LA TERCERA COMUNION
Era por aquellos tiempos
cuando todo era sencillo.
Los viejos
se guiaban por el cosmos
y los niños
asistíamos al catecismo.
Fue un domingo por la
mañana.
Todos se preparaban para la misa.
Olvidada
sobre la mesa
había una fuente
de galletas.
Incauto,
me eché una a la boca.
Al salir por la puerta
mi santo padre nos encareció
que nos fuéramos preparando
para la sagrada comunión.
¿A cuál
de los dos padres
tendría
que desobedecer
ahora yo?
Si comulgo,
enojaré al del cielo.
Si no comulgo,
al que la vida me dio.
Comulgué.
Era la tercera vez.
Durante toda la semana
entre agonías
y remordimientos
me condené.
¡Maldita galleta!
me dije entonces.
Pero hoy,
más viejo y más sabio
me pregunto sarcástico
¿serán las leyes cultas del hombre
las que en su edad temprana
matan a la inocente alma?