louis-Michel van Loo. Junto al pequeño
dios del amor, se hallan Mercurio (Hermes) y Venus (Afrodita),
que le sirven de maestros.
Las religiones clásicas concebían al Amor (Eros)
como símbolo de la pasión física capaz
de crear, facultad que se quiso sublimar con la hermosa leyenda
de sus relaciones amorosas con Psiquis (Alma).
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Pedro Pablo Rubens "Susana y los viejos"
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