Nº 2. Abril 2004/Revista
Electrónica Cuatrimestral.
Mariana Pineda. 1925
Romance popular en tres estampas
III-IV
Escena IV
Mariana: (En voz baja.)
Y me quedo sola mientras
que, bajo la acacia en flor
del jardín, mi muerte acecha.
(En voz baja y dirigiéndose al huerto.)
Pero mi vida está aquí.
Mi sangre se agita y tiembla,
como un árbol de coral
con la marejada tierna.
Y aunque tu caballo pone
cuatro lunas en las piedras
y fuego en la verde brisa
débil de la primavera,
¡corre más! ¡Ven a buscarme!
Mira que siento muy cerca
dedos de hueso y de musgo
acariciar mi cabeza.
(Se dirige al jardín como si hablara con alguien.)
No puedes entrar. ¡No puedes!
¡Ay Pedro! Por ti no entra;
pero sentada en la fuente
toca una blanda vihuela.
(Se sienta en un banco y apoya la cabeza sobre sus manos. En
el jardín se oye una guitarra.)
Voz:
A la vera del agua,
sin que nadie la viera,
se murió mi esperanza.
Mariana: (Repitiendo exquisitamente la canción.)
A la vera del agua,
sin que nadie la viera,
se murió mi esperanza.
(Por el foro aparecen dos monjas, seguidas de Pedrosa. Mariana
no los ve.)
Mariana:
Esta copla está diciendo
lo que saber no quisiera.
Corazón sin esperanza,
¡que se lo trague la tierra!
Carmen:
Aquí está, señor Pedrosa,
Mariana: (Asustada, levantándose y como saliendo de un
sueño.) ¿Quién es?
Pedrosa:
¡Señora!
(Mariana queda sorprendida y deja escapar una exclamación. Las
monjas inician el mutis.)
Mariana: (A las monjas.)
¿Nos dejan?
Carmen:
Tenemos que trabajar...
(Se van. Hay en estos momentos una gran inquietud en escena.
Pedrosa, frío y correcto, mira intensamente a Mariana, y ésta, melancólica,
pero valiente, recoge sus miradas.)
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