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Epistolario de Gabriel y Galán La obra de Gabriel y GalánCuando el artista se compenetra con el asunto, le caldea y vivifica en sus entrañas, comunicándole algo de su esencia, sale la obra llena de vida y realidad, como generoso fruto de legítimos amores. Tal espontaneidad tienen los versos del maestro, que la divulgación de «El Ama» no tiene ejemplo en la historia poética. En cambio, como él confiesa en sus cartas, le era extraño el artificio teatral, y tuvo que desistir de la obra comenzada. Como Mistral en la Provenza, cantó costumbres patriarcales bebiendo en ricos y naturales veneros el caudal de su inspiración; por eso cuando en el certamen de Buenos Aires se presentó su canto al trabajo, en lucha con 400 poesías, obtuvo el premio entregado por un noble español, presidente de aquel certamen[72]. Al revés que algunos poetas salmantinos, como Meléndez, que, disfrazados de pastores, fingen una poesía bucólica, escrita en la ciudad por quien no vivió más que entre pleitos y libros, él nació, vivió entre labradores, en el campo aguantó las inclemencias y no fue sólo el enamorado que se deleita con el paisaje, sino que con él tuvo que convivir e interpretarle como buen compañero. Poco antes de su muerte, cuando recibía los homenajes de allende los mares, fue cuando verdaderamente comenzó a difundirse en el pueblo[73] su poesía, obra social como pocas, por predicar amor al trabajo y resignación ante las tribulaciones; es más humana que la de Tolstoi, aquel pensador, también amigo y compañero, de los humildes. Mi querido amigo[74]: Gracias sinceras por todo; por su felicitación, por sus excelentes deseos y por su cariñosísimo y hermoso artículo del «Adelanto». El triunfo en sí mismo, me ha complacido mucho, que fuera mentir negarlo; pero no miento si digo que ha habido cosas que me han complacido, todavía más que el triunfo literario; el cariñoso antes que encomiástico artículo de usted o la alegría de los de mi casa; el sincerísimo regocijo de tantos queridos paisanos, la unanimidad en la concesión del premio por los señores del Jurado, ninguno de los cuales me conocía personalmente, lo contentísimo que todos ellos se me mostraron y las inmerecidas atenciones y deferencias de que me han hecho objeto estos días en Salamanca dichos señores; la misma facilidad con que pudieron cumplir su delicada misión, según han dicho ellos mismos en público, cosa que a ellos y a mí creo que nos habrá evitado esa serie de... cosas tristes que suelen venir detrás de este género de asuntos... todo esto me ha alegrado más que nada. Si el teatro que tan lleno estaba de espectadores, no hubiera estado tan horriblemente vacío para mí, créame usted, hubiese saboreado con verdadero deleite mi triunfo ¡pobre porque llegó ya muy tarde; cuando no podía verlo quien más lo hubiera gozado!...[75] Pues sí, amigo mío: ha gustado mucho en nuestra tierra la poesía. Se conoce que acerté; lo digo como lo siento, porque de todas partes estoy recibiendo todavía afectuosas enhorabuenas, después del infinito número que recibí en Salamanca, y muchas de personas verdaderamente peritas en la materia. Es claro que ser yo de aquella tierra, el contar en aquellos versos afectos y sentimientos que allí encuentran fácil eco el sabor de la tierra que al leerlos se percibe y otras causas semejantes, habrán suplido la falta de otras buenas cualidades literarias. Pero aun con eso yo me he atrevido a sospechar que debe quedarles algo que es capaz de agradar a los que no han nacido en nuestra tierra, pues tengo pruebas inequívocas de ello. Me hubiera alegrado muchísimo verle a usted por allá en aquellos días, porque hemos charlado mucho de estas cosas y de otras que agradan a usted seguramente. Unos cuantos amigos me hicieron prometer que hiciera un tomito de versos. Hoy me escribe Zeda, volviendo sobre lo mismo y a la vez me envía números de «La Época» con la composición premiada y un artículo suyo donde dice, nada menos que una cosa como esta: «Dudo que después del Idilio de Núñez de Arce, se haya escrito en castellano una composición tan sentida, tan sincera y tan poéticamente campesina...» Esto es muy fuerte... creo que Villegas dice lo que siente, porque de antiguo tengo pensado de él que es un escritor honrado y además, porque no hay más vínculo entre los dos que una amistad de ocho días; pero para creer, he necesitado pensar en todo eso... De usted no quiero decir nada, o quizá no sepa decirlo como quisiera y debiera. Me quiero limitar a agradecer... Y nada más, amigo mío, que hoy tengo que escribir muchas cartas, aunque no han de ser, ni mucho menos, tan extensas como esta que he querido dedicarle. Ya sabe usted que es afectísimo amigo suyo JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN. 23 Enero 1901. A los Sres. D. Martín Dedeu y D. Ramón Esteve, presidente y secretario del «Centre Català». Muy distinguidos señores míos: Una desgracia de familia me ha impedido contestar antes de ahora la afectuosísima carta en que se han dignado ustedes enviarme sus felicitaciones con la buena compañía de los señores socios de ese «Centre», por el honor otorgado en los Juegos Florales de esa ciudad a mi modesta composición, intitulada «Canto al Trabajo». Bondades de un respetable Jurado, que no por ser muy benévolo con mi pobre poesía, deja de ser digno y culto, han querido concederme esa honra abrumadora, de cuyo peso me aligero haciendo caer una buena parte de él sobre el «Centre Català», noble padre de la idea nobilísima de dedicar al trabajo una canción española en su decir. Nadie, al proponer ese tema, podría justificarlo con mayor autoridad que los hijos de Cataluña, primogénitos hijos del trabajo en esta Patria querida que les debe tanto honor y tanto pan. Yo les debo también un pedazo de ambas cosas, porque con una culta fiesta en mi obsequio celebrada me han honrado, y con oro del que fluye gota a gota del manantial del trabajo, han premiado generosos una sencilla canción que me quiso inspirar precisamente la musa de mis amores con el Trabajo, que son grandes como los horizontes de éste y serán tan duraderos como mi vida en la tierra. Este humilde compatriota, que los ama y los admira, les envía en estas líneas todo un sencillo homenaje, en cuya hondura palpita el cariño patriota junto a la honda gratitud y la admiración del poeta. Yo deseo que en el «Centre Català» suene este débil eco de su voz agradecida que lleva un trozo de alma de quien la tiene muy grande para amar y agradecer. Ruego a ustedes que con sus palabras elocuentes suplan ante los muy dignos socios del «Centre Català» lo que dejo decirles de mi gratitud sincera, por pobreza de expresión. Y con un entusiasta saludo para todos y muy señaladamente para ustedes, se les ofrece sin condiciones su amigo afectísimo seguro servidor y compatriota, q. l. b. l. m., JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN. 7 de Mayo de 1903. Querido Mariano: Llegó tu última del 30 de Abril. ¿Que no te contesté la anterior? No lo creas así porque no es verdad. Qué te dije, no lo recuerdo ahora, pero sé que no tengo deudas epistolares contigo. El mes pasado he estado lleno de ocupaciones, y por si ellas eran pocas, me cayeron encima dos pequeñas desgracias: un catarro de los ojos y el nombramiento de hijo adoptivo de este pueblo. La fiesta con que esto último se celebró terminó con un banquete, y como me habían rogado de antemano que predicase, preparé un sermón (que el Ayuntamiento imprimió en folleto para regalar a los de acá) y tuve que recitar desde uno de los balcones del Ayuntamiento, pues estos pueblos próximos se nos vinieron a oír y había que llenar la plaza con la voz. Y de charlar cerca de dos horas a toda voz y de beber agua fría en los descansos que me tomé, me puse ronco y tuve que andar luego con parchecitos de tapsia a la garganta hasta recobrar nuevamente la voz perdida. Ando atareadísimo. De ahí, de Madrid, me apuran hoy mismo precisamente con la zarzuela, y también traigo entre manos un libro, que llevo a medias escasamente. ¿Por qué me preguntas que qué tengo con «Kasabal»? Pues no tengo nada; ni siquiera sé de él otra cosa sino que es un revistero de salones. Por ignorar, hasta su nombre ignoro. Lo que me han dicho de él recientemente, y luego he visto reproducido en periódicos de por aquí, es que al hacer la reseña de la fiesta con que obsequió doña Emilia a Brunetière, hablaba de que una señorita -la de Longoria- recitó muy bien una poesía de Zorrilla, otra de Víctor Hugo y otra mía; ¡que ya es un salto mortal en la elección de autores favoritos! Lo que no he podido saber es qué poesía eligió. Del «Heraldo de Madrid» copiaban la noticia, y si tú la viste en él podías habérmela mandado en el periódico; no por nada, ¿eh?, sino por «el acuerdo» tuyo, que otros amigos han tenido. ¡Amigo de C.! ¡Ahí es nada! Yo no tengo amigos de ese calibre financiero. Esos ricos tan bárbaramente ricos, tengo para mí que nos desprecian; bárbaramente, también muy bárbaramente, despreciarlos a ellos, porque son unos bárbaros que saben lo que no saben los sabios: ganar dinero a quintales. Mis amigos bien puedes tú figurarte quiénes son: unos «méndigos», algunos de ellos muy listos, es verdad, pero gentes que no tienen prebendas que repartir, pues el que más y él que menos vive de alguna que pudo ganar a pulso. Sin embargo, nunca dejes de decirme quién podrá favorecerte, pues quizá alguna vez pudiéramos hacer algo. Tú cuéntamelo todo, y cuando veas que yo me callo, mala señal, amiguito. Bien quisiera, bien quisiera; pero cuando yo no lo hago... Y hoy nada más, sino que no pases mucho tiempo sin escribir. ¡Ah!, y que cuando leas alguna cosa que lo merezca, me mandes algún papel. Te abraza tu buen amigo, JOSÉ MARÍA. Guijo de Granadillo, 6 Octubre de 1903. Querido Mariano: Llegó tu última. Sentí que no pudieras ir a Béjar. Pepe me acompañó hasta que salí para este pueblo. También fueron Luis y Maturino que, estando hospedados en la misma fonda, se fueron a Castilla sin despedirse de mí: tal me traían los bejaranos de ocupado y de mimado. Lo propio les sucedió a Abdón y a otros de por allá, que no encontraron cinco minutos a propósito para decirme adiós. Los extremeños que acudieron a los juegos me dieron un banquete, sólo de extremeños. Los bejaranos otro para el mantenedor y para mí. El mantenedor (hermano del Obispo de Santander y catedrático de la Universidad de Sevilla)[76] es un neo, y yo otro, según creo. Béjar tiene fama de lo contrario; los obreros están en huelga, etc., y el mantenedor les arreó un discurso que fue un sermón de la virgen; y yo les solté unos versos[77] (antes del discurso del mantenedor), escritos de tal manera, que tenía que santiguarme al leer los tres o cuatro primeros. Pues nada: en vez de una bomba de dinamita o de una tremenda silba, por lo menos, lo que oí fue una ovación que me tuvo largo rato con las cuartillas en la mano sin leer. Allá van recortes con lo de Béjar y lo de Murcia. No tengo más tiempo. No olvides a tu amigo JOSÉ MARÍA. Mi querido amigo: Me dices en tu última como en todas las tuyas, muchas cosas buenas que yo no merezco. No hay que decir que me refiero a cosas de literatura. A mí me complace muchísimo (no puedes figurarte cuánto) que mis escritos te produzcan buenas y hasta fuertes impresiones. Pero ¿es todo ello mérito literario o es excesiva delicadeza de percepción tuya, que al ledo y sentir aumenta la cantidad literaria de mis pobres concepciones artísticas? Algo, y mucho, debe haber de esto, y he ahí la explicación que yo doy a tus elogios, que tú caldeas demasiado al recuerdo de impresiones exquisitamente tamizadas... Y es claro, en tales momentos, hasta el nombre de Pereda (no el de Zola, que es inmortal enemigo poderoso de todo mi yo), digo que hasta el nombre de Pereda te parece muy poco... Pasemos por ello y sigue escribiéndome, que es un favor que me haces, y que yo sé agradecerte. Ya he recibido juicios sobre el tío Gorio, todos muy encomiásticos. Hay quien me dice que vale más que Alma charra, de Berrueta[78]. Yo no puedo decirte nada sobre esto, porque esta es la hora en que no conozco Alma charra, que su autor me ha prometido enviar. Dicen que afirma (hablo por referencias epistolares) que el ochenta por ciento de los amores charros terminan en el Hospicio... Y si lo dice, creo que no dice verdad. En fin, es amigo mío, y he de permitirme decirle algo, cuando me envíe su trabajo. Vengan, y vengan pronto esos versos. Ahora me toca a mí oficiar de crítico y ya verás con qué frescura te voy a soltar cuatro frescas, si las mereces, o echarte un poco de incienso si te haces acreedor a ello. De El Vaquerillo, no del cuento así llamado, sino del Vaquerillo del cuento... habría que hablar mucho para llegar a un acuerdo, y creo que llegaríamos a él. Ante todo, has de saber, que la última parte del cuento, cuando de primera intención lo escribí, no era esa... ¡qué había de ser! No había porquera, no había hembra, porque, para el fin que primeramente me propuse, lo que más estorbaba allí era una mujer: me bastaba con el muchacho y la soledad... El estudio aquél era, sin duda, demasiado atrevido... Y lo sometí, contra mi costumbre, a la previa censura, no de nadie, sino de un hermano mío, que cogió el lápiz rojo, señaló, y dijo: «desde aquí para adelante no debes continuar, y si quieres continuar, haz que se presente por ahí alguna vaquera, que sólo así puedes proseguir, sin novedad, por ese camino». Y así lo hice. ¿Que a qué viene toda esta historia? Pues a decirte: si dándole el giro que al fin le di, te parece imposible el vaquerillo ¡Dios de Dios! lo que me hubieras dicho si lo presento como quise presentarlo. Tal vez entonces no te hubiera yo llamado médico, como te lo llamo ahora, porque me has dicho que mi vaquerillo es falso, desde el punto de vista fisiológico. No lo afirmes así, en redondo, porque demasiado sabes que la vida es un misterio, y la vida psicológica, un laberinto de misterios. Y si un día llega en que hablemos tú y yo, y hablemos del vaquerillo, llegaríamos a un acuerdo sobre la base de grandes concesiones que tendrías que hacerme si te ponías muy médico en el curso de nuestra plática. Una plática, por cierto, que no sé si algún día podremos tener los dos, pero que yo deseo tanto como tú, aun contando con que son grandes tus deseos. Esperemos, esperemos... También yo vivo muy solo, y ya creo que te lo dije, sólo en el orden espiritual, porque vivo respirando el que yo mismo he creado, y el que de fuera me viene. Pero no sé por qué, me figuro que llevo la cruz de la soledad de otra manera que tú, no más digna ¿eh? pero sí más resignada, o mejor, más sabrosa y dulce. En fin, ya hablaremos también de eso alguna vez, que hoy hay otros puntos que tratar. ¿Piensas guardar reserva acerca del proyecto literario que traes entre manos, según me dices en tu grata? Entonces, nada; pero si no, sepa yo algo de eso que preparas, aunque sólo sea el nombre de la cosa, para saber a qué alturas andas encaramado. Yo tengo entre manos, como te dije, un tomito de versos castellanos, y calculo que tengo ya originales para algo más de la mitad del libro. Cuando los complete, tendré el gusto de enviártelos, aunque estoy atrozmente perezoso para copiar lo que una vez escribo. No sé si te dije que se ha ofrecido a hacerme la edición Rodríguez Serra, el editor de Madrid. Aún no he decidido nada sobre ello. Leí lo de las Hurdes. ¿No piensas rectificar? Yo no puedo hablar de las Hurdes científicamente, porque aún no he realizado mi viejo proyecto de visitarlas y no las conozco más que a medias, y con un conocimiento que me figuro imperfecto por inexacto. No obstante, me ha parecido demasiado radical la solución que das al problema. Porque soy de los que creen que en la Naturaleza nada hay estéril e inútil, en el sentido amplio de estas palabras. Los inútiles somos los hombres, que no sabemos adaptar, aplicar y aprovechar. Aun en el caso de que el suelo de las Hurdes las haga inhabitables ¿se sabe ya que el subsuelo no podría hacerlas ricas y bien pobladas? Punto en boca y adelante. Porque tengo que decirte que, aunque no me has llamado la atención sobre ello, hay en Briznas una que, a lo menos para mí, es una cosa lindísima. No diré por qué, pues fácilmente vuelvo a decir las cosas de manera que no se me entienden por mala expresión, como sucede con la página anterior, que parece querer decir que El cielo del dolor no me gusta, y afirmo bajo mi palabra que me gusta mucho. Pues esto que ahora te digo que me ha gustado tanto como lo más es. ¡Lo estaba viendo!... Espero un ejemplar de tu obra en prensa, y te doy mil parabienes por los premios con ella alcanzados y por el que le dio Le Correspondant medicale (creo que fue ella), de París. Tampoco me has enviado esa Historia clínica de la última enfermedad de Carlos V. Ya sabes que, con gusto, pasaría charlando contigo dos o tres días siquiera en Madrid, pero ahora no puede ser porque... acabo de venir de Madrid. ¿No esperabas tal cosa? Pues verás. No sé si te he dicho que envié a Zeda doce o trece composiciones (que pienso publicar en un tomito) para que hiciera el prólogo que me ofreció. (Lo que voy a decir de aquí para adelante es confidencial). El Obispo de Salamanca, que en distintas ocasiones ha exteriorizado la buena impresión que dice le producen mis versos, supo, no sé por quién, que iba a publicar un tomo de ellos, y se me descolgó con este ruego: que le permitiera adelantarse a mí, tomando de mi librito en proyecto tres o cuatro composiciones (que ya conoce el público), para editarlas él con esmero, ponerlas prólogo suyo, hacer fijar la atención de los demás Obispos y de sus amigos particulares (Menéndez Pelayo, el Conde de Cheste, etc.,) sobre las poesías y servirme como de viajante que va llevando una muestra, etc. La intención, excelente, y yo la agradezco muchísimo. Mi hermano me recomendaba que le complaciera, y fui a hablar con Villegas y luego con el P. Cámara, que esperaba mi contestación con impaciencia grande. Puse entre otros reparos, el de la repetición inmediata en dos libros de tres o cuatro composiciones ya conocidas (El Ama, Castellana, El Cristu Benditu...), pero estaba decidido a no dejarse convencer y ante mí mismo dio órdenes a los de su imprenta, a fin de que estuvieran impresas las poesías esas para la próxima Pascua. No te sorprendas, pues, si ves ese libro, que resultará del tamaño de una Novena, si el prologuista no tiende mucho la pluma. Y se acabó lo que, por ahora al menos, debo llamar confidencia, y rogarte que así lo consideres. Después de este libro, en seguida, saldrá a luz el mío, del cual te remito copiadas al vuelo y en sobre aparte, todas las composiciones, excepto una muy larga, que ya te enviaré, y las que ya conoces (El Ama y Castellana, que irán las primeras en el tomito). «Tú que no puedes llévame acuestas», es decir, que tienes que leerte todas esas cuartillas de mala letra que te envío, pues yo deseo que las conozcas tú antes que el público, conforme ya te lo había manifestado. Después, allá, cuando tú quieras, ya hablarás algo de ellas, porque así lo quiero yo, y además, porque tú no debes estarte callado cuando un salamanquino publica algo sea ello como fuere. En la corte estuve un día nada más. Un ateneísta amigo mío, con quien estuve almorzando, me llevó a tomar café a la docta casa, con el propósito de presentarme a varios de allí que, según él, deseaban conocerme. Lo supe a tiempo y se lo prohibí en redondo. Lo que me dijo fue, que según había oído allí, en el Ateneo, se pensaba en que la Sección de Literatura me invitase para que fuera a leer versos míos una noche. Decliné tan alto honor y regresé a Salamanca aquella misma, desoyendo los ruegos que me hizo el amigo para que oyera a los sabios (¿?) que al poco rato iban a continuar resolviendo el problema obrero... del modo que tú donosamente señalas en tu hermoso artículo de El Adelanto, porque hay quien cree que es un crimen de lesa libertad, etc., tirarles unas chinitas a los señores que, según ellos, van delante... ¿Has visto qué manera tan cobarde de adular a esa legión de infelices que para comer necesitan trabajar (como tú y como yo lo necesitamos también, aunque sea en orden distinto)? Créeme que yo tomo en serio el asco que me inspiran esos monosabios, la mayoría de los cuales se morían de hambre por impotencia el día que se dijera «el que quiera pan, que lo gane, y el que no, que reviente de hambre». ¡Sí, en el fondo, todos somos obreros... menos ellos! Te felicito tardía, pero cordialmente, tus días y te deseo... lo que para mí deseo. Y que escribas pronto a tu sincero amigo que te quiere, JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN. SR. D. MIGUEL DE UNAMUNO. SALAMANCA. Muy distinguido señor mío: No pude darme el gusto de ir a su casa a gozar un rato hojeando sus artículos y a aprender mucho escuchándole. Paciencia. Téngala usted para leer esos romances que le envío, tomados al azar de entre otros que veo en mi cartera. Poco es ello, pero no le envío más por aquello del cric-cric[79] del grillo, de que hablaba usted una noche, hace muy pocas. Verá usted cosas ilógicas, o mejor, que lo parecen. No son mías; son de las gentes de acá, que a veces -por ejemplo- dicen qui, y a veces que, según... los casos. Ellas y usted sabrán por qué. No sé por dónde, he sabido que es de usted el discurso de apertura de este año académico. Se lo pediré a mi hermano y lo leeré con sumo gusto, porque estoy seguro de que el discurso de usted no será, como el de muchos, un retacito de ciencia, una lecioncita de cátedra en traje de calle, para que los pobres veamos... Le estoy robando a usted el tiempo[80]. No he olvidado su encargo. Es de usted afmo. s. s. q. b. s. m., JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN. Guijo de Granadilla. SR. D. JOSÉ G. CASTRO. Mi querido amigo: Hablé a los organizadores de la fiesta que proyectan en la Zarza en honor del doctor Bejarano[81], y desean con empeño que seas tú el que escribas la biografía del obsequiado. De mí no hay que decirte nada, pues bien debes saber que leeré con mucho gusto tu trabajo, que puedes desde luego ir preparando y enviármelo cuando lo tengas listo. De fecha no puedo decirte otra cosa que lo que me dicen los organizadores: que es probable que ello sea para después del 20 de Agosto. Sin embargo, no te descuides, por si Bejarano adelantase las cosas. Yo no he hecho aún nada, ni sé qué hacer, o mejor, ni he pensado en ello. Lo mío, será cosa más breve, y no tengo, por lo mismo, tanta prisa. No tengo a la vista tu última carta (escribo en el campo), pero recuerdo que me dices que te amplíe el concepto relativo a lo que te dije en mi última sobre tu temperamento y tus ideas, como menos a propósito que el de Leopolda para la aceptación resignada de las penas. Punto más, punto menos, quería decirte que el tuyo, es el de todos los hombres intelectuales, menos a propósito, cierto, comparado con el de las mujeres cristianas y sencillas, para sufrir los embates de la vida. Somos nosotros más pobres que ellas. Somos más fáciles al acceso de las rebeldías iracundas, a las vacilaciones de la fe, etcétera, etcétera. Entiende que para mí no es inmodestia llamarme también intelectual; al contrario, es una confesión humilde, pues el mote, en el sentido que le suelen dar en estos tiempos, entiendo que es deprimente. No sé si te dije que Blanco y Negro había publicado una poesía mía titulada Plétora. No tengo más que un número de esa revista y por eso no te lo mando. Pero adjunta va copia de la poesía. La ilustró Varela con una estatua que ha sido muy discutida entre mis conocidos, pues mientras unos afirman que se inspiró maravillosamente en la poesía, otros dicen que no hay tal, a no ser en cuanto a la actitud, que es verdaderamente acertada. ¿Que a mí qué me parece? ¿...? Te quiere mucho tu amigo JOSÉ MARÍA. Guijo de Granadilla, 27-XII-904. SR. D. MIGUEL DE UNAMUNO. SALAMANCA. Mi querido amigo: Le doy muchas gracias por la felicitación que me envió cuando aquello de la Argentina. Tardíamente se lo agradezco. No me ha dejado hacerlo antes la desgracia de familia que acabo de padecer[82]. Voy empezando a enterarme nuevamente de las cosas que pasan por Salamanca. He anudado la hebra por eso de la venida del doctor hispanoamericano a nuestra Universidad. No sé de ello más que lo que cuentan los periódicos. Tengo deseos de ir a esa ciudad y enterarme de todo lo que pueda. Se repite de usted buen amigo que b. s. m., JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN. SR. D. MIGUEL DE UNAMUNO. SALAMANCA. Mi querido amigo: Recibiría usted mi última extensa carta, en la que, después de contestar su grata, le anunciaba la respuesta oficial -que adjunta le remito- al traslado que me hizo de los mensajes. Veo, con más disgusto cada vez, que el desdichadamente asunto no reposa todavía siete estados bajo tierra. Acabo de regresar a esta su casa y aún he tenido que leer en los periódicos de estos días las palabras Mensaje, Zaragoza, etc., etc., que me suenan hace tiempo a lo mismo, que mejor es no calificar. Hoy ya supongo definitivamente terminado el asunto, pues el espectáculo de la división del Claustro, último término a que podía haber llegado, ya llegó. Por eso, y porque no hubieran sido leídos con el mismo buen espíritu con que yo los escribí, acabo de echar en la lumbre unos versos que ya tenía bajo sobre para enviarlos a El Adelanto. Y para lo que habían de haber servido, mejor están donde están. No me toca hablar de cosas que, en definitiva, no son mías; pero al ver cómo soplan en Salamanca vientos de discordias chicas, cualquiera tiene el derecho de decir que nada hay tan bueno como la paz; pero si lucha ha de haber, que sea grande, generosa y en el terreno correspondiente... No olvide a su amigo afmo. que mucho le estima, JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN. SR. D. MIGUEL DE UNAMUNO. SALAMANCA. Mi estimadísimo amigo: Con estas líneas le envío los siguientes papeles: Unas cuartillas con medio centenar de palabrejas de las de acá, un cuento en prosa y unos versos de los pocos que tengo escritos en la jerga de este país. Palabrotas no le mando ahora más por si no es eso lo que usted me pide, o por si, aun siéndolo, es cosa que para nada puede servirle. Veo que van malamente hechas mis indicaciones acerca del uso y significación de tales palabras, pero no he rectificado porque supongo que usted no lo necesitará. Si en alguna cosa lo necesita, yo me explicaré más y algo mejor. El cuento me resultó largo y lo partí. Le envío la parte primera, que es la más larga, y lo doy por terminado para evitarle lectura. Lo he escrito de prisa: conozco que puedo hacerlo mejor, o menos peor. De los versos nada le digo, sino que he escrito y pienso escribir muy pocos en ese lenguaje para evitar monotonías y repeticiones, inevitables si se ocontina con ella. Así me pareció oírselo también a usted. Los de hoy le parecerán doblemente monótonos, porque precisamente he ido a elegir unos que tiene rima y metro iguales a los del Cristu Benditu. Cuando usted tenga lugar me dice algo, aunque sea poco y agrio. Los amargos suelen aprovecharse. Y vea si tiene que mandar algo a su afmo. y agradecido amigo JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN. Guijo de Granadilla, 1.º de Enero de 1901. SR. D. MIGUEL DE UNAMUNO. SALAMANCA. Muy señor mío: Me piden, para publicarlos en una revista de este país, unos versos míos titulados El Cristu Benditu, que usted conoce. Recuerdo que, por conducto de mi hermano Baldomero, me manifestó usted hace ya tiempo deseos de publicarlos, y yo accedí a ello, siempre que el periódico o revista en que se publicasen fueran católicos, o siquiera, indiferentes en materia religiosa, condición que yo no podía menos de imponer. Yo supongo que usted habrá ya olvidado por baladí, tal asunto; pero a pesar de todo, yo no me atrevo a conceder la autorización que hoy me piden, por si no pareciese a usted correcto que la concediese a otro sin oírle antes a usted. Siento obligarle a fijar su atención sobre un asunto que tan poco vale, considerado en sí mismo; pero quisiera justificar debidamente mi negativa, en el caso de que tuviera que dársela, al amigo que hoy me pide la composición citada, o concederle lo que me pide con absoluta facultad para ello. Es de usted con el mayor respeto afmo. amigo, seguro servidor q. b. s. m., JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN. Guijo de Granadilla, (Cáceres), 27 de Noviembre de 1900. SR. D. MIGUEL DE UNAMUNO. SALAMANCA. Mi querido amigo: En los periódicos he visto lo de su viaje a Madrid, su hermosa conferencia en la Unión Escolar y el camino que lleva el asunto de las Facultades. Ojalá que las esperanzas se confirmen. Yo ando por aquí muy ocupado en la recolección -que ya empieza- de la aceituna. De otros trabajos no tengo otro ahora que el de ir enviando a Calón originales y pruebas corregidas para un tomo de versos, de unas cien páginas, que se titulará Campesinas. En seguida que esté hecho se lo enviaré en solicitud de su sincera y autorizada opinión. Para después había pensado escribir algo de las Jurdes, en renglones cortos por ahora; pero no podré hacerlo como quisiera hasta que logre mi propósito de atravesar la región sin mucha prisa. Mientras ello llega, me limitaré a hacer alguna propaganda de otro género entre los amigos de por aquí, pues hoy me han mandado el nombramiento de delegado en este pueblo de la Sociedad «La Esperanza», por si puedo adquirir para ella alguna suscripción particular. No tengo fe en nada de esto, pero la bondad de la obra, o mejor, el buen deseo de los iniciadores de ella, no me consienten negativas que pudiesen contribuir a un decaimiento de los ánimos. Creo que es pecado negarse a cualquier cosa que sea para los pobres jurdanos. Tenga usted, con todos los suyos, mucha salud, y disponga de su amigo, JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN. SR. D. MARIANO DE SANTIAGO. MADRID. Guijo de Granadilla, 3 de Mayo de 1904. Querido Mariano: Tienes derecho a no volver a escribirme, pero no hagas uso de semejante prerrogativa. Perdona, y sigue escribiendo. Hablaré con Baldomero sobre esa recomendación que decías. Ayer le envíe tu carta. Veremos si puede hacer algo por ti acudiendo a Fidalgo[83]. No con esto de los destinos olvides tus estudios, pues mejor te convendría, aunque fuese más modesta, una cosa más segura. Me explico que no hayas visto Campesinas en esos escaparates. Al mes de publicada, me dijo el editor que la edición estaba agotándose, y me pidió autorización para preparar la segunda, de otros mil ejemplares. Esos libreros de X..., los más bandidos de España, se conoce que olfatearon el negocio y han pedido repetidas veces ejemplares. Mi editor se ha permitido, y no se lo tomé a mal, su miajita de venganza, imponiéndoles condiciones ¡a ellos que se las imponen a todo bicho viviente! y alguno ha acudido a mí, pidiéndome con toda urgencia cien ejemplares de cada uno de los libros que yo tuviese publicados. Ni siquiera tuve la cortesía de contestar, sino que les dije al editor y a Baldomero: contestad a ese... pillín de X. Y creo que lo hicieron diciéndole, en sustancia: estos libritos se dan con tal premio de venta, y si los quiere usted así bueno, y si no, también, amigo. Se pusieron tan valientes, porque la edición, aunque hubiese sido de doble número de ejemplares, se habría agotado en un mes. Como que de muchas provincias se han quedado con los pedidos hechos, y a mí me han tenido frito a peticiones. Hasta los escritores con quienes yo tengo amistad, se descararon y me escribieron pidiendo, alto y claro, un ejemplar. ¡Olé por el olfato literario de los críticos de la Corte, es decir, de alguno de ellos! Porque me han dicho que ese Gómez Baquero, crítico de El Imparcial, hizo una nota bibliográfica del libro, aludiendo al rótulo que dice en la portada: Primer millar, y diciendo, en sustancia: ¿Con qué libro de poesías y primer millar de ejemplares? ¡Qué cándidos! Santa Lucía bendita les conserve esa vista muchos años. ¡Una vista más turbia que la de Calón, un editor provinciano, a quien yo no mandé poner el rótulo aquél, pero que ha demostrado saber mucho mejor que el Baquero lo que se quiere leer en Barcelona, Sevilla, Bilbao y demás aldeas de la península Ibérica! ¿No tienes el libro? Pues yo tampoco puedo mandártelo. Espera que hagan la segunda edición y te lo mandaré. Lo que te mando adjunto es un ejemplar de la segunda edición de Extremeñas. ¡Otra candidez, que diría el Sr. Baquero! Este debe creer que en España no hay más que gente que lea, que los pollos y los literatos que entran en la librería de X. El cual también ha pedido ahora ejemplares, y recordarás que cuando yo estuve en esa ciudad, me pedía como premio de venta de Castellanas, y se lo dio el escritor, no sé si el 30 o 35 por 100. A Sierra Morena a vender libros! Ya que hablé de Extremeñas, en el número próximo de Blanco y Negro publicarán una poesía en esta jerga. Supongo que en el primer número, porque ya les devolví corregida la prueba, que pedían con prisa. No vayas a ser tan cándido que creas que se la mandé gratis, sino que a vuelta de correo vinieron los cuartos con atenta carta. Me propongo ahora, si tengo tiempo, irme metiendo en esas revistas, que pagan a toca teja. Que paguen, que mucho ganan. Yo, por ensayar, por ver si estimaban en algo mi firma, le mandé la poesía con una carta de dos o tres líneas, muy seca. Y salió bien el ensayo, lo cual es muy significativo, dada la soberbia de esas publicaciones y el pugilato que hay cerca de ellas entre los escritores para que les admitan cosas. Porque eso hay que verlo, como yo lo vi, para creerlo. Es un asco. Estoy suscrito a Blanco y Negro, pero allá van sellos para que me mandes el número en que se publique eso, para yo mandarlo a casa. Escribe, y te abraza tu amigo JOSÉ MARÍA. Guijo de Granadilla, 9 Diciembre de 1905. Querido Mariano: Contesto la tuya del 15 de Noviembre. No hay novedad por aquí, gracias a Dios, y te deseamos salud y mil cosas buenas. Tu silencio parece decirme que no ha sido satisfactorio el resultado de las oposiciones, porque las noticias agradables suelen darse sin perder tiempo. Habrías practicado cuando escribiste el primer ejercicio, y sospechabas un poco del resultado de los siguientes porque te inspiraban más miedo. ¿Qué resultó de todo ello? No son Nuevas castellanas, sino Campesinas las poesías que están en prensa. Hoy precisamente devuelvo pruebas corregidas. Verán muy pronto la luz. De teatro, nada; ni pienso en ello, por falta de tiempo y por falta de humor para meterme en ese género de aventuras, que, por otra parte, no se han hecho para mí. No cifro mis aspiraciones como crees, en que se me conozca en Madrid. Tiro a otro blanco. Lo que dices del dinero, no está mal[84]. Me vendría como pedrada en ojo de boticario, pero para llegar a esto hay que acertar primero, y eso de acertar, como dices y como dicen los que de esas cosas hablan, tiene, entre otras cosas, gracia. Por lo visto, y está visto hace mucho tiempo, no es bastante hacerlo bien, porque a las veces, esto no es acertar. Acertar es... lo otro, darle cosa de su agrado al monstruo, como algunos llaman al señor público, del cual no dice un gran disparate Unamuno cuando afirma que es un gran imbécil compuesto de personas que, cada una por separado, pueden ser muy discretas y razonables. No tengo más tiempo hoy. Mándame noticias de todo, pero señaladamente de tus cosas. Desideria, que, como siempre, me pregunta por ti continuamente, te saluda, y con su saludo va un abrazo de tu amigo JOSÉ MARÍA. Guijo de Granadilla, 2 de Noviembre de 1903. Querido Mariano: Esta mañana llegó tu última. Me tenía Baldomero intranquilo sin noticias. Ya no lo estoy y me alegro mucho de que hayan terminado esas dichosas oposiciones para las cuales le he visto prepararse sin gusto mío, porque no me agrada que trabaje tanto. Si continúa todavía en esa, dile que yo me alegro principalmente de que haya terminado para que regrese a su casa y viva su vida ordinaria nuevamente. Que no le preocupe el resultado hasta el punto de desazonarle si éste fuera adverso, pues algo y aun algos se parecen las oposiciones a las loterías y no es cosa de sufrir cuando el décimo no nos resultó premiado. A ti te digo lo propio, aunque tus circunstancias son otras (no para esto de las desazones, sino para la cuestión de los garbanzos). Trabaja con los libros y con los señores del margen y venga luego lo que Dios quiera. Yo he estado tres o cuatro días en Cáceres, gestionando la concesión de un camino vecinal, que me traje al cabo para este pueblo. Desideria y los niños están hace una semana en Granadilla, y pasado mañana, Dios mediante, iré a buscarlos. Jesús[85] me tiene algo preocupado. El caso es que él está bueno, juguetón y alegre, pero no come lo que fuera menester y se nos ha quedado delgadillo. Nada le duele, pero tiene aversión a las comidas, y no me alarma mucho más porque le veo siempre juguetón y corriendo. Los demás, bien. Yo, como sabes, estuve en Salamanca antes de mi viaje a Cáceres. Allá me trataron bien. No estuvo mal el banquete. Se abstuvieron muchos de los de la extrema derecha y los catedráticos de la Universidad porque no digieren al Unamuno. Esto de los de la extrema derecha me tienen muy sin cuidado, y el día que me tiren de la lengua ya les diré yo por qué, entre otras razones, me dieron ellos alguna para aceptar el banquete, que se les ha indigestado. El Lábaro no ha dicho nada contra mí. El Lábaro no tiene culpa de nada de lo pasado ni yo tampoco. Que me escriba Baldomero de cuándo se va a su casa. Que me mandes tú buenas noticias de tus oposiciones. Adiós. Te abraza tu amigo que te quiere mucho JOSÉ MARÍA. Querido Mariano: Después de echar al correo mi última recibí la tuya. Ya verías en la mía que desgraciadamente es cierto que me quedé sin mi hermana Enriqueta (q. e. p. d.), que, como recordarás, vivía en La Maya y estaba casada con Maturino, de quien me has oído hablar muchas veces. Dios me la tenga en el cielo, como asimismo a mi pobre tía Antonia. Siento mucho no poder autorizarte para que des a ese señor deán la composición El Cristu benditu con objeto de publicarla en la revista de que me hablas. Te explicaré mi negativa. Ya sabes que no los escribí para publicarlos en periódico alguno, y que Unamuno me pidió, por conducto de Baldomero, autorización para publicarlos él. Contesté a mi hermano accediendo a lo que con insistencia pedía Unamuno, pero imponiendo la condición de que no habían de publicarse en revistas y periódicos de cierto género, por ejemplo, Vida Nueva u otro papel semejante. Así quedaron las cosas, hasta que en Septiembre pasado, estando yo en Salamanca, el mismo Unamuno me recordó sus propósitos de antes, que yo no quise contrariar. Tú comprenderás que fuera poco correcto dar a otro alguno los versos que él me pidió y yo le di. Sin embargo, por el deseo de complacerte y para que pudieras darlos tú al señor deán, escribí a Unamuno diciéndole lo que ocurría, y me contesta diciéndome que insiste en publicarlos y que elija yo revista o periódico para ello. Él me habla de La Ilustración Española y Americana, por si me parece bien. Como ves, he hecho lo que hacer podía para no negarte lo que me pides, pero no puedo concedértelo. Díselo así al señor deán, a quien darás en mi nombre muchas gracias por su benevolencia para juzgar mis escritos que nada valen. Y ya que de esto te hablo, acabaré de decirte lo que me escribe Unamuno, que, entre paréntesis, ya sabrás que es rector de la Universidad de Salamanca. Me dice que en su reciente viaje a Madrid, a donde fue con objeto de hablar en el Congreso Hispano-Americano, le recitó El Cristu benditu a varios amigos: que uno de los que más se encantaron fue Balart, el cual le preguntó si yo había escrito más, y al contestarle Unamuno que sí, le dijo que me excitara a que hiciera un tomito de poesías. Cree Unamuno que Balart haría el prólogo, y cuando menos, hablaría de los versos en alguna revista, y me invita a que lo haga. Salvador Rueda le decía «eso es poesía, eso, y no alquimia», etc., etc. También me anima Unamuno a que escriba en prosa algo, si ya no lo he hecho, y me recomienda que haga cuadros de costumbres o una novela. Nada de todo ello haré: ni el tomo de versos, ni la novela, por razones que no son para escritas así de prisa. Unamuno me pidió más versos y le envié unos romances que tenía escritos; creo que dos. Uno le ha gustado mucho y en su carta hace la crítica de él, y por cierto, admirablemente hecha. Tengo que enviarle más, aunque dispongo, como sabes, de muy poco tiempo para preparar debidamente las cosas. No conozco esa Revista Cacereña de que me hablas y sospecho que la has confundido con la Revista de Extremadura, que se publica en Cáceres, y de la cual soy suscriptor, por cierto que alguna vez he estado a punto de enviarle algo para la publicación. En ella escribe tu amigo el Sr. Escobar Prieto. Yo me he acordado de enviarle alguna composición escrita en la jerga de esta tierra, por lo mismo que la revista lleva por título Revista de Extremadura. No tengo más tiempo. Te quiere tu amigo JOSÉ MARÍA. 21 de Septiembre de 1901. Mis queridos discípulos y amigos: Acabo de regresar de Salamanca y de leer vuestra afectuosa carta de felicitación[86]. De entre las muchas que he recibido, pocas me han producido una tan gran satisfacción como esa vuestra; y tan natural es esto, que ni siquiera he de apuntar ninguna de las razones que justifican el placer que me ha producido vuestra afectuosa enhorabuena. Veo entre vuestras firmas una que no es de un discípulo mío, y por este mismo hecho le agradezco por separado y en especial su atención para conmigo. Yo nada valgo; pero los que fuisteis mis discípulos ayer y podéis llamaros hoy amigos míos, tened la seguridad de que os quiere muy de veras y nunca podrá olvidaros, JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN. Guijo de Granadilla (Cáceres). 26 de Noviembre de 1902. EXCMO. E ILMO. SR. OBISPO DE SALAMANCA. Mi venerado Sr. Obispo: Una ligera indisposición de que, a Dios gracias, estoy ya restablecido, no me ha dejado contestar, el mismo día en que a mis manos llegó, la gratísima carta que vuestra excelencia ilustrísima tuvo la bondad de dirigirme desde Madrid, felicitándome por lo de Zaragoza. No es digno de tal honor el hecho de que un Jurado poco exigente haya querido otorgar a unas poesías modestas, premios que ellas no merecen. Pero esto no ha de privarme del gusto con que yo cumplo todo deber de gratitud; y así, le envío, en estas líneas un vivo testimonio de esta nueva que debo a V. E. I. por su bondadoso parabién, que es para mí, no sólo altísima honra, sino sabroso estimulante de los que mueven la más flaca voluntad. Celebro con toda mi alma que traiga de Villaharta mejor salud que la que llevase allá. Hago votos por que Dios se la conserve para bien de muchas cosas. A Zaragoza me enviaron desde Salamanca un número de la Basílica con las cartas de respetabilísimos amigos[87] de V. E. I., comentadas de manera tan honrosa para mí: nuevo motivo de gratitud que no sé cómo expresar. Breves momentos tuve en mi poder la revista[88]. Gustó aquello de tal modo y corrió tanto de mano en mano por la ciudad, que, al cabo, perdimos todos la pista y no pudieron lograr los del Ateneo su propósito de leerlo el presidente en la velada a que me invitaron. Yo tuve el placer de escuchar unánimes elogios, justamente dirigidos a quien todos correspondían, que no eran a mí ciertamente. Es de V. E. I. muy agradecido servidor adicto, que con tanto cariño como respeto b. s. a. p., JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN. EXCMO. E ILMO. SR. OBISPO DE SALAMANCA. Mi venerado señor y respetable amigo: Acabo de recibir -nueva prueba de la bondad de V. E.- el ejemplar que ha tenido a bien dedicarme de su obra La Venerable Sacramento, recientemente publicada. Mil y más gracias por ello, señor Obispo. Difícil es pagar una deuda de onzas de oro en perros chicos, aun prescindiendo del premio del cambio por lo que va de metal a metal; pero en pobre calderilla procuraré ir saldando tan larga cuenta, llegando hasta donde pueda. Tan atropelladamente vivimos, que nos asusta todo libro grande que se atraviesa en el camino. Y después de este miedo de atolondrados, viene el diablo y hace más: hace que el miedo de la gran mayoría de las gentes llegue al pánico si el libro dice en la cubierta: Vida de San... Para recobrar la calma -¡y aun no del todo! ¿por qué no decir verdad?- es menester que debajo del nombre del santo o santa, venga una firma que no importa que sea de otro santo, sino de un literato de los que no se discuten. Esta es la triste verdad; pero en el caso presente, alegrémonos de veras, pues hay que leer una Vida... Y he ahí el triunfo, y, sobre todo, he ahí el bien. Aunque el asunto aquel de Zaragoza creo que habrá terminado, considero casi un deber decir a V. E. algo que me ha sucedido y he callado. Me dicen que, entre ciertos señores doctores de la Universidad, han producido muy mal efecto unas frases que el señor rector -a quien perdono el modo de hacer- desglosó y publicó, de una carta mía, en El Adelanto. Son injustos conmigo los que hayan interpretado como me dicen aquellas frases. Desconocen todo antecedente, y yo he creído medida de prudencia la de no darles ninguno, resignándome ante injustas interpretaciones. Porque si yo, por egoísmos de defensa, así ellos sean muy legítimos, abuso de papeles privados, llevándolos a los públicos, me hubiese justificado, pero promuevo un encendimiento de pasiones del cual no me hubiese consolado el triunfo, ni siquiera el predominio del único gran ideal, pues no hubiese sido tal la resultante. Yo no sé si estas pocas palabras me bastarán para ante V. E., que es a quien debo, en definitiva, todo género de explicaciones, y me sentiré tranquilo si con éstas lo quedase también V. E. Desde su residencia de Madrid me escribió hace unos días su señor hermano, que me honraba pidiéndome alguna cosa para la revista El Buen Consejo, que me envía. Le contesté en seguida, pero aún no he podido complacerle y complacerme. Reciba, mi señor Obispo, la expresión del vivo afecto y gran respeto de su adicto diocesano y afectísimo amigo s. s. que besa s. p. a. JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN. 16 Febrero 1910. EXCMO. E ILMO. SR. OBISPO DE SALAMANCA. Mi venerado amigo y dueño: Días ha tuve el doble placer y la honra de recibir su muy estimada última y contestarla sin esperar su regreso de Villaharta. Ya sé que, a Dios gracias, lo ha hecho muy felizmente y en un más perfecto estado de esa salud que a todos nos es tan cara. Y he aquí el motivo de mi primera felicitación de hoy, que va en compañía de esta atrevida observación, que no siempre había de ser prisionera de mis profundos respetos a la persona de V. E. Y a su labor de esta vida: un excesivo trabajo puede abreviarla, y sí es verdad que los frutos de éste son montón, cierto es también que los hijos -aparte razones supremas de amor filial- quieren la vida del padre con menos trigo en el granero y mejores garantías de que el sembrado del año y otros que luego se hagan, han de llegar sin novedad a la siega; que no hay mano más sabia ni más fuerte para defender la siembra que la mano que la hizo. A la legua transciende a egoísmo todo esto, y porque lo hay se confiesa, que no porque bien se vea. Mas a los que necesitan se les permite pedir, y más cuando, como en este caso ocurre, aunque no es oro todo lo que reluce, también por debajo lo hay, y mucho y puro. Rindo ahora mi segundo parabién a V. E., por su nuevo reciente nombramiento de Senador, deseándole y deseándonos que Dios le conceda salud e inspiraciones para el mejor desempeño del alto cargo; que ya más de una vez se las concedió con muy generosa mano para lo mismo. Estos días tuve, por fin, uno muy esperado de reposo para obsequiar pobremente a V. E. en su revista con una modesta poesía que adjunta le envío, ya que yo no puedo hacer otra cosa sino coplas. Mi buen deseo recomienda a V. E. que las acepte benévolo. Se complace en reiterarle respetos y afectos viejos su más humilde y entusiasta admirador q. b. s. p. a., JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN. DEL ACADÉMICO P. MIR[89] EXCMO. Y RVMO. PADRE FR. TOMÁS CÁMARA, OBISPO DE SALAMANCA. Mi muy venerado y querido amigo: Anoche recibí el tomo de poesías de D. José María Galán, que V. S. I. ha tenido la bondad de enviarme. Mil gracias por ello. La primera vez que sonó en mis oídos el nombre de este extraordinario poeta fue una noche que vino el Sr. D. José Echegaray a la Academia y, todo lleno de entusiasmo, nos empezó a hablar de una poesía, El Ama, que acababa de oír en el Ateneo, en un grupo de amigos, entre los cuales había excitado la tal poesía la más viva admiración, y de la cual participaba, sin ser poderoso a contenerla, el mismo D. José. Largo tiempo estuvo éste hablando del efecto que le había producido El Ama, comunicándonos a todos el propio entusiasmo. Algunos días después pude leer la famosa poesía, y, al leerla, no puede menos de convencerme de que el entusiasmo de Echegaray estaba de sobra justificado. Hoy por la mañana, apenas levantado, me he puesto a leer de nuevo la misma poesía, y luego las demás que forman el tomo, y puedo asegurar a V. S. I. que su lectura me ha producido uno de los ratos más deliciosos que he tenido en mi vida. Como estuve hace mucho tiempo en Salamanca, y conservo de mi estancia gratísimos recuerdos, he podido apreciar de una manera especial el mérito de la poesía descriptiva del Sr. Galán y el fondo de la realidad humana que en ella palpita. El Sr. Galán es, sin duda, un gran poeta, y aún más que esto, es hombre profundamente cristiano, que sabe sentir como pocos las bellezas morales de nuestra religión, y sabe expresarlas como pocos, como ningún poeta tal vez las ha expresado. ¡Feliz él, que puede comunicar a otros sus sentimientos como los ha comunicado! Yo no sé dónde vive el Sr. Galán; pero si vuestra señoría ilustrísima se dignara darle a conocer lo que pienso de él, se lo agradecería en extremo, y más aún si, como muestra de mi aprecio, fuese servido de enviarle un ejemplar del Devocionario clásico-poético, que acabo de imprimir... Suyo afmo. q. b. s, a. p., MIGUEL MIR. 5 de Abril. Santander, 4 de Mayo de 1902. ILMO. SR. B. FR. TOMÁS CÁMARA, OBISPO DE SALAMANCA. Mi respetable señor y amigo muy querido: Con un atento besalamano de usted llegó a las mías, días hace, un tomito de versos con el título de Poesías, y un prólogo de usted. Conocía yo la primera de ellas, El Ama, por haberla visto reproducida en varios periódicos, después que fue premiada en esos Juegos Florales el verano pasado, y conservaba imborrables las impresiones que me dejó su lectura en la memoria y en el corazón, porque es la pura verdad que no recuerdo haber leído trozo de poesía más honda, más humana ni más conmovedora. Hasta los desaliños (pocos y de bien fácil corrección) con que está escrita, lejos de perjudicarla, la favorecen, porque revelan la abundancia con que el raudal del sentimiento fluye en los manantiales del alma. Esto es ser poeta de veras. Creía yo a este cuadro obra vivida, como ahora se dice, o, por lo menos, labor de un hombre muy avezado a luchar cristianamente con los grandes conflictos del corazón; pero nos declara usted que se trata de un muchacho, y esta noticia dobla mi admiración. Por lo extraordinario de esa flor del «ramillete» que, con feliz ocurrencia, ha formado usted en honra merecida del joven poeta, no es de extrañar que las restantes queden algo deslucidas a su lado, con ser todas ellas muy hermosas y fragantes y dignas del huerto en que han nacido. Pero los grandes aciertos se repiten pocas veces, y del Sr. Galán puede afirmarse que acertó de veras en El Ama. Consérvele Dios la inspiración de que tan copiosamente le ha dotado, y vengan a purificar este ambiente frío y sepulcral en que nos envuelve la tendencia malsana de los libros al uso, nuevos cantos suyos, impregnados de los aires que en los campos se respiran «embalsamados del tomillo y del cantueso, aires de salud y de frescura, que vigorizan el cuerpo y deleitan y robustecen el alma», como usted dice en las páginas que dedica a la presentación del nuevo poeta, las cuales no son, por cierto, la poesía menos delicada de la colección, ni la flor menos peregrina del ramillete. Sirvan, entretanto, estas breves líneas de homenaje, que gustoso rindo al recién llegado vate cristiano, a la vez que testimonio de la cordialidad con que me reitero de su ilustre amparador, respetuoso y muy obligado amigo y admirador, que besa s. a. p., J. M. DE PEREDA.
[72].- El conde de Casa Segovia. [73].- Cuando estas líneas escribimos, vemos con gran placer en un radiograma de Berlín que entre los escritores españoles traducidos en una velada literaria celebrada en una Universidad alemana, figura G. y Galán acompañado de otros contemporáneos. [74].- Esta carta está dirigida a D. José González Castro, que se firma con el seudónimo de Crotontilo en «El Adelanto», en cuyo periódico publicó casi todos los que de Galán conserva. [75].- Se refiere a su madre, a cuya pérdida dedicó su magistral composición premiada en el certamen. [76].- Sánchez de Castro son varios hermanos, uno de ellos famoso literato, ya fallecido. [77].- La poesía se titula «Amor de madre». [78].- Los hermanos Berrueta dirigían entonces: «El Laboro» son tres excelentes escritores: Mariano, Martín y Juan D. Berrueta, profesores todos muy conocidos. El primero es autor de «Alma charra». [79].- El Sr. Unamuno ha dicho varias veces que algunos versos tienen las repeticiones de las danzas congolesas. De Zorrilla lo ha dicho en contra la opinión de sus admiradores. [80].- El poeta siempre leyó con gusto los artículos del Sr. Unamuno, mucho antes de que éste se ocupase de sus versos. El discurso que pronunció el sabio catedrático cuando la señora Pardo Bazán vino a Salamanca es de lo mejor que se ha dicho de nuestro poeta. [81].- Se celebró el homenaje, poniendo una lápida e imprimióse un folleto en el que figuran versos del poeta. [82].- La muerte de su padre, D. Narciso Gabriel. [83].- D. Antonio Fidalgo. Director entonces de lo Contencioso. [84].- Le animaba a que escribiera alguna pieza para el teatro, que suele producir más que la poesía. [85].- Jesús es el primogénito a quien dedicó El Cristu Benditu; ha terminado el grado de bachiller con una beca concedida por S. M. el Rey para seguir la carrera en El Escorial. Merced al Marqués de Borja, sigue disfrutando la beca y adelantando sus estudios de Derecho. [86].- Al darle el primer premio le dirigimos una carta colectiva, a la que contesta; los mismos que pocos años después por suscripción popular le hemos colocado una lápida en la Escuela de Piedrahita. [87].- Las cartas eran de Pereda y del P. Mir, que van a continuación. [88].- «La Basílica Teresiana», que fundó el padre Cámara, que sigue publicándose bajo la dirección de D. Antonio Baiza. [89].- Estas tres cartas, dirigidas al P. Cámara, han sido adquiridas gracias a la amabilidad del P. Julián Zarco Cuevas, Agustino de El Escorial, y el P. Cándido de la Fuente, de la misma Orden, Director de Calatrava. Seleccionado y editado por Mariano de Santiago Cividanes Edición digital basada en la edición de Madrid, Fernando Fe, 1918
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