Nº 2. Abril 2004/Revista
Electrónica Cuatrimestral.
Mariana Pineda. 1925
Romance popular en tres estampas
III-III
Escena III
Mariana se dirige al fondo rápidamente, con todo género de precauciones,
y allí aparece Alegrito, jardinero del convento. Ríe constantemente,
con una sonrisa suave y sana. Viste traje de cazador de la época.
Mariana:
¡Alegrito! ¿Qué?
Alegrito:
¡Paciencia
para lo que vais a oír!
Mariana:
¡Habla pronto, no nos vean!
¿Fuiste a casa de don Luis?
Alegrito:
Y me han dicho que les era
imposible pretender
salvarla. Que ni lo intentan,
porque todos morirían;
pero que harán lo que puedan.
Mariana: (Valiente.)
¡Lo harán todo! ¡Estoy segura!
Son gentes de la nobleza,
y yo soy noble, Alegrito,
¿No ves cómo estoy serena?
Alegrito:
Hay un miedo que da miedo.
Las calles están desiertas.
Solo el viento viene y va;
pero la gente se encierra.
No encontré más que una niña
llorando sobre la puerta
de la antigua Alcaicería.
Mariana:
¿Crees que van a dejar que muera
la que tiene menos culpa?
Alegrito:
Yo no sé lo que ellos piensan.
Mariana:
¿Y de lo demás?
Alegrito: (Turbado.)
¡Señora!...
Mariana:
Sigue hablando.
Alegrito:
No quisiera.
(Mariana hace un gesto de impaciencia.)
El caballero don Pedro
de Sotomayor se aleja
de España, según me han dicho.
Dicen que marcha a Inglaterra.
Don Luis lo sabe de cierto.
Mariana: (Sonríe incrédula y dramática, porque en el fondo
sabe que es verdad.)
Quien te lo dijo desea
aumentar mi sufrimiento.
¡Alegrito, no lo creas!
¿Verdad que tú no lo crees?
(Angustiada.)
Alegrito: (Turbado.)
Señora, lo que usted quiera.
Mariana:
Don Pedro vendrá a caballo
como loco cuando sepa
que yo estoy encarcelada
por bordarle su bandera.
Y, si me matan, vendrá
para morir a mi vera,
que me lo dijo una noche
besándome la cabeza.
Él vendrá como un San Jorge
de diamantes y agua negra,
al aire la deslumbrante
flor de su capa bermeja.
Y porque es noble y modesto,
para que nadie lo vea,
vendrá por la madrugada,
por la madrugada fresca,
cuando sobre el cielo oscuro
brilla el limonar apenas
y el alba finge en las olas
fragatas de sombra y seda.
¿Tú qué sabes? ¡Qué alegría!
No tengo miedo, ¿te enteras?
Alegrito:
¡Señora!
Mariana:
¿Quién te lo ha dicho?
Alegrito:
Don Luis.
Mariana:
¿Sabe la sentencia?
Alegrito:
Dijo que no la creía.
Mariana: (Angustiada.)
Pues es muy verdad.
Alegrito:
Me apena
darle tan malas noticias.
Mariana:
¡Volverás!
Alegrito:
Lo que usted quiera.
Mariana:
Volverás para decirles
que yo estoy muy satisfecha
porque sé que vendrán todos,
¡y son muchos!, cuando deban.
¡Dios te lo pague!
Alegrito:
Hasta luego.
(Salen.)
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