LA AMNISTIA
Juan
Sánchez había trabajado
desde que llegó a los Estados.
De botones y jardinero primero.
Después de recolector de basura,
de cocinero
y también de lavaplatos.
Tenía
talento el Juan.
Pero el frecuente cambio
de jalecitos no era debido
a no estar especializado,
sino a que "estaba de ilegal".
Y La Migra se había empeñado
en traerlo de jacal en jacal.
Le había
acompañado su esposa
desde que cruzó el río.
Fue buen proveedor
tanto de su mujer
como de sus cinco hijos.
Pasó
el examen
de ciudadanía.
Pero dos preguntas
le conmovieron
en demasía.
Si los
Estados Unidos
declararan la guerra a México,
aunque él no lo quisiera,
tendría que tomar armas
contra su amado pueblo.
Si se
hubiera dormido
a una americana
en los últimos cinco años
renunciar él tendría,
aunque pagara daños,
al privilegio de la Amnistía.
Juan
se justificó primero pensando
que ningún hombre bien nacido
podría levantar la mano
contra la que lo había parido.
...
y que si al nacido en este país
no se le prohíbe dormir con una mexicana
¿por qué a él no se le puede
permitir
hacer the same thing con una americana?
En México,
él se imaginaba,
no hacen estas preguntas
a ningún americano.
Y, si se las hicieran,
que ellos mintieran
sería lo más esperado.
Juan
Sánchez
ya había echado raíces
en este caluroso llano.
¿Por qué, se preguntaba,
tengo yo que contestar
a pensamientos tan insanos?
Pues
nuestra historia nos narra
que a Steve Austin y a su majada
México les concedió Amnistía.
Cuéntase que allá,
por el Estado de Texas,
hace ya siglo y medio,
ellos nos hicieron una fea jugada.
De Steve
cambió a Esteban,
de puritano se convirtió
a católico romano
de English Only a Spanish Only pasó
y de negrero se volvió puro patrón.
Pero todo esto no lo cumplió.
Porque, luego luego
se robó todo el estado,
se hizo de nuevo americano,
se convirtió otra vez a puritano,
e hizo del mexicano esclavo,
habiéndolo todo cambiado.