Ensayos:
Shakespeare: sexo amor y muerte
Shakespeare analizado por Harold Bloom.
Por Milo J. Krmpotic
Macbeth
y el poder
Escrita como obra intermedia
en el intenso período creativo que a la largo de solo catorce
meses también dio lugar a El Rey Lear y Antonio
y Cleopatra, Macbeth es la tragedia de la imaginación;
esto es, el drama de una ambición que acaba cumpliéndose
demasiado bien. Macbeth, uno de los mejores generales del rey Duncan,
regresa de una batalla junto a Banquo cuando tres brujas se cruzan
en su camino y lanzan la siguiente profecía: el primero será
rey, pero Banquo será padre de los reyes por venir. Al enterarse,
lady Macbeth decide que su marido debe tomar las riendas del destino
y, aprovechando la visita de Duncan a su castillo, lo impulsa a
asesinarlo (ella es incapaz porque el rey dormido le recuerda a
su propio padre, pero la acción de Macbeth, como hemos visto
anteriormente, flirtea con el parricidio). Esto da pie a una orgía
de sangre, a unos tiempos convulsos para la de por sí oscura
y primigenia Escocia en que se ambienta el drama y, por último,
al fin del matrimonio Macbeth, curiosamente "la pareja casada
más feliz de toda la obra de Shakespeare". Se trata
de una obra fugaz, con la muerte, el tiempo y la naturaleza como
temas principales. Su economía narrativa y gran ritmo contribuyen
a que el espectador se sienta devorado, como Macbeth mismo, por
la muerte. "Dios está exiliado de Macbeth y El
Rey Lear. Exiliado, no negado o muerto. Tal y como sucedía
con Otelo, la masculinidad de Macbeth queda en entredicho: lady
Macbeth es una madre frustrada que además llora la pérdida
del hijo que tuvo en un matrimonio anterior. ¿Es Macbeth
impotente? ¿Se dedica acaso a asesinar a los hijos ajenos
por no haber tenido descendencia él mismo? La suya es la
huida hacia delante (Freud díxít) de una mente
dividida que anticipa las dobleces del doctor Jekyll y Mr. Hyde.
Como dramaturgo, concluye Bloom, Shakespeare es nietzscheano, vitalista,
nihilista... Su muerte, a los 52 años, ya tras una borrachera
junto al también dramaturgo Ben Jonson, ya a causa de una
enfermedad venérea, puso punto final a una obra que en lo
cognitivo, en lo lingüístico y en lo imaginativo ha
alimentado sin descanso, si no prácticamente monopolizado,
el canon occidental. La vida misma, si a eso vamos.
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Macbeth escucha la profecía de las brujas que le prometen
grandezas, a la vez que invocan el triunfo del mal: todas las
predicciones se cumplirían al pie de la letra, pero en
sentido contrario al imaginado por el asesino. Cartel de E.
Dulac para una representación de Macbeth de 1911. |
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