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Epistolario de Gabriel y Galán Gabriel y Galán, amigoEn casi todas las cartas no sólo se revela como amigo leal, sino que con sus sabios consejos procura guiar y prevenir obstáculos; quiere llevarme de la mano por los senderos de la vida y siempre me alienta para el trabajo, y más que nada para que no pierda la fe; tiene siempre a Dios en los labios y algunos parecen escritos por un San Juan de la Cruz, diciendo que tanto más es su cariño cuanto más virtuosos seamos. El ser a la par maestro y amigo fue el secreto que hizo tener sobre sus discípulos una influencia y casi sugestión para formar el carácter. Piedrahita y Noviembre 28, 1895. Querido Mariano: Acabo de recibir tu tarta y de romper una tarjeta que ya tenía escrita para ti. Pepe te abrazará de mi parte. Probablemente se irá desde ahí a la corte y no sé si se nos quedará por allá para siempre, enamorado de la vida del gran mundo. Creo que no, porque quiere mucho a su madre y a su pueblo y algo también a mí. Aconséjale que vuelva pronto, porque aquí le queremos más que en Madrid y nos hace más falta aquí que por allá. No necesito decirte cuánto celebro y celebran en tu casa la noticia de que ocupas hoy el primer puesto de la cátedra. ¡Adelante, adelante!... y nada más. Yo también te abrazaría de buenas ganas en las próximas vacaciones; ¡ya lo creo! Pero si no puede ser, paciencia y calma para esperar. ¿Te escaparías de buena gana con Pepe, si te dejaran, a pasar unos días por Madrid? Acaso si... pero ya sabes que ni puedes hacerlo, ni debes pensar en ello, ni te conviene tal cosa. Deja a Pepito, que se divierta unos días por allí y que vuelva pronto a verme, que es lo que yo deseo. Agradezco los recuerdos de José y Julio y se los devuelvo con creces, alegrándome mucho de que seas amigo suyo. Julio, el de aquí también me encarga que te salude y que no te olvida. De Pepe nada te digo, porque él te dará esta carta con un abrazo que te envía JOSÉ MARÍA. Piedrahita y Enero, 1896. Querido Mariano: Me he lucido, la verdad. Uno de los principales motivos (¡quién sabe si el primero!) que tuve para venir a este pueblo el mismo día de los Reyes, era saludarte antes de que volvieras a tu encierro. Dejé disgustada a aquella gente, que no comprendía mi empeño de venirme más pronto que ningún año. Y después de ponerme enfermo en Béjar, donde pasé las de Caín, llegué, por fin, a tu pueblo, y... lo demás ya lo sabes. «Los seminaristas se fueron ayer», me dijeron en cuanto llegué. Yo disimulé y no dije nada con la boca. Interiormente dije: ¡Pues me he lucido! Como recuerdo de mis excursiones a los jabalíes y venados[35] por sitios inaccesibles, me he traído una herida en un pie que todavía no me ha dejado salir de casa, pero que ya va cicatrizando gracias a Dios. La verdad es que por aquellos abismos nadie andaría más que un chiflado como yo... y los que me acompañaron, porque la casta de los chiflados no se acabará mientras el mundo sea mundo. Mi madre, que ya te quiere[36], no sé por qué, me hizo cien preguntas relativas a tu personalidad de seminarista y cura en ciernes. Quiere y espera, cuando lo llegues a ser, que lo seas bueno. «¿Entiendes, Fabio, lo que voy diciendo» por boca de mi madre? Pues tú verás si quieres complacerla. Y con muchas memorias más para Julio y José, se despide por hoy tu amigo invariable siempre JOSÉ MARÍA, EL COJITO Querido Mariano: Tu nota es muy honrosa y te doy mi enhorabuena. Parécenle que no estás conforme, porque esperabas más. No te preocupe tal cosa: las notas suponen ciencia pero no la dan. Además, la tuya, repito, es honrosísima y debe satisfacerte como a mí me satisface. Los conocimientos no están en la papeleta de examen; están en la cabeza del que estudia. Y, por último, si realmente te han lastimado en tu noble ambición de buen estudiante, mejor. Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, etc. etc. Come mucho, bebe más y descansa para otro año. Así te lo recomienda o te lo manda tu maestro y amigo, JOSÉ MARÍA. Querido Mariano: Nada de preámbulos, porque hace tiempo que vengo observando que se me va todo en prólogos, como me ha sucedido con un álbum[37] que empecé a escribir diciendo: voy a cantar esto, voy a cantar la de más allá, voy a decir qué se yo qué, voy hacer y acontecer, y cuando me apercibí de todo, se me había acabado el álbum sin acabárseme el prólogo. Nada he de decir en tu casa de tu enfermedad, no tengas el menor cuidado por eso. Pero la verdad es que la salud vale mucho y no es cosa de que, por temor a cualquiera resolución que tus abuelos tomaran si lo supieran, vayas a estar tú sufriendo sin ponerte en cura de una manera seria y decidida, y haga la enfermedad progresos que ahora podrían corregirse y acaso más tarde no. Tú has crecido mucho, estás demasiado delgado, y, aunque materialmente hambre no pases, es posible que necesites alimentación más nutritiva que la que ahí pueden darte. Y si no, ya ves lo que el médico te aconsejó, y por cierto que no me dices si tomas lo que te dijo, por lo menos las medicinas. Conmigo tienes confianza; dime sinceramente si te sientes débil, sin notas que tus fuerzas han disminuido o tienden a disminuir, si sientes dolor alguno, etcétera, etc. Si así fuera, pide permiso al Sr. Rector o a quien corresponda para que permitan que se te envíen algunas cosas que necesites, como jamón, lomo, etc. Nada te importe de tus abuelos, porque si quieres que ni eso sepan, yo te envío lo necesario sin decirles nada a ellos. Y si no te atreves a decírselo al Sr. Rector, dame su nombre y yo trataré el asunto directamente con él. En fin, piénsalo bien y dime en resumen estas dos cosas con entera franqueza: cómo te sientes y qué crees que necesitas para estar bien, si no lo estás. Lo que tienes es indudablemente debilidad[38], pobreza de sangre, y es necesario evitar que la anemia te consuma, apoderándose de ti. Preocúpate, pues, de tu salud, no sólo pensando en hoy, sino que tienes que pasar mucho tiempo en el seminario y es preciso, si es posible, que estés sano y fuerte para los años venideros. De lo contrario, si hoy te descuidas, quizás mañana sea tarde y perdamos más tiempo que el que ahora podíamos perder. Conque, no me engañes, dime lo que haya ocurrido y lo que ocurra con entera confianza, porque no soy tu padre ni tu hermano, pero... como si lo fuera. Yo te prometo solemnemente, para tu tranquilidad, no decir nada en tu casa, si tú no me lo mandas. Comprendo que nada o muy poco de particular sucederá en tu encierro que sea digno de contarse. Mejor: con eso se pierde menos tiempo que averiguando cuentos de cocina, como andamos por aquí. El nuevo párroco[39] me pagó la visita el día siguiente al en que te escribí mi última carta. Estuvo en casa algo más de media hora y hablamos de todo un poco. Es hombre listo, tiene mucho mundo, mucha trastienda, mucha pestaña, que dicen los chulos. Ahora predica mucho y bien. Tiene muchos oyentes, no en la Misa, en los sermones; porque, luego que acaba de hablar, seguimos con la costumbre de ir desfilando, desfilando, hasta que nos quedamos otra vez en «la soledad inmensa del vacío». Los carnavales han estado desanimados, aburridos, estúpidos. Una comparsa de marinos y unos cuantos bailes es lo que ha habido. ¡Ah! y unos hombres muy brutos, disfrazados de personas durante el resto del año, se pusieron en esos días trajes muy en armonía con sus respectivas inclinaciones. Cuando se acabará la tierra, nadie puede predecirlo; ni el mismo general en jefe. Pero desde que Weyler llegó, es lo cierto que ha tomado muy favorables rumbos y que adelantan bastante hacia una solución satisfactoria para nuestras armas. El que diga más que esto, o no sabe lo que dice o dice cosas que no sabe. Te lo digo para tu gobierno y para que no creas otra cosa que te digan. Y si hay un seminarista que tenga ahora más noticias y mejores de la guerra que ya, que me lo diga. ¡Y eche usted digas! A todo esto, es la una y media de la madrugada y me voy a descansar. Escribe pronto a tu amigo que te abraza JOSÉ MARÍA. Piedrahita. Frades, 11 de Agosto de 1897. Querido Mariano: ¿Qué quieres que yo te diga de tu proyecto de traslado a Salamanca? El asunto es delicado para quien, como yo, puede contribuir a inclinar tu voluntad en uno o en otro sentido y equivocarme en cuanto a las consecuencia de la determinación aconsejada. No es este caso de índole de otros, en los cuales pueden ser, y son garantías de acierto la experiencia, la serenidad de juicio, etc., etc. En este asunto como dicen los charros en el de las bodas, más vale acertar que escoger. Y siendo cuestión de buena o de mala suerte más que producto de bien maduros pensamientos y de acertados juicios, debe ser el interesado quien resuelva, porque en ello se juega algunas cosas que nadie puede devolverle si las pierde. Sin embargo, yo, ni en esto ni en nada que te interese, puedo abandonarte en absoluto. Y ya que otra cosa no pueda, por lo menos, te diré cuatro palabras para que sepas pensar el asunto siquiera con orden, y por todas sus caras y resuelvas en definitiva según te parezca. La cuestión tiene tres principales aspectos: el económico, el académico y el relativo a tu salud. En cuanto al primero carecemos de datos que de un modo seguro acrediten la conveniencia del traslado. Pero, si no seguros, los hay probables, nada más que probables; y en lo que pueden llamarse seguros es en lo de que no ha de serte la vida en Salamanca más cara que en Ávila. De modo que, como cosa averiguada, sólo puede contarse con que no te cueste mayores sacrificios tu estancia en la primera que en la segunda de las ciudades nombradas. Algo más podría yo decir sobre esto de haberlo sabido cuando estuve en Salamanca, pues hubiera tanteado el terreno por mí mismo. Desde el punto de vista académico, creo yo que te conviene el traslado. Puedo equivocarme en esto también, porque yo no conozco aquello por dentro, aunque he vivido en Salamanca mucho tiempo. Pero opino lo que digo fundado en razones generales que cualquiera alegaría sin conocer ambos seminarios. El de Salamanca, como sabes, es Central, mucho más numeroso, dirigido por jesuitas[40], con más elementos de vida que el otro, más necesidad de tener un buen profesorado, y por último, establecido en una capital donde el ambiente intelectual es muy otro que el de ciudades que no poseen tantos centros docentes como la capital de esta provincia, que no es un Madrid, pero tampoco es un Ávila. Queda tu salud, y de esa sólo Dios es quien dispone, y puede del mismo modo dártela en Ávila que aquí quitártela en Salamanca. Ambos climas son crudos como ellos solos, pero, dentro de esa crudeza, lo es mucho más el de Ávila, o yo no recuerdo como es el de Salamanca. Puede influir algo en mi opinión el hecho de que en Ávila, con sólo verla, se siente frío, sin que lo haga. Pero, de todos modos, el clima de Salamanca no hay duda que es menos frío; y entiéndelo bien: no digo que sea más sano, sino algo menos frío. Estas tres principales cuestiones son las que tienes que meditar, sin olvidarte tampoco de que en Salamanca estás más alejado de tu casa, aunque no sea excesiva la diferencia, porque hasta Alba se va en el tren en muy poco rato. Por último, yo nada puedo hablarte respecto a la situación académica en que mañana u otro día tendrás que estar en Salamanca por eso de no ser ésta tu Diócesis, porque yo no entiendo nada de tales cosas. Tú sabrás si con ello ni se pierde ni se gana. Y no me atrevo a pasar más adelante, hijo, porque si yo supiera que ibas ganando en el cambio... pero ¿y si pierdes? Por lo demás, y atendiendo yo a otras razones de carácter puramente accidental, me alegraría que lo hicieras porque, a lo menos en Salamanca tengo un hermano a quien claro es que yo te recomendaría muy de veras para cualquier apuro en que tú pudieras verte. Piénsalo, pues, y después de consultarlo con tu familia debes hacer lo propio con algún cura de tu confianza, verbi gratia, D. Silvestre[41]. Y en cuanto resuelvas, dime en qué sentido lo has hecho. Por hoy nada más. Manda a tu profesor y amigo JOSÉ MARÍA. Frades, 27 de Julio de 1898. Querido Mariano: He pasado unos días en Salamanca con Baldomero y en la Maya con Enriqueta, y ya estoy aquí de vuelta. Antes que se me olvide: pero, hombre ¡qué mal escribes! Ya te he reprendido más veces tus descuidos porque no quiero que nadie se ría de ti. Yo no me río, yo rabio con esas cosas. No seas tan descuidadote, hombre. Empiezas, a lo mejor, un período por su oración principal, la interrumpes con otras dos o tres incidentales y luego pones punto final sin acabar lo que empezaste a decir. En enmiendas y borrones derramas un mar de tinta y lo coronas todo con una ortografía que es más propia de un sargento que de un muchacho que ha estudiado Gramática castellana y anda a vueltas con los clásicos latinos. Yo no puedo enseñar a nadie tus cartas porque lo primero es que las personas ilustradas no te juzguen ignorante, y las ignorantes deseado. Sé muy sencillo en tu lenguaje, porque para hacer con él lo que yo veo que tú quieres hacer, es temprano todavía y no lo manejas como es necesario manejarlo para escribir con cierto descuido y con graciosa soltura. Ya lo conseguirás, pero no si te precipitas y lo echas todo a barato. Esa ortografía, sobre todo, tira de espaldas al que te lee, Mariano. Ya ves que yo mismo no me pago de las formas demasiado y que escribo siempre a vuela pluma. Pero tengo algún cuidado, siquiera en lo principal. Yo no te pido elegancias, te pido corrección y sencillez: no te pido esmerada forma de letra, te pido ortografía. Ya ves a Pepe, no ha hecho, como tú, estudios especiales en estas materias, y su carta está mejor escrita que la tuya: tiene lenguaje más claro y más preciso, más limpio y más correcto, tiene muy aceptable ortografía y no tiene borrones acá y enmiendas acullá, como la tuya. Sé sencillo y hablaras claro: observa cuando leas y escribirás con ortografía. ¿Quién más que tu ganará en ello? Mi salud, gracias a Dios, es buena. No hago gimnasia con aparatos, pero la hago, y muy sana, con la escopeta en el monte. Esto, unido a que leo poco, no estudio nada y como y bebo muy bien, es bastante para que me reponga por completo. No escribo más por dedicarte un parrafillo a Ricardo, al cual se lo leerás. Te quiere tu maestro JOSÉ MARÍA. Querido Ricardo[42]: Te agradezco el interés que te inspira mi estado de salud y me alegro de que el tuyo sea excelente. Veremos si es duradera esa constancia en el trabajo que me anuncias en tu carta. Si lo es, el bien será para ti, y la satisfacción para tus padres, para mí y para todos los que te quieran como nosotros. Da recuerdos a tu padre y sabes te quiere tu maestro JOSÉ MARÍA. 4 de Abril de 1899. Querido Mariano: Creo que tu proyecto de estudiar está bien pensado, y sólo hace falta que su realización sea cosa fácil, o por lo menos, que no sea muy difícil. De las combinaciones de asignaturas que haces deduzco, en sustancia, que acabarás el año que viene la Filosofía, después de lo cual, te faltan sólo dos o tres cursos de Moral para ordenarte. No dices si son dos o tres, ni dices tampoco dónde estudiarás la Psicología que piensas aprobar en Ávila después del curso actual. Supongo que la estudiarás en el verano próximo para examinarte en Septiembre y quedarte ya en Ávila cursando la Teodicea y la Cosmología. A mí -ya te lo he dicho- me agrada cualquiera plan que abrevie tus estudios, porque esto creo que te conviene mucho, atendidas las circunstancias de salud, de bolsillo y aun de familia. Cultiva las relaciones que tengas con tus profesores y amigos más influyentes y hazte apreciar de todos cuanto puedas, porque pueden valerte muchísimo para lograr tus propósitos. Celebro, finalmente, que hayas pensado con detenimiento acerca del camino que ha de llevarte al porvenir, y creo que en tus decisiones no habrá influido poco ni mucho ningún capricho del momento, ni el temor de disgustar a nadie con un cambio de dirección, ni los impulsos de cierta religiosidad romántica, poco sincera y poco formal, que lleva a cualquier muchacho algo poeta al deseo de ponerse una sotana, si le entra la poesía por el lado de lo místico. Esto último lo digo porque bien sabes que antaño me tenías algo escamado... aunque yo creo que estarás bien curado de aquella erupción de sentimentalismos poético religiosos que arrancaban a tu destemplada y estrepitosa lira aquellos gritos estentóreos con que osabas cantar nada menos que el Santísimo Sacramento del Altar, que era, en tu concepto de entonces
Dispensa que haga la exhumación de tus primeros vagidos literarios, que más bien eran rugidos que me tenían medio asustado; pero yo, estoy todavía algo resentido contigo por los graves insultos que a mí me propinaste cada vez que te lanzabas sobre tu lira como un desesperado para dedicarme alguno de tus atrevidos cantos, que resultaban cantazos disparados como por una honda de vaquero. Ahora se venga aquella víctima tuya (es decir, de tu lira) recordándote aquellos tiempos en que decías pomposamente de mí:
Di ¿y aquel amor que era como la cal?... Ya supongo que aquel vértigo habrá pasado y que estarás hecho todo un hombre formal, dedicado a tus estudios y a tus rezos, sin injuriar a nadie en verso, a lo menos mientras no te resulten algo mejor fabricados que los de antaño. Ya que hablo de versos te diré, reconociendo antes que los míos son siempre muy medianitos también, que hace dos días envié unos a «La Lectura Dominical», y no sé si querrán o podrán publicarlos. He recibido el «Blanco y Negro» dedicado a la Semana Santa y los demás periódicos que con él me enviaste. Incluso el «Canario», que es el que me ha hecho más gracia por la poca que tiene y por su tamaño. Me sucede lo que a Joseíllo Delgado[44], que decía que los periódicos chiquitines le horripilaban. Lo mejor es que el «Canario» pretende enseñar Gramática a otro periódico y resulta que no la sabe él tampoco. No ocurre nada nuevo que contarte. Para que te entretengas un ratillo, te enviaré cualquier día unos versos extremeños escritos para mi Jesús[45]. (Los papás somos todos medio tontos con los hijos.) Te abraza tu amigo JOSÉ MARÍA. 24 de Junio de 1899. Querido Mariano: Hoy recibí el papelito que me envías en el «Blanco y Negro». Celebraré y supongo que aprobarás o aprobarías ayer la Filosofía. Nada me dices de la nota obtenida en Matemáticas. Me está extrañando mucho el silencio que Pepe guarda conmigo. ¿Estará enfermo? Hace muchos días prometió escribirme pronto y no lo ha hecho todavía. Yo he estado dos o tres veces a punto de escribirle a él, pero si no hay novedad en él o en los suyos, no quisiera obligarle a contestar sin haber algún motivo que justifique mis prisas por saber de él. Infórmate tú y dime si está enfermo él o alguno de su casa; y si me dices que no tiene novedad puedes decirle a él que no se dé prisa para escribir, pues en último término, me conformo con saber que está bueno. El 25 salgo con mi tío con objeto de llevar unas vacas a una feria y el 28 iremos a otra, con el propio objeto mi tío, dos criados y yo. La primera se celebra en el Villar, pueblo distante de aquí dos leguas, en la línea transversal, y la segunda en Coria, patria de los bobos, según la tradición. Veré, si Dios quiere, la catedral y la estatua del célebre Bobo que hay en ella o encima de ella. Ahora que voy yo a Salamanca la dejas tú: Válame Dios, y cómo se ponen las cosas! Recuerdos a Pepe y a doña Bernabea y te abraza tu amigo JOSÉ MARÍA. Saluda a D. Silvestre y a doña Encarnación. Tengo prisa. Hoy le envío a Baldomero versos en extremeño que me ha pedido. También le tengo preparada una lista de palabrejas del pueblo, sólo usadas por aquí, para Unamuno, que le encargó que me las pidiera, pues anda allegando materiales para escribir un libro sobre los orígenes del idioma castellano y desea que yo le dé algo que recoja en esta región. Di a Pepe que la primera copia[46] de los versos «El Cristo bendito» la había yo destinado para él y que en mi cartera continúa, pues no me decidí a enviársela por temor de que no fuera muy de su agrado la jerga lingüística de la gente de por aquí, que es graciosísima y pintoresca y expresiva para oída pronunciar, pero no para escrita y leída con nuestro acento, porque de ese modo pierde todo su sabor local. Si yo hubiera podido leerle a Pepe esos versos, se me ríe hasta llorar, seguramente. Mi posdata resulta más larga que la carta. ¿Sabes que continúo distrayéndome? Ayer, estando comiendo, me hice una gran cortadura en el dedo pulgar de la mano izquierda, sin saber cómo fue aquello. Dice mi tía, que lo estaba viendo, que debí de creer que tenía pan en la mano izquierda y que di un tajo con la derecha sin tener nada en la otra. Pues no creas que pensaba alguna cosa del otro jueves, sino que estaba sencillamente acordándome de una cuenta que tenía que dar a un criado. Estoy convencido de que no me caben dos pensamientos a la vez en la mollera, Si llego a nacer sabio o filósofo, me saco algún día los ojos sin darme cuenta. Bien sabe Dios lo que hace. Y el dedo, doliendo mucho. A pesar de todo conozco que estoy muy mejorado, no del dedo, sino de las distracciones, que son cosas malas que le ponen a veces en ridículo a cualquiera y le hacen pasar plaza de persona mal educada. ¿No te acuerdas tú de que algunas veces me hablabas y no te oía? Pues ya incurro pocas veces en esa descortesía. Descontando lo del dedo, hace ya muchísimo tiempo que no meto el remo o la pata con nada ni con nadie. Y espero corregirme completamente. Tan pocas veces te he escrito y tanto tiempo hace que te escribí mi última que ya tenías razón para haberte quejado de mi conducta. Después de escribirte una vez cada tres o cuatro meses, siempre lo hago de prisa y brevemente, a no ser hoy. Pero hoy, en cambio, lo hago por un procedimiento que, como ves, será muy nuevo, pero también es poco limpio. Por no empezar otro pliego lo hago así en forma oval[47] propia para los que estudian matemáticas como tú. Guijo de Granadilla 8 de Diciembre de 1899. Querido Mariano: Por falta absoluta de tiempo no he contestado tu última. No me dejan ni despachar el correo las muchas tareas que ahora tengo. Mil enhorabuenas por lo de los cuartos de la redención, y que caigan muchas brevas como esa. Enhorabuena también cuando te traslades a casa del Magistral, porque en ninguna parte estarás mejor que con él y su familia. ¿Vas a pasar las vacaciones en tu pueblo? Si es que tanto tienes que estudiar, tal vez te conviniera pasarlas en donde estás. Además, quince días son pocos para hacer el sacrificio del viaje. Yo no quiero que vengas ahora por acá. Supongo que hasta te complacerá mi franqueza para hablarte. Tengo (y tendré en el mes que viene) tantas y tantas ocupaciones, que no quiero que vengas tú ni ninguno de Frades por ahora. No estoy en casa más horas que las destinadas al sueño, y el que viniera en estas circunstancias, ni me dejaría moverme de un lado a otro con entera libertad, ni podría acompañarme a mis quehaceres, ni en casa podrían atenderte tampoco ni un momento. Así se lo diré a los de Frades para que no vengan ninguno por ahora ni me esperen en las próximas Navidades, aunque bien siento no poder acompañarles. La recolección de la aceituna, sin contar otras mil cosas a que hay que atender, no me dejan tiempo para nada. A Hervás y Plasencia necesito ir desde hace tiempo y no he podido lograrlo. Hoy he recibido un número del «Correo Josefino» con los versos y una atentísima carta de D. José Campos, a quien también hoy contesto. Se conoce que le has dicho que tengo versos sin publicar y me los pide. De seguro que le habrás hecho creer que tengo inéditas unas cuantas preciosidades literarias, muchacho, y no tengo nada, pues lo poco y malo que tenía de mis tiempos de idealismo inocentón, lo he ido condenando al fuego. Cuando mis ocupaciones me lo consientan, haré algo para la revista que el señor Campos me ha enviado y que le agradezco mucho. De Luis tuve carta hace poco, pidiéndome versos míos. Le envíe unos de Zorrilla y le gustaron, pero dice que los quiere míos, y allá le envíe hace días una composición que escribí hace poco tiempo. Al morir uno de mi pueblo, dijeron cuatro tías calzudonas que había vomitado unas vírgenes, nada menos. El cura mandó guardar el vómito, dio calor al asunto, se desplomaron allí los pueblos próximos, etcétera. Mi padre furioso contra el cura. Toledano le amenazó con hablar de él en los periódicos, y al cabo el hombre ha dicho desde el altar que no fue milagro el caso, que no. ¡Qué curas! Te abraza tu amigo JOSÉ MARÍA. Querido Mariano. Contesto la tuya del 18 del pasado en la que me pides noticias de Jesús y de su mamá. Ambos están buenos, gracias a Dios. Desideria[48] como siempre, muy atareada y haciendo sus novenas y demás devociones en cuanto sus quehaceres le dejan una hora libre. El mozo prospera mucho en todos sentidos. Me sale muy hablador (en algo tenía que parecerse a su padre)[49]. Tiene ocurrencias de hombre grande. Yo no sé dónde ni cómo aprende tanto como sabe. Es traviesísimo y de muy buena inteligencia. Esto último no lo digo yo, sino que lo oigo decir a los que no son su padre ni sus parientes. Puedes decir a Escobar, cuando quieras, que le avisaré cuando publiquen «El Cristu benditu» para que disponga luego de la composición como mejor te parezca. Sentí no poder complacerte ni complacerle, pero ya has visto que mi negativa era justificada. Creo que cualquiera día haré otra composición en verso o un cuento en prosa, de sabor extremeño y se lo daré a la Revista de Extremadura, ya que él así lo desea. Ahora he tenido que enviarle a Baldomero y a Unamuno algo que me tenían pedido, al primero le envíe unos versos y al segundo un cuento y algunos apuntes para una obra que está escribiendo. Baldomero me excita a que escriba prosa, sin dejar el verso, y a que le mande cuanto haga. Hago muy poco por falta de tiempo, y por la misma razón lo hago todo muy de prisa. Algo más debiera trabajar con la pluma, la verdad, pues ya quisieran para sí muchos de los que escriben, que se les ofrecieran padrinos literarios de la talla que a mí se me han ofrecido, sin merecerlo, por supuesto, pero también sin yo solicitarlo. Te abraza tu amigo JOSÉ MARÍA. I.º de Febrero de 1903. Querido Mariano: Muy asendereada vida traes[50]: Siento mucho que así vivas, o que así tengas que vivir, si es que no puede ser de otro modo. Tantos oficios ensayas, tantos estudios acometes, tantos proyectos adoptas y abandonas, que pareces lanzado por no sé quién a perpetua vida de aventuras. Vas teniendo hasta ahora mala suerte: ya lo veo. Y como yo te quiero mucho y te quiero bien, perdóname que recuerde alguna vez, para desahogo estéril, aquella serena vida que yo soñaba para ti, cuando te veía hecho sacerdote, dedicado al vivir sencillo y bueno, sin ese triste ajetreo de ahora, y... con el pan asegurado. Todo el sueño hubiese sido a estas horas hermosa y positiva realidad, si no abandonas tu primera orientación. No es esto acusar, no es regañar, no es traer a la memoria frustrados deseos y no seguidos consejos míos para que veas el contraste resultante. Yo no diré nada que te apure ni que te pueda molestar y aun afligir. Lo que hago es recordar, para satisfacción de mi conciencia el modo que yo tuve de entrever tu porvenir, y contemplar ahora, con dolor de corazón, el triste espectáculo de la lucha desigual que tienes entablada con la vida y por la vida. Bien sabía yo por entonces, como lo sé ahora también, lo dura, lo amarga, lo desagradable que es esa lucha, y lo que cuesta llegar al éxito que se persigue. Por eso contribuí como pude a desviarte algo del camino fragoso; es decir, quería yo que te dieran hecho el porvenir, no que tú solo, rodando por el mundo, tuvieras que andar buscándolo como andas hoy... Repito que nada quiero ahondar en la materia: sería, en efecto, una verdad inconcusa el dictamen de los señores médicos, que, cuando no saben curar -y lo saben pocas veces-, se dedican a dar consejos... ¡ellos que necesitaban tantos! Sería verdad que tu salud se resentía, no por lo que yo opinaba (el encierro, la mala alimentación, etc., etc.), sino por lo que ellos alegar en aquella vulgarota cantinela que entonan junto al oído de las vírgenes que quieren dejar de serlo o de los chicos espirituales... a ratos, que buscan un argumento científico que tranquilice su conciencia... Será o sería verdad todo esto y todo lo que se quiera, pues yo no he de discutirlo a estas horas; pero, por que ello sea una verdad ¿no he de poder yo entonar también otra cantinela en que llore recuerdos buenos de ayer y tristes espectáculos de hoy? Yo tenía esperanzas y me las arrebataron. ¿Con permiso de la ciencia, no podré lamentar la pérdida? Yo me metí a profeta y acerté. ¿Es pecado sentir que la predicción funesta haya venido o lleve trazas de venir a realizarse? Hasta llego a conceder que los hechos han confirmado lo que decían los doctores. Lo concedo porque creo que es verdad que tienes ahora salud. Lo que no sabemos ni los doctores ni yo, es si también la hubieses recobrado con un género de vida en el que no hubiese habido fríos de seminario y bazofias de su cocina. Porque del estudio no hay que hablar puesto que con él continúas. ¡A no ser que también me hagan creer que la Teología desbarata las barrigas y las matemáticas abultan las pantorrillas! -Yo no soy amigo de soluciones radicales en casi ningún asunto. En las luchas no debe abandonarse más que la impedimenta que embaraza y estorba por el momento, pero no tirando todo, armas inclusive. Y basta ya. Tenía ganas de llorar un poquillo por lo que debes figurarte, pues aunque me habrás oído hablarte poco, o tal vez nada, de estas cosas, de sobra habrás comprendido que yo te seguí a la rastra en tus nuevos caminos. Pero ¡ay! que me cantabas la cantata de la salud desbaratada, y como la salud es cosa tan respetable, tan querida y tan necesaria, y como todos creíamos y creeréis que para recobrarla era menester aquello... yo callé, porque tenía que callar. Y callé, entre otras razones, porque también por el camino viejo se pone enferma y hasta se muere la gente, y si un día se me echaban a mí culpas como esas... Hoy ya lo veo, tienes salud, y de tontos es andarte diciendo lo que yo me alegro de ello. Dios te dé ahora lo que te falta: porvenir. Sigue luchando, ya que no tienes otro remedio para vivir, como yo y como todos los pobres, que ganar pan trabajando. Ojalá que tu fortuna te depare pronto lo que deseo para ti, que es mucho y bueno. Tienes que perdonarme esta carta, escrita en un tono que no he querido dar a ninguna de las que te he escrito tiempo ha. Bien sabes que los que sabemos querer, necesitamos decir lo que sentimos, tal y como lo sentimos. Ánimos y adelante. Esta expresión de un pasajero desahogo mío, sirva para convencerte más y más de la necesidad que ya tienes de continuar trabajando sin dormirte para ser algo mañana, y no sea motivo de desaliento y de disgusto para ti, pues me serviría de profundísima desazón. Por hoy no te hablo de cosas mías, porque ya no hay tiempo para ello. Escribe pronto con todo lo que te suceda, y aunque nada te suceda, y no olvides que soy un gran amigo tuyo. JOSÉ MARÍA. 18 de Enero de 1904. Querido Mariano: Llegó tu última, y ya era hora. No debiera decir esto porque yo te tengo también a media correspondencia, pero yo no puedo hacer más de lo que hago, puedes creerlo. Estoy hasta salva sea la parte, y basta de preámbulos. Te metieron pa fuera en las oposiciones ¿eh? Pues ya podías habérmelo dicho hombre, que ello no es ninguna cosa que avergüence ni deshonre. Te advierto que te recomendé a un pájaro gordo, gordo en Madrid, no en cualquier parte. Y me dijo que sí, y me lo dijo muy expresivamente, y hasta con sinceridades. Pero, por lo visto, la cosa no resultó, lo cual no es tampoco ningún milagro, sino cosa muy corriente. Tú no te desanimes por el resultado. Los menos consiguen colocación al primer golpe[51]. Hay que repetir, repetir y estudiar mucho, estudiar mucho. De lo mío no tengo tiempo de hablarte largamente. Digo de lo mío por no decir de lo de esos tus amigos que te han hablado de algo de lo que me convendría hacer. Les agradezco muy de veras la buena intención que supongo en ellos. No me pidas perdón por lo que hables, hombre. Habla todo lo que quieras, aunque sea metiendo el pie una miajita, como con lo de la probabilidad de la piececita para Lara. En eso no puedo darte gusto[52]. Mejor se lo daría por ejemplo a uno de nuestros mejores músicos, que me tiene pedida una zarzuela grande; sería, por supuesto, para estrenarla... el día que yo quisiera. Y riesgo por riesgo, la elección no es dudosa entre una piececita para Lara y una zarzuela para el Lírico. Lo del Dardo[53] no te preocupe. Todo lector discreto no extraña ciertas cosas. Hay que saber también dónde se lee y por qué se habrá escrito. Se lee en El Dardo, por ejemplo: se escribe... por cortesía, por compromiso, etc., etc. No tengo más tiempo y siempre así, querido. Escribe más a menudo que yo, tú que puedes, y recibe un abrazo de tu amigo JOSÉ MARÍA. Ahora, a cuenta del mensaje de Zaragoza a la Universidad de Salamanca, enviándola mi diploma, ha surgido un lío tan grande entre Unamuno y el Claustro, que yo no sé en qué acabará esto. Al librero que pague 100 ejemplares de «Castellanas» al hacer el pedido, se le hace un descuento del 30 por 100 de su valor. Al que los vende en comisión se le abona 15 por 100. Si alguien los quiere en tales condiciones, me lo avisas, para dar yo la orden de que se los envíen. Guijo de Granadilla I.º de Febrero de 1902. Querido Mariano: Celebro que hayas llegado con felicidad a la corte. Yo no te entiendo. Hace tiempo perdí el hilo de tu ovillo, y realmente, Mariano, no sé hacia dónde va rodando tal ovillo. Eso es un lío de cálculos, proyectos, optimismos, estudios, carreras y oposiciones, y cuerpos, y cosas, que a mí no me van cabiendo ya en la cabeza. Últimamente quedamos en que hasta Mayo; ahora (que ya es más últimamente), resulta que tal vez hasta Octubre[54]... Y yo, entre esta y otras cosas, no sé ya ni a qué atenerme, ni por dónde apearme, si por el rabo o... por las orejas. Lo creo: te gustará mucho esa vida, aunque yo no sé qué vida es, pero lo creo. ¿Qué voy a hacerlo, sino creerlo? A mí también me fue muy bien en Madrid, porque en Madrid hay para todos los gustos, y para todas las fortunas, y para todas las tendencias. Yo no sé si podremos vernos por ahí algún día. Creo que no, porque si yo tengo grandes deseos de ver por ahora a la gran ciudad, ni los pocos asuntos que tengo y tendré en ella me obligarán a visitarla, porque podré resolverlos sin moverme de mi puesto. Tengo ahí algunos amigos, y de ellos me valdré para dar solución a mis pequeños negocios. Los que ahora traigo entre manos no puedes tú resolverlos y por esta razón no acudo a ti en demanda de servicio alguno. Para las cosas literarias de que me hablas en la tuya, me estoy carteando frecuentemente con Villegas (Zeda), que precisamente me acaba de escribir con motivo de los encomiásticos artículos de crítica que publicaron días pasados El Imparcial y El Universo sobre la composición que envié a los Juegos Florales de Salamanca. Ahora mismo acabo de contestar la carta que me escribió el crítico de El Universo, a quien no conozco más que como escritor público, enviándome unos números del referido diario. Del libro te hablaré otro día, que hoy estoy cansado de escribir cartas. No te olvides, hombre, de tu amigo JOSÉ MARÍA. SR. D. MIGUEL DE UNAMUNO. SALAMANCA. Mi querido amigo: Ha llegado el momento de utilizar el bondadoso ofrecimiento que me hizo usted en favor del maestro interino de Zarza de Granadilla, D. Victoriano Mandado Mediante, que cesa en su interinidad el día primero de próximo Noviembre. Se dirigen a mí los zarceños (me escribe el alcalde) para que interese el ánimo de usted en favor de tan discreto maestro, al que quieren mucho. Ha solicitado ya en esa provincia otra interinidad, sin determinación de ninguna, y el deseo es que le dé usted, si le es posible, la de una escuela de 825 pesetas, para que pueda dar de comer menos malamente a su numerosa familia: tiene seis hijos. Perdóneme la molestia y la buena memoria que tengo para recordar ofrecimientos. De por aquí nada tengo que contarle: que ando muy atareado estos días con mi pequeña sementera. De libros y papeles, poco también. En mis ratos de vagar, sigo escribiendo versos para, algún día, hacer otro pequeño tomo de ellos. Estos días me pidió doña Emilia Pardo Bazán[55] todo lo que he publicado. Me dice que quiere hablar de ello en una revista de Francia. Y, claro es, me quedaré sin saber lo que allá diga. Muy pronto tendré el gusto de verle, porque necesito hacer un viaje a esa ciudad. Hasta entonces se despide de usted y con afecto le saluda su buen amigo s. s. JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN. Guijo de Granadilla 19 de Octubre de 1902. Querido Mariano: Al vuelo, porque me es imposible hoy otra cosa te digo que recibí tu carta y quedo enterado de todo. Dime quiénes son los jueces del Tribunal cuando los conozcas y veré de recomendarte a quien conozca que pueda hacer algo por ti. Y dime cómo se llaman los destinos a que aspiras para poder hacer correctamente la recomendación. No será fácil el que a las primeras oposiciones obtengas plaza, porque lo más frecuente es tener que repetir; pero no por eso te desanimes, porque el que se sienta en el camino o retrocede no llega al fin del viaje jamás. Estudia mucho y déjate de insanas preocupaciones que no sirven para otra cosa que para quebrantar la salud y robar tiempo y energías muy necesarias para otras empresas útiles[56]. Ya sabrás que me han dado la flor natural en los Juegos Florales que van a celebrarse en Zaragoza. Además, según veo en la lista de los demás trabajos premiados resulta que me han premiado también otras tres poesías que mandé además de la que ha obtenido el premio de honor. Acabo de contestar un telegrama del alcalde de Zaragoza, delegando en él la facultad de nombrar reina de la fiesta, porque yo no voy a Zaragoza aunque me den para un burro[57]. Acabo de pasar ocho días en Salamanca y vengo fastidiado. Para descanso empieza a caer una nube de cartas y tarjetas que me tienen reventado. No puedo ¡imposible! hacerte hoy una copia de las poesías. Sólo a Baldomero le he podido dar copia de una. Trabaja y no te olvides de tu amigo y maestro JOSÉ MARÍA. Mi buen amigo: Llegué bien a ésta tu casa, y para que lo sepas, aunque ya te lo dijese en una postal, te escribo estas líneas a toda velocidad. Mi prolongada ausencia de aquí ha sido causa de un retraso general en mis tareas, y no quiero darme punto de reposo hasta que logre poner mis cosas al día. Aún estoy, y estaré no sé cuánto tiempo, bajo la acción de las impresiones en Cáceres recibidas. Y a medida que las horas van pasando y yo recogiendo ideas que traje dispersas por falta de reposo para reunirlas y ordenarlas, voy comprendiendo que Cáceres se excedió conmigo en sus obsequios, y que yo tal vez estuve débil al admitirlos tan grandes y desusados sin hacer más protestas de las que hice en los comienzos de las cosas. Total, que se ha metido en la cabeza que me huele a vanidad, y el perfume de esta señora de mal vivir es de los que me producen terribles náuseas. Hay una cosa que por lo halagüeña que es para mí me hace olvidar de todo algunos ratos, y es que en Cáceres tengo yo buenos amigos. Pero en seguida me pregunto: ¿y me los he ganado lícitamente o es que he violentado las cosas hasta el punto de abusar de la cortesía de todos y ahora me hago la ilusión de que me los he ganado? Te estoy ya oyendo decir que me deje de preocupaciones que no tienen base sólida, etc., etc., pero es lo cierto que aún estoy desconfiando de mi conducta en Cáceres. Di a todos esos buenos amigos, a medida que vayas teniendo ocasión de ello, que la deuda de agradecimiento que me han hecho contraer es muy grande, pero que también lo es el sentimiento de gratitud que cabe en mi corazón para todos. Bien sabes que te quiere tu amigo JOSÉ MARÍA. AL SR. D. LUIS GRANDE BANDEESÓN. CÁCERES. Distinguido amigo mío: Última nota del concierto de aplausos que en Cáceres he escuchado, llega la carta de usted hasta el silencio de la aldea. Y no ha venido en la obscuridad simpática de cerrado el pliego de amigo, para yo leer y callar, sino arriba, en las columnas de un periódico, en la altura para que el aplauso suene; a la luz, para que a mí se me vea; al aire, para que el eco se desparrame por todas partes. Está bien, querido amigo. Pero ahora voy también yo a encaramarme por única vez para estas cosas, en las columnas del periódico, y a platicar en voz alta desde ellas. De cualquier modo, en Cáceres, el escándalo está dado; lo dimos todos: sus paisanos con las palmas de las manos y con la lengua; usted y los periodistas con la pluma, y yo, con los ojos y con los oídos, a todo abiertos, y no digo con el alma, porque ésta, gracias a Dios y a mí, cerrada estuvo y está para todo lo que ella sabe que no puede merecer. Porque lo siente, lo sabe; porque lo sabe, lo afirma, y porque afirma como lo siente usted oírla y creerla. Y si no, niégueme usted que la tengo, porque es mejor no tenerla, que tenerla poco honrada. Yo no he debido ir a Cáceres. A buena hora lo digo, ¿verdad amigo mío? Pues no pude antes decirlo por ignorar lo que es Cáceres y por saber lo que yo soy. Sabía, sí, que en esa ciudad tenía cuatro o seis amigos a quienes nunca había visto, y alguno a quien ya conocía personalmente. Les prometí una visita que estrechara la amistad y allá fui. No resultó una modesta visita; pero ellos tienen la culpa, y páguela quien la tiene, que eso es hermosa justicia. Resultó... lo que usted sabe; lo que debe reservarse para los buenos hijos de la casa, la honran con sus méritos; para los padres que la dirigen con sus talentos y la defienden con sus prestigios; y en todo caso, para quien vaya de fuera con un nombre hermano, ya de las ciencias o de las artes, o de la industria, o de la política...; pero no para muchachos que escriben versos, así derramen en ellos los sentires de su alma y logren dar una simpática nota que interese los corazones honrados, naturalmente propensos a las emociones puras, fáciles de despertar en ellos porque las tienen por su mejor nutrimiento. Mi obra (¡pobre obra mía!) es la obra de los oscuros del mundo de la cultura; una obra bien intencionada, pero muy pobre; honrada porque es sincera; buena, porque Dios no la reprueba...; versos modestos, poesía sana para el pueblo, que es mi padre, y yo lo quisiera creyente, lo quisiera resignado, trabajador y tranquilo, fuerte y bueno... Y porque tanto lo amo, también lo quisiera artista, también lo quiero poeta... Todo esto ¿sabe usted lo que merece? Pues es buena moral, nada; bien lo sabe; es un deber de los más elementales. Pero puestos a premiarlo con buen premio, basta con un apretón de manos y una frase como ésta: «Somos amigos; siga usted haciendo lo que buenamente pueda, que eso hacemos los demás; y Dios nos lo pague a todos». Pero esos amigos de Cáceres (ya tengo muchos: ¿les parece flojo premio?), esos amigos de Cáceres, y usted es uno, cuando premian a un poeta ya son espléndidos hasta llegar al derroche. Ellos son también poetas, y al sentirse estremecidos por la emoción artista, aplauden sinceramente al poeta que les canta la canción, sin cuidarse de observar que el poeta, que el milagro no es aquel, sino el que cada uno de ellos lleva dentro de sí mismo. Eso es todo; y así se explican y así solamente pueden conciliarse dos cosas contradictorias que son dos grandes verdades: la honrada sinceridad de sus aplausos y el escasísimo valor de la obra a que los han dedicado. Los plácemes que corresponden a su exquisita percepción, que sólo precisa un toque para surgir vigorosa, se los dan a quien solamente sabe recordarles la belleza ¡son generosos! No se acuerdan de sí mismo al aplaudir a su prójimo; su modestia no peligra. Pero aplauden, y resulta que quien paga los vidrios rotos es la modestia del prójimo, que ve caer sobre sí puñados de hojas de laurel que, realmente, no son suyas. ¡Pequé de debilidad! «Me parece que me he dejado querer demasiado», le he dicho a modo de confesión a mi querido huésped en Cáceres, D. Guzmán Fernández, que es sacerdote, y acaso quiera absolverme. Supongo que no encontrará la fórmula, porque yo no estoy dispuesto a restituir. Mi pecado me ha valido un buen número de amigos[58], y eso yo no lo devuelvo. Su carta, que me honra demasiado, me ha dado el mejor pretexto para desahogarme un poco, porque estaba... Largo ha resultado esto; pero es muy grande la bondad de los lectores de «El Fomento», y la de su amable director. Mi deuda de gratitud hacia usted es inmensa; pero también es inmenso el sentir de mi alma agradecida. Es de usted buen amigo y seguro servidor, que besa su mano, JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN. Guijo de Granadilla, Enero de 1913. SR. D. JULIO DE LA CALLE. ROMA. Mi buen amigo Julio: De todas veras te agradezco la enhorabuena que me envías con motivo de haber obtenido la flor natural una poesía que llevé a los Juegos Florales de Salamanca. Y ya que en tu grata me significas tu deseo de conocer esa composición, te la remito adjunta, recortada de uno de los rotativos de Madrid que la reprodujeron. Mayor gusto mío fuera enviártela en una edición más esmerada y elegante; pero, aunque me dieron numerosos ejemplares en revistas de lujo, esta es la hora en que no me han dejado uno sólo los amigos, los conocidos y aun los que no son lo uno ni lo otro. De todos modos, aparte alguna ligera incorrección, lo mismo dice el adjunto ejemplar que los mejor editados. La premiaron con la Flor natural, un diploma y el ramo de oro que regaló el Ayuntamiento de la ciudad a guisa de portaflor. A mí con los dichosos Juegos, me han sobado horrorosamente. Me hicieron ir a Salamanca, nombrar reina de la fiesta (que lo fue la esposa de mi hermano Baldomero), me hicieron disfrazarme de frac, presenciar la fiesta con el jurado y el mantenedor desde el escenario, etc., etc. Y después, cuando pude escaparme al pueblo, me ha caído un diluvio tal de cartas, tarjetas, periódicos con bombos estupendos y peticiones de más versos, que han pasado cinco meses y continúa el bombardeo. Estoy comprometido a escribir un pequeño tomo de poesías, que ya tengo casi terminado y que enviaré pronto a un editor de Madrid para su impresión. El Ama figura también entre ellas[59]. Hablemos ahora de ti, aunque sea poco, porque todo tengo que hacerlo muy de prisa. Ante todo, mi parabién por tus progresos académicos. De los espirituales nada quiero decir, porque siempre los he supuesto en continuo y vigoroso avance[60]. Dichoso tú, que a ellos puedes dedicar una gran parte de tu tiempo y de tus energías. Nosotros tenemos que consumir uno y otros empeños de menor cuantía que esos en que tú andas embebido. Rezar y estudiar es un programa de vida que parece un programa de eterna fiesta para los que andamos siempre enfrascados en el cumplimiento de otros deberes o atolondrados en medio de la general ligereza que preside la vida en estos dichosos tiempos... Aprovéchate ahora, bébete media Ciudad Eterna por los ojos y por la frente y tráenos luego aires puros; que andamos hambrientos de ellos en esta querida y desventurada patria[61], cuyo amor habrá revivido en ti con mayor fuerza que nunca desde que estás de ella ausente. Dios te dé todo género de dichas y prosperidades, y no te olvides de que en esta aldea tienes un sincero amigo. Mi esposa te agradece y devuelve tus saludos, que recibirás unidos a los de tu paisano que te aprecia de veras, JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN.
[35].- Una de las diversiones favoritas del poeta era la caza; era buen tirador, y en Extremadura asistió a varias de reses; en su despacho tenía la cabeza de un venado. [36].- Doña Bernarda Galán, madre del poeta, personificación del Ama, era tan hermosa como inteligente, y cuentan los que conocieron a la madre de ésta que también lo fue, en uno de los viajes que hizo a Piedrahita fue cuando la conocí, no es extraño, que me quisiera al saber que yo no tenía padres y su hijo me distinguía quizá por esa causa. [37].- Se debe referir al álbum que escribió al entonces niño José de la Fuente, de donde he tomado algunos versos, publicados en El Salmantino. [38].- Efectivamente estaba muy delicado. [39].- Don Gabriel Herráez, que murió de párroco en Arenas, hombre culto e inteligente. [40].- En la actualidad, la dirigen los llamados de vocaciones eclesiásticas, y de su periódico, el «Correo Josefino», he copiado algunas cartas que me proporcionó el rector del Seminario y el docto catedrático de Escritura, D. Balbino Santos. [41].- Coadjutor de Piedrahita, que por sus virtudes era muy querido del poeta. [42].- D. Ricardo Hernández, otro de sus discípulos. [43].- Como nos enseñó a hacer versos, casi todos los mayores hicimos ensayos que él ridiculiza. Aunque no eran buenos los míos, no eran los que él inventa. [44].- Sacerdote párroco de Bonilla, provincia de Ávila. [45].- Se refiere al Cristu Benditu. [46].- Esta copia fue la que el Sr. Unamuno llevó a Madrid y leyó a los críticos y poetas de que me habla en otra parte; nótese la importancia que él da a estos versos, en los que demostró que tenía cantera de gran poeta. [47].- Está escrito el original alrededor de la carta. [48].- Esposa del poeta. [49].- En otra parte ya hemos dicho que la conversación del poeta era amena y chispeante. [50].- Al dejar la carrera eclesiástica, empecé a estudiar la preparación de Ayudante de Ingeniero y sin protección y delicado tenía que estudiar cosas nuevas. [51].- Estando en el último ejercicio de las oposiciones de Auxiliares de Minas, le dije si podía recomendarme. [52].- En la carta bellísima que dirige al P. Otaño le dice que él pone el alma en lo que escribe y que no siente el teatro. [53].- Periodiquillo de Plasencia. [54].- Las oposiciones se celebraron en Octubre, en vez de Mayo cuando estaban anunciadas. [55].- Hace poco recibí carta de la ilustre escritora, que no me acompañaba estos datos, por tenerlos en Galicia entre sus numerosos papeles. El discurso que hizo sobre el poeta es quizá el trabajo de crítica más acabado; recientemente apareció publicado en el libro de los señores Carrafa. [56].- Era esta una época de mi vida difícil, pues me encontraba delicado y sin protección, teniendo que trabajar mucho. [57].- La poesía premiada se titulaba «Amor»; fue, al fin, a recoger el premio a Zaragoza, que le agasajó como saben hacerlo los aragoneses. [58].- Siempre me habló el poeta con entusiasmo de los extremeños que le honraron y agasajaron en varias ocasiones. [59].- El tomo de «Castellanas», el primero que se imprimió. [60].- Por sus virtudes, al venir de Roma fue nombrado director espiritual del Seminario. [61].- Gabriel y Galán era un exaltado patriota que sufrió mucho cuando la pérdida de las colonias. Seleccionado y editado por Mariano de Santiago Cividanes Edición digital basada en la edición de Madrid, Fernando Fe, 1918
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