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Epistolario de Gabriel y Galán
Gabriel y Galán, José María


Gabriel y Galán, maestro

     Estaba yo una mañana haciendo la lista de los alumnos de la escuela, cosa tenida por deferencia, cuando se acerca a mí acompañado de un charro vestido con traje de fiesta, calzón de terciopelo, camisa labrada y su chaquetilla cubierta de ricos botones, el nuevo maestro, delgadito, con frase expresiva e inteligente, algo descolorido, como señorito, que pasa largas horas ante los libros, y me pregunta cómo me llamo.

     Al decirle mi nombre le signifiqué que por ser quien mejor escribía estaba haciendo la lista, con la vanidad del chico halagada. Se marcharon ambos y continué copiando nombres con la grata impresión de simpatía y la curiosidad de conocer a quien traía fama de buen maestro.

     Después, al emplear nuevos métodos de enseñanza que suponía trabajo para el que se sabía de memoria los textos antiguos, encontró en mí un enemigo.

     Comenzó a castigar mi vanidad privándome del primer puesto en lectura y gramática, y así pasó medio año entre castigos y regaños, sin que lograra vencer mi animosidad contra sus procedimientos. Me llama un día diciéndome por qué soy tan rebelde, que él me estimaba y que procurara enmendarme; aquella enemistad se convierte en un gran cariño, hace de mí lo que quiere, me lleva con él de paseo, me inicia en sus aficiones poéticas y es para mí el mayor placer recibir sus cartas cuando se marcha a vacaciones. Por instinto de chico conservo aquellas cartas, que eran mi alegría, y desde algunos años antes de su consagración como poeta, presiento el mérito que en ellas se encierra.

     Era para Gabriel y Galán un sacerdocio su cargo; nacido de padres labradores, donde las arraigadas creencias son tradicionales, en esta región quería educar el corazón de sus discípulos tanto como la inteligencia; aquellos ojos enamorados del campo que se embriagaban en la belleza de los amplios horizontes, solían también mirar al mundo interior, donde también veían lo bello y lo bueno. En los versos que a mí me dedicó hay una estrofa que dice:

                                                                                                                                                                  
    Si vacila tu fe, Dios no lo quiera
y vacila por débil o por poca
pídele a Dios que te la dé de roca
          y acuérdate de mí.
    Que yo soy pecador porque soy débil;
pero hizo Dios tan grande la fe mía
que si a ti te faltara yo podría
          darte mucha fe a ti.

     

Tal era su afán de sacar buenos ciudadanos, que salía de paseo con nosotros, nos hablaba al alma de todo lo grande y hermoso a la vez que nos iniciaba en las ciencias. Aquellos tiempos medioevales de los caballeros que luchaban por la fe y los trovadores que cantaban endechas ante la dama que habitaba el castillo, eran para él los tiempos mejores, tiempos en que se luchaba de frente, sin la hipocresía de que era tan enemigo.

     Entre bromas y veras estudiaba las distintas aficiones y psicología de cada chico, y nos hacía versos para hacer resaltar los defectos, entre ellos uno para que me enmendara de mi locuacidad decía así:

                                                                                                                                                                  
    Charlatán incorregible
sempiterno e infinito
que su vicio más temible
es no cerrar su piquito
                es el lorito.

    

 Como los versos eran la afición mayor nos enseñaba también a conocer el arte métrico, y un día para ponernos ejemplo de un ovillejo nos hizo el siguiente:

                                                                                                                                                                  
    ¿Quién es el más pillín?
               Serafín.
    ¿Quién tiene mejores dientes?
               Fuentes.
¿Quién se va primero al grano?
               Mariano.
    Bien equivocado está
el que los crea inocentes
porque son tres puntos buenos
Serafín, Mariano y Fuentes.

     Con estos ejercicios infantiles nos hacía participar de sus poéticas aficiones, ya escribiendo cantares para la escuela, ya en los álbums, o ya en los retratos.

     En la fotografía de un grupo que él presidía puso éste:

                                                                                                                                                                  
    Cuando de Dios el mandato
nos obligue a separarnos
conservad este retrato
como un estímulo grato
para poder recordarnos.
    Yo que os estimo y os quiero
con cariño verdadero
jamás os tendré en olvido.
Y guardaré siempre entero
vuestro recuerdo querido.
    Hacedlo también así
y cuando de mí estéis lejos
sed buenos como hasta aquí
y no olvidéis mis consejos
aunque os olvidéis de mí.
 

     La mayor parte, ni a él ni a sus consejos hemos olvidado, y tenemos por gloria que nos educara un hombre en el que se puede decir encarnaron las dotes que D. Francisco Giner quería para el maestro. «Que tenga una educación fundamental capaz de despertar en su alma un sentido profundo, enérgicamente varonil, moral, delicado, piadoso; un amor a todas las grandes cosas, a la religión, a la naturaleza, al bien, al arte; una conciencia transparente de su fin, nutrida por una vocación arraigada; gustos nobles, dignidad de maneras, hábito del mundo, sencillez, sobriedad, tacto y ese espíritu educador, en fin, que remueve como la fe los montes, y que lleva en su seno, quizá cual ningún otro, el porvenir del individuo y de la patria».

••••

Piedrahita 16 de Noviembre de 1895.

     Mi querido Mariano: Según tengo oído vas a venir a pasar las vacaciones de Navidad. Yo celebraré que así sea y tú me dirás qué hay de verdad en el asunto, porque si lo es, tendría el placer de abrazarte antes de marcharme yo a mi pueblo.

     El Arcipreste ha muerto[16]. No sé si ya lo sabrás. Una pulmonía, complicada con un ataque de asma, le ha quitado la vida en pocos días. Murió el martes, a las siete y media de la mañana, después de una larguísima y cruel agonía que puso a prueba su gran resignación.

     Yo pasé a su cabecera la noche última de su vida y le vi morir como un santo, rezando toda la noche, dándonos cariñosísimos consejos, despidiéndose de la vida sin pena, sin protestar, sin perder ni un minuto la calma de una resignación sincera, cristiana, valiente, santa y hermosa.

     Y cuidado, que su agonía fue de esas que ponen a prueba el temple de cualquiera buen cristiano que sepa sufrir de veras. Al día siguiente, a las nueve de la mañana, le enterraron, asistiendo a la triste ceremonia 14 o 15 sacerdotes y muchísima gente más. ¡Dios le haya concedido lo que con tanta fe le pedía!

     Pasado mañana, domingo, es el día designado por tus abuelos para poner el yerro a los chotos. Yo les acompañaré, ya que así lo desean, y me acordaré mucho de ti con tal motivo[17]. Tenéis doce chotos que herrar y cuatro que señalar. Supongo, aunque aun no lo sé, que los invitados serán los de costumbre.

     Por aquí no ocurre nada de particular, a no ser el triste acontecimiento de que ya te doy noticia.

     Da recuerdos a José y a Julio y recibe un abrazo de tu amigo,

JOSÉ MARÍA.

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Piedrahita 4 de Noviembre de 1895.

     Inolvidable Mariano: o tienes muy poco que contarnos, o no tienes tiempo para contarlo. Si es lo primero, no me sorprende tu laconismo; si es lo segundo, lo respeto y estoy conforme con él. Primero es la obligación que la devoción, pero bueno es no olvidar que hay devociones tan buenas... que casi obligan.

     Quieren en tu casa, y con razón, que seas más cuidadoso para enviarles tus ropas con mayor puntualidad y orden que has observado hasta aquí. Y yo te recomiendo ambas cosas por mi parte para tu mejor conveniencia y para tranquilidad de tu buena abuela, que sólo tu bien procura.

     De tu casa vengo en este momento y todos te recuerdan y están buenos. El abuelo va dejando de llorar tu ausencia, que bastante lloriqueada la lleva, y mucho más cuando mi presencia despierta y aviva en él tu recuerdo. La buena abuelita, muy contenta de saber que tienes colores de salud y deseos de estudiar. Tus tías y tíos, hablando siempre de ti, y yo empezando a enseñar a Inés[18] los deberes de una señora de gobierno para... cuando llegue el caso.

     Pasé el día de Difuntos menos mal en medio de mi soledad. Comió Pepe a mi mesa y con él y Ricardo pasé la tarde en el jardín, viéndoles asar castañas y consolando luego a Pepito, que empezó a llorar por su papá, cuando las campanas le recordaron su muerte.

     Cené en casa de Samuel y allí pasé la velada, no muy alegre por cierto, porque ellos tenían recuerdos tristes, que en tal noche se avivaron naturalmente, porque aún está muy reciente la muerte del pobre Nicomedes. Para él trajeron de Madrid una preciosa y rica corona, que entre otras cintas, llevaba una mía con la siguiente inscripción:

                                                                                                                                                                  
    ¿Para qué ir a visitarte
en la mansión de la muerte,
si en ella no puedo hablarte,
ni puedo siquiera verte?
    Tú en la santa paz del cielo
y yo del mundo en la guerra
no tendremos ya el consuelo
de vernos más en la tierra.
    Más si una santa constancia
para esperar nos da Dios,
¿Qué importa esa gran distancia
que hoy nos separa a los dos?
••••

     A estudiar y a adelantar lo atrasado para marchar por lo menos, al lado de lo mejor de la cátedra, ya que no al frente. Y adiós. Ya sabes que te quiero mucho y que no te olvido nada,

JOSÉ MARÍA.

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25 de Abril de 1897.

     Querido Mariano: Según veo en tu carta a Fernando[19] estás alarmado por mi silencio y por mi salud. Desaparezca esa alarma, porque gracias a Dios, estoy ya casi bueno del todo.

     Tuve un catarro fuerte con anginas y localizaciones reumáticas. Sin curarme de él se inició el catarro gástrico y éste es el que me ha tenido en cama más de quince días. Un hombre de mi país que pasó por aquí se lo dijo a mi familia y acá se vinieron en seguida los dos papás.

     Mi padre marchó anteayer y mi madre se ha quedado aquí con el doble objeto de acompañarme en mi convalecencia y de dirigir a unas costureras que me harán ropas blancas para la boda, hijo mío, porque la época en que ha de celebrarse, si Dios quiere, se acerca a pasos de gigante.

     Suspendo la escritura porque aún tengo la cabeza delicada[20] y no me conviene escribir mucho.

     Dios te pague el interés que te tomas por la salud de tu buen amigo,

JOSÉ MARÍA.

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Guijo de Granadilla 10 de Noviembre de 1901.

     Querido Mariano: No falta de deseo, sino propósito de no obligarte a leer ni a escribir mientras has estado enfermo, me ha hecho guardar silencio contigo.

     Sé que estás ya tan mejorado y que vuelves a pensar en tus interrumpidos estudios; pero no sé hasta qué punto puede eso convenirte todavía.

     Tú me darás detalles de tu estado y de tus proyectos.

     Tanto tenía que decirte si fuera a recordar todo lo sucedido desde que no nos escribimos, que renuncio a ello por imposible y reanudaremos nuestra interrumpida comunicación con cosas de ayer.

     En Plasencia cuando fui a la Velada, que despertó grandísima curiosidad, vi a tu amigo el Magistral en el colegio de San Calixto, de que sabrás es director. Escobar no estaba en la ciudad y sólo pude hablar con él unos minutos en la estación del ferrocarril, donde nos encontramos casualmente.

     El Chantre se ha hecho muy amigo mío. Me llevó a su casa, me enseñó su hermoso archivo de documentos antiguos, me dio, para leerla, una obra suya, me dedicó unos papeles también suyos y me acompañó al tren con otros de la Cruz Roja.

     De aquí, poco puedo decirte. Que sigo como siempre, trabajando en mi oficio y escribiendo algo en mis ratos de vagar.

     En Salamanca me obsequiaron mucho, como puedes figurarte, pues les envanece el hecho de que un paisano se llevara la disputada flor natural.

     Para empezar ya basta.

     Que estés bueno es lo que desea tu antiguo amigo

JOSÉ MARÍA.

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10 de Junio de 1897.

     Querido Mariano: Recibí tu carta que leí a tu familia.

     Estudia y no te preocupe lo que piense de ti tu profesor. Pensará lo que merezca tu conducta académica y moral y esa la conocerás tú mejor que él. Sin embargo, por complacerte, te diré que el día que vino a verme Julio, me dijo, contestando preguntas mías, que el profesor estaba contento de ti, pero que también decía que aún más podías haber estudiado. Tu aprobación sé que es segura; luego estudia y calla, y palante vamos.

     Por otro exceso de complacencia, volveré a preguntar a Julio lo mismo y le haré que amplíe su contestación, si es que puede ampliarse, que creo que no, pues debió decirme todo lo que sabía. No me ha dado tan satisfactorias noticias de otros, pues de alguno me ha dicho que sospecha verlo ahogado.

     De mi boda te diré poco porque es largo de contar. Está en tramitación el expediente, mejor dicho, ya creo que está despachado, pero sospecho que está detenido en Granadilla hasta ver qué resuelvo de mi traslado a Plasencia. Quieren que lo haga a todo trance y el caso es que el provecho, si lo hay, es para mí; pero el caso es también que la permuta me cuesta cuartos y yo no los tengo. Y así voy a decírselo a ella y a mis tíos muy clarito para que de una vez se despeje la situación y resolvamos en definitiva. Este es el estado de las cosas.

     Ten paciencia si el curso se ha prolongado para vosotros. Ya sé yo que, después de cierta época, cuando la mayor parte de los escolares se han marchado quedan las aulas en una especie de dolorosa soledad que apena el ánimo.

     En las aulas sin estudiantes, como en las jaulas sin pájaros, como en las eras sin espigas, como en la iglesia sin gente, parece que anda por el espacio un airecillo de vaga tristeza que hace sufrir. Pero ¿y la aprobación del curso? Por esta señora hay que pasar esas cosas y otras peores, y palante vamos.

     Todas las tardes voy a los ejercicios del Sagrado Corazón que, durante este mes, se celebrarán y se están celebrando en el convento.

     Las monjas hanse negado a cantar y las sustituye un coro de 18 o 20 niños de la escuela, que canta canciones al Sagrado Corazón.

     Los toros de la Vega[21] pasaron y yo no fui a verlos. Bajé a Misa (predicó D. Gabriel), me subí a comer, y luego, después de la siesta, nos fuimos a caza de codornices.

     Yo, enclenque, sin apetito. Veremos si lo adquiero con los amargos que estoy tomando. Estudia sin exceso y ya sabes que desea verte tu amigo y maestro

JOSÉ MARÍA.

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Piedrahita y Junio de 1897.

     Querido Mariano: Me marcho el sábado, si Dios quiere, a mi pueblo, porque, como sabes, estoy delicadillo y veo que aquí no me curo, ni es posible que mejore estando en la escuela. En ella se queda un maestro a quien en seguida nombrarán auxiliar. Yo no sé si volveré antes de comenzar las ya cercanas vacaciones, pero creo que no.

     No sé a estas horas, para poder decirlo con certeza, si me caso o no para este verano. No es muy buena mi salud para eso ni parece que todo se me arregla tan pronto como yo esperaba. Veremos venir los sucesos y ya te escribiré cuando sea necesario.

     Siento no esperarte y verte, pero tardas bastante todavía y pudiera costarme caro lo que hoy, si descanso y me curo, creo que no será nada.

     Tan pronto como te examines espero saber lo que resulte, y no volveré a escribirte, si no fuera necesario, hasta que sepa que has aprobado el curso. Dios lo quiera así.

     Estudia poco este verano, distráete mucho y come más, porque para eso es el verano estudiantil, para tomar fuerzas[22] y volver a los libros luego con nuevos bríos y sangre nueva.

     Cualquier acontecimiento importante de mi vida, como el de mi boda, por ejemplo, te será comunicado en seguida que yo vea próxima y segura su realización.

     Cuánto siento no verte; pero Dios nos dejará vernos en Septiembre, y entonces charlaremos de todo un poco.

     Te abraza tu maestro y buen amigo

JOSÉ MARÍA.

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Piedrahita 17 de Mayo 1897.

     Querido Mariano: Estoy malucho hace des o tres días, pero no es cosa de cuidado. Recibí tu última y no tengo hoy ganas de escribir mucho. Me limito a decirte que me compres una estampa pequeñita representando a mi querido Santo. Es para felicitar a Pepe, a quien nada tengo que dar y de cuya madre recibo atenciones todos los días.

     Quisiera darle otra cosa mejor, porque le quiero, como tú sabes, y me quiere, pero aquí no hay nada que llene mis deseos. Y como de comprar algo bueno, quería hacerlo yo y no puedo hacerlo, te encargo la estampita, que suplirá a otra cosa de más valor.

     Ya ves que el tiempo urge y es preciso que me la envíes a vuelta de correo si ha de llegar a tiempo. Ignoro el número de tu casa, y temiendo que estas líneas no lleguen a tus manos, no te envío en sellos de correo el importe de mi encargo. ¡Pues poco aficionados son los empleados de correos a coleccionar sellos de ídem, de la propiedad ajena!

     Te da un abrazo y te escribirá pronto

JOSÉ MARÍA.

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Frades 12 de Julio de 1897.

     Mi querido discípulo: Ya es hora de que te dedique unas líneas, pero no porque hasta hoy lo haya hecho te he olvidado. Tiempo me sobra, si todo lo empleara en escribir; pero el día que a ello me pongo, tengo ya un pequeño paquete de cartas sin contestar y me canso algo, la verdad.

     ¿No querías versos[23]? Pues ahí van unos cuantos que he hecho para ti, y enséñaselos también a Pepe, y vete alguna vez por su casa y no seas huraño, porque así no te distraerás.

     Yo salgo poco de casa todavía, porque hace unos días que el sol echa chispas y quiero irle conociendo poco a poco. Como bien y, sobre todo, leo poco, que es una de las mejores medicinas para recobrar la salud.

     Mañana, si Dios quiere, se celebra en Salamanca la vista de un ruidoso pleito de los pueblos de Béjar y Candelario, que se disputan las aguas del río Cuerpo de Hombre[24]. Mi hermano Baldomero defiende a Béjar y no sé cómo le quedará porque ha tenido que estudiar el asunto, que es muy complicado, en muy pocos días. Como que hasta el 30 del pasado no se vino de Zamora (a donde fue a los toros), y todavía días después se encargó de la defensa. De modo que le habrán quedado ocho o diez días de estudio del pleito, que ni conocía siquiera, y de preparación para la defensa. Yo he tenido ya el caballo a la puerta hoy para irme a tomar el tren esta tarde, dormir en Salamanca y presentarme en la Audiencia para oírle, sin que él me viera. Pero estoy todavía algo enclenque y lo he dejado para más adelante.

     A Pepe le escribo también hoy cuatro líneas y unos cuantos versos de caza, que supongo te enseñará.

     Te da mi madre mil recuerdos y un abrazo tu maestro y amigo

JOSÉ MARÍA.

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     Mi querido ex discípulo y amigo: Me placen las noticias que me das, y especialísimamente la de tu alimentación. No esperaba yo otra cosa de quien, como tú, deseaba con vivas ansias abrazar ese género de vida.

     Algo, sin embargo, sentirás por ahora la pérdida de la libertad, si por libertad entiendes el callejeo insustancial que al cabo también aburre y a nada bueno conduce.

     La gente callejera y desocupada es la que suele sentirse acometida de splen, ya lo sabes; pero nunca lo sentirán los que tienen sabiamente distribuidas las horas entre el estudio, el recreo y la oración.

     Me agrada lo que me dices respecto a tu profesor: óyelo con atención en la cátedra y respétalo dentro y fuera de ella.

     Aunque esos no fueran tus deberes, ya sabes que donde estás tanto vale el buen comportamiento como la aplicación al estudio. Y ya que hablo del estudio, te advertiré nuevamente que no nos vengas en Junio con un meritus a secas. Tú bien sabes lo que te exijo y ahora estás a tiempo de llenar esa exigencia, o mejor dicho, de poner de tu parte medios de satisfacerla en un día.

     Mi padre vino a buscar a mi madre, ambos se me marcharon y aquí me quedé sin ellos, con mis penitas correspondientes por su ausencia, a la cual no me han logrado acostumbrar los días que van pasados ni los años que llevo cantando para mí sólo:

                                                                                                                                                                  
    «A mi soledades voy,
de mis soledades vengo...»
 

     El jilguero canta y no lamenta tu ausencia. Está menos solo que yo, porque me tiene a mí que le mimo y le cuido por mi mano, acordándome de ti, que, al fin y al cabo, has sido uno de los constantes hasta última hora... ¡Y cuidado con envanecerte porque una vez te lo diga!

     Santitos[25], por aquí anda con la chaquetilla de chulo y camisa de lo mismo, chulo inconsciente por ahora, que todavía me saluda; pero mañana... mañana, lo de todos: me retirará su saludo, síntoma primero de lo que ellos vagamente llamarán su independencia, y principiará a hombrear con estas manadas de chicuelos mal educados de tu pueblo. Y después ya lo sabes: reconocimientos que me obligan a hacer en el juzgado sobre discernimiento y responsabilidad[26]...

     ¡Ah! se me olvidaba. La letra de tu carta es mejor que la de la mía, que bien poco tiene de buena, pero la ortografía... ¡ay, qué medianita es! y a mí, salva otra opinión más autorizada, no me parece cosa muy puesta en orden que los que estudian ya un idioma extraño no sepan escribir muy bien el propio, o, por lo menos, con regular ortografía. ¿Verdad que tú crees lo mismo?

     Pues cuidadito cuando se escriba y atención cuando se lea, que así se va aprendiendo muy suavemente la ortografía.

     Recibe afectuosos recuerdos para José y Julio[27] y un estrecho abrazo que te envía el que fue tu maestro y es tu cariñoso amigo

JOSÉ MARÍA.

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     Querido Mariano: No sé si estas líneas te encontrarán en tu pueblo, pero presumo que no, y por eso serán breves.

     Quedo enterado de tus últimos proyectos de estudios y de tu resolución de hacer oposiciones a esas plazas de Ayudantes de Ingenieros de Minas de que me hablas. Como en mi vida he visto el Reglamento de ese Cuerpo, nada puedo decirte sobre el particular, sino que te deseo el éxito que puedes suponer en tus oposiciones.

     Y respecto a tu traslado a la corte[28] y tu vida en ella, también te deseo muchas y buenas cosas, que todo es necesario para que por aquel allá tan ruidoso y agitado no se distraigan las muchachos jóvenes y vivan atolondrados o algo peor que atolondrados.

     «La Magdalena te guíe», Mariano, porque una guía santa y buena necesitas para no descarrilar y desbaratarte en los escollos que bordean el camino.

     No porque un hombre haya dejado la vida tranquila y sencilla de un aspirante a buen sacerdote, tiene el derecho de faltar a ciertos deberes, porque los Mandamientos fueron dados, no para seminaristas solos, ni para curas, ni para frailes nada más, sino para los hombres que visten levita y sombrero alto...

     ¿Qué más he de decirte, si todo lo que me calle debes tú de adivinarlo?

     Dame noticias de tu marcha a Madrid, si aún no la has emprendido, de tu vida allí y de todo cuanto te ocurra, el amigo cariñoso y leal, el consejero sano y desinteresado, el antiguo maestro tuyo, que hoy no lo es, pero que se complace en recordar que antes lo fue.

     En una palabra, el hombre que más prosperidades desea para ti ya sabes que lo es

JOSÉ MARÍA.

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9 de Noviembre de 1897.

     Querido Mariano: Me alarma un poco tu carta. Ya sé yo que tú no querrás volver a darme el disgusto de caer de nuevo enfermo[29].

     Más lo sentirás tú todavía. Pero quiero decirte, no que me ocultes nunca la verdad de lo que te ocurra por miedo de disgustarme, sino que pidas al Señor por tu salud y pongas cuantos medios puedas poner en acción para no perderla, o para recobrarla si la has perdido seriamente. Si tardas en escribirme, lo interpreto en el sentido de que estás mal. Si así no fuera, dime lo que te pasa.

     No sabría acaso explicarte el verdadero fundamento de mi resolución, si a ello me pusiera, y además de hacerlo mal, tardaría mucho; confórmate, pues con saber que está decidido mi matrimonio solemnemente y que se celebrará, si Dios quiere, en el próximo mes de Enero.

     No te lo he dicho antes de ahora, porque yo mismo no lo he sabido con certeza hasta esta misma mañana, al recibir una carta en la cual se aceptaba al pie de la letra mi proposición sobre señalamiento de época para la realización de ese pensamiento, que hace tiempo pesa sobre mí como si fuera una catedral. Si he querido resolverme, he tenido que obrar magistralmente, como al que, sin saber si tiene sed, bebe agua porque la tiene delante.

     Ruega a Dios que me dé acierto y pídele por la intercesión santa de la Santísima Virgen, que haga de mí lo que más convenga a mi provecho espiritual y temporal.

     Si yo pensara siempre en lo que acabo de decir, no me sería tan dolorosa como a veces me lo es esta despedida que me parece hacer de un mundo de recuerdos y de ilusiones, de una porción de encantos que se me van a morir... mis amistades generosas, mi pueblo, mis versos... muchas cosas que parecerán pequeñas, pero que a mí me valían mucho para ir viviendo...

     En fin, ya veremos, ya veremos.

     Te quiere mucho tu amigo

JOSÉ MARÍA.

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Granadilla 19 Enero 1898.

     Querido Mariano: El día 26 del mes actual, a las once de la mañana, me casaré en la ciudad de Plasencia[30]. Para aquellos momentos tan solemnes, tan solemnes que me causan una porción de sentimientos encontrados, entre los cuales no sé si es el miedo el dominante, necesito yo de mis amigos, de los pocos que me quieren y desean verme feliz. Vuelve a pedir fervorosamente a la Sagrada Familia que me conceda la dicha de recibir el Sacramento que voy a contraer con la pureza de espíritu que Dios manda adquirir a los buenos cristianos como base primera de la felicidad que van buscando al unirse en matrimonio. La gracia de Dios, la paz y la salud son las cosas que yo pido. Ayúdame tú y el Señor te lo pagará.

     Y ya que no puedes estar a mi lado en momentos tales, dedícame por un instante tu pensamiento, y los dos estaremos más contentos de ese modo.

     No volveré a escribirte soltero.

     Me despido de ti en tal concepto.

     Casado, yo no puedo saber lo que seré. Si el cariño generoso que hasta hoy he tenido para todos, y señaladamente para algunos, llegara a enfriarse algo a medida que vaya reconcentrándose en otros seres, perdóname y ten presente que, si así se verifica, será que así esté dispuesto, y que yo no tendré fuerzas acaso para ser lo que hasta hoy, no por falta de deseos, sino porque tal vez es Dios mismo quien lo manda... Y Dios es sobre todo.

     Adiós, adiós. Hoy sí que te abraza con toda su alma tu amigo

JOSÉ MARÍA.

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Piedrahita 9 de Febrero de 1898.

     Querido Mariano: Ya estoy casado y quiera Dios que lo esté por muchos años y con la relativa felicidad que el mundo nos puede dar.

     El mismo día de la boda fuimos de Plasencia, donde me casé, a pasar la noche a Granadilla, huyendo de noches de posadas y asistencia de posaderos. ¡Mis padres se fueron con nosotros, y los demás se vinieron a Castilla en el mismo tren. Desde Granadilla al Guijo, luego a mi Frades, y, por último, acá, donde nos tienes ya instalados definitivamente en nuestra casa, que toda es tuya.

     Hoy he recibido tu carta. Tu familia, a quien ya he saludado, está buena y me da recuerdos para ti. Carta suya recibirías hace dos o tres días.

     Mi mujer (primera vez que así la llamo) no te conoce personalmente, pero te llegará a querer por quererte yo, y si no, porque yo se lo mandaré, pues hasta ahí llegaría yo en el caso improbable de que necesario fuese.

     Te la presento más que por nada por buena, que así yo la considero y así me empeño en creerlo, y así quiera Dios que sea. Es lo que me importa y me preocupa, porque, en eso de la hermosura, ya no sé a qué atenerme, que por algo soy algo viejo... de alma y algo conocedor de la vida. Bueno es todo lo bueno, pero es mejor lo más bueno, cuando no todo está junto en una pieza. Y yo, en la alternativa de la elección, prefiero lo bueno a lo bello, aun en las mujeres. Mujeres hermosas las hay... en una Historia de Grecia con grabados o en la colección de la «Ilustración Española y Americana». Son pintadas, bueno; pero aun pintadas, abundan. Las otras hasta en pintura son raras.

     Virtudes, cariño, bondad, solicitud, cuidados, es lo que yo necesito. Belleza, finura, elegancia, coquetería, distinción, estatuas vivas... ¡buenas cosa para los ojos! Pero, como yo tengo los ojos algo cansados de ver todas esas cosas...

     Velay.

     Te abraza tu amigo.

JOSÉ MARÍA.

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     Querido Mariano: El personaje salamanquino a quien querías que yo te recomendase, no sé si es amigo mío o no lo es; del mismo modo que él no sabe tampoco si yo lo soy suyo o no lo soy. Cuando nos vemos, eso sí, charlamos mucho, paseamos, etc., etc... Pero los sabios tienen también sus debilidades y sus flaquezas, y los ignorantes sabemos ser algo díscolos y altivos... Total, que el horno no está para cocer rosquillas por ahora, que es lo que a ti interesará saber. La historia de ello no quiero hacerla por escrito. Confórmate con saber que no pido nada, porque no me da la gana.

     De tus proyectos, Mariano, yo no saco nada en limpio. Son muchos, son de órdenes muy diversos y de todos los tamaños. Parecen producto de un pensar poco sólido y preciso. Lo abarcas todo, desde ingeniero hasta sobrestante, desde jurisconsulto hasta tocinero. Eso no es tener proyectos, eso es dar saltos mortales con el pensamiento. Me pareces un gato jugando con una madeja de hilo.

     Con todo lo cual, revelas que vives en un estado de absoluta indecisión[31], que no sabes por dónde agarrar el porvenir, que no tienes formado un juicio medianamente maduro sobre la dirección que has de tomar, ya que te lo permite, gracias a Dios, tu estado de salud, que celebro sea tan bueno. Y no concretando tú las cosas un poco más, es claro que no hay posibilidad de decirte nada que sea oportuno ni que venga a cuento, porque tú metes en tus proyectos todos los caminos que pueden seguirse para crear un regular porvenir. Tal es el juicio que me merecen tus proyectos, y te lo expongo con la honrada franqueza del que no quiere engañar.

     Mis proyectos literarios andan algo descuidados, a causa de las muchas ocupaciones que en esta época tenemos por aquí. Tengo algo hecho para el tomo que te anuncié, pero llevo la cosa muy despacio por el motivo apuntado más arriba. Algo suelo hacer también para la Revista de Extremadura, que es lo mejor que hay por estas tierras (la Revista), y algo también me arrancan los periodiquillos del país en fuerza de sobarme.

     Los de Plasencia querían, como te dije, obsequiarme con un banquete. Me negué a ir a él por estar de luto.

     Pero para obligarme, convirtiéronlo en comida íntima para sólo quince o veinte y todos me escribieron el otro día, llamándome con insistencia para que vaya el día 8. Tengo ya dada mi palabra y me esperan. Tendré que ir a comer con ellos y a leerles algo mío.

     Hoy o mañana mandaré a Salamanca una composición que me pidió el director del Círculo de Obreros para leerla la noche que se celebre en el teatro la Fiesta del Árbol, a la cual quieren dar gran esplendor.

     Se me olvidaba. El deán de Plasencia[32] ha escrito un libro que me remitió hace unos días. También tengo aquí otro del Chantre, que me dio su autor, el antequerano, que pretende me empape en la historia de su ciudad natal para hacerle luego unas versos. Zeda, el crítico de La Época, me dedicó un ejemplar de «La Novela de la Vida» que acaba de publicar. Ya lo leí y le dije lo que me pareció de él; pero a los canónigos de Plasencia, a quienes veré el domingo próximo, Dios mediante, ¿qué voy a decirles, Dios mío, si aún no he podido abrir las hojas de sus libros?

     No tengo más tiempo.

     Te quiere tu amigo,

JOSÉ MARÍA.

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22 de Junio de 1900.

     Querido Mariano: Recibí tu carta del 13. Enhorabuena por lo de las notas, aunque yo las esperaba tales que no fueran susceptibles de mejora, y por lo visto lo son. Veremos si en Septiembre se confirman tus deseos.

     Cruz[33] también se examinó, y por primera vez en su vida académica le han rebajado las notas desde la de Sobresaliente, que siempre obtuvo, hasta la inmediata inferior, que es la que le han dado este año.

     Por consecuencia, no ha podido hacer oposiciones al premio, como en años anteriores las hizo, y con gran fruto. El castigo sufrido nada tiene que ver con su conducta académica que, por lo visto, ha sido muy buena, sino que ha sido la sanción de un quebrantamiento de disciplina. Le sorprendieron estudiando con un compañero a altas horas de la noche en que el estudio no está permitido, y eso bastó para que el vicerrector hiciera sentir al chico todo el peso de la antipatía que le inspira. Dicho señor dio al profesor del muchacho orden terminante de rebajarle la nota, y el profesor, poco menos que llorando, cedió a tan injusta imposición. De modo que ya sabemos que en la célebre ciudad de Coria, las faltas y los castigos están tan en relación como la Metafísica y las zanahorias. A los chicos traviesos que saben bien la asignatura, se les estropea la hoja de estudios por traviesos.

     Para ser lógicos, deben dar sobresaliente a cualquiera caballería que se dedique a observar los más pequeños preceptos del Reglamento con la exactitud de una máquina. Yo estaba creyendo que para las faltas académicas había castigos académicos, como la nota de suspenso o la reducción de una buena a otra inferior; y para las faltas de orden moral castigos morales y materiales a veces.

     Pero nada; resulta que en la tierra clásica de los bobos son más discretos que yo...; ¡Babiecas! Desde una suave reprensión hasta la expulsión del colegio, ¿no habrá en los castigos graduaciones adecuadas a la gravedad de las faltas, sin apelar a medios que desalientan a los chicos en sus estudios? Así se enseña el fariseísmo y se alienta a la holgazanería. ¿Para qué estudiar más que el Reglamento en todos sus detalles, si el premio a la aplicación y a la competencia ha de ser robado por la falta más leve de disciplina?

     El chico ha sufrido un gran disgusto, y yo no lo creí hasta que todo lo supe por persona digna del mayor crédito, cuyo relato de lo ocurrido coincidió exactamente con el de Cruz. Aquello creo que es un foco de miserables adulaciones, que los maestros reciben de los discípulos con la fruición del sediento que bebe agua. ¡Qué cochinos! ¿No les dará vergüenza dejarse adular por los muchachos a quienes tienen obligación de educar? Tapa, tapa, que peor es meneallo.

     Todos buenos y adiós.

JOSÉ MARÍA.

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Guijo de Granadilla, 5 de Julio de 1903.

     Querido Mariano: Llegó ayer tu última. Sé que te debía contestación a la anterior. Tal ando de oficios, que ni recordando a todas horas mi deuda epistolar contigo he podido saldarla hasta este momento. Últimamente he estado forastero cinco días, con objeto de vender reses en unas ferias de Coria, distante de aquí siete u ocho leguas mortales. He venido rendido y con todo el sol de Extremadura metido en la mollera.

     Yo y todos en esta casa, hemos celebrado muchísimo la noticia de que te han dado un destino, que será modesto, pero que te ayudará no poco a soportar los gastos de tu vida en esa Babel. Trabaja honrada y activamente en el desempeño del cargo, que Dios te dará otro más lucrativo y mejor algún día. Nadie empieza la subida por la cumbre de la montaña. Gánate la simpatía de los hombres de valer cerca de los cuales vivas y no perderás el trabajo que en ello emplees ni aun las contrariedades que ello te proporcione. También yo, querido, trabajo mucho, y no es ciertamente el cultivo de la poesía, como supones, lo que me tiene siempre atareado. Son estos oficios del campo, que nunca están hechos de un modo definitivo.

     La pluma es verdad que también me proporciona trabajo, pero no por lo que se refiere a pensar alguna obra y escribirla, sino principalmente por las relaciones y amistades literarias y los compromisos de cortesía a que obligan, me hacen emborronar mucho papel de cartas y gastar no poco tiempo.

     Así son las cosas y así tenemos que aceptarlas, porque todo hombre de los vivos -y más que nadie nosotros- somos muy chicos para arreglar todo lo que anda tan desordenado por estos mundos de Dios.

     Sirve y considera y respeta mucho al Sr. Mendizábal[34], ya que tanto hace por ti. Si logras con tu conducta que tu persona y tu situación le interesen podrás subir a su lado, cuando menos, hasta llegar a la conquista del pan.

     No es ningún raro fenómeno el que diariamente me recuerdes con simpatía y hasta con cariño. Me conociste en tu tiempo, es decir, cuando tenías el alma en estado más envidiable que el de ahora, que ya no puede ser el de la virginidad de afectos. Perduran las impresiones cuando el espíritu que las recibe está puro, cuando es ingenuo y fresco. Lo propio sucede a todos, en mayor o menor grado. Yo tendré mientras viva un recuerdo de amor para la casa en que me crié, pobre y humilde; pero no puedo tenerlo para otras casas donde he vivido entre relativo lujo.

     En ese mismo Madrid, por ejemplo, tan magnífico y brillante, me ha sido siempre imposible sentir una emoción pura, de las que quedan. Nos pagamos con la misma moneda, que es brillante, pero es falsa. Me muestra él grandezas inmensas y yo se las contemplo con inmensas admiraciones... de la propia clase que sus grandezas. Así se explica que en medio de Madrid recuerde con ansia el pueblo y no me acuerde de Madrid en la tremenda monotonía del lugar. No son estas cosas, cosas de temperamentos, sino más bien estados de alma. Supongo que si yo viviera veinte años consecutivos en Madrid, me la pondría la gran ciudad de tal manera, que acabaría tal vez por no comprender otra vida mejor que la de la corte. Ya ves que hasta los venenos llegan a hacérsenos deliciosos. Lo cual no quita que digamos que los venenos no deben ser cosa buena.

     De cualquier modo es honrado, para el que no es hijo de la ciudad, recordar con amor y simpatía las cosas y las personas que en su corazón produjeron las primeras emociones. Al menos yo opino así, y me parecen antipáticos desertores u hombres atolondrados e ingratos los que obran de otra manera.

     Y ten muy presente que yo, que no quiero ni bien ni mal a la ciudad, estoy soñando con ella, y no por mí ciertamente. Tengo ya tres hijos varones y tiemblo de pies a cabeza cuando me pongo a pensar en estas dos negaciones: que en el pueblo no me es posible educarlos, o mejor dicho, instruirlos cual yo quisiera, y a la ciudad no he de poderlos enviar por falta de dinero para en ella proporcionarles lo que más arriba digo. Y hay otra puerta que también está cerrada para mí: trasladarme yo a la ciudad con mis hijitos, cosa imposible, porque yo no tengo pan en la ciudad. ¿Ves qué problema estoy ya viendo venir desde muy cerca? Porque si un sólo hijo tuviera, podría hacer el sacrificio, tal vez sin grandes esfuerzos; pero para tres no tengo más que mi confianza en Dios. Él me abra camino bueno.

     El segundo aniversario del fallecimiento de mi madrecita (q. e. p. d.) fue el día 30 de Junio próximo pasado. Te suplico: que reces por aquella santita y por mi hermana Enriqueta (q. e. p. d.), y Dios te lo pagará.

     No dejes de escribirme, que me interesa lo tuyo como lo mío.

     Y recibe muchos abrazos de tu gran amigo

JOSÉ MARÍA.

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 [16].- Lo era entonces D. José Sevillano.

 [17].- En el herradero del año anterior quiso demostrar a los criados de mi abuelo cómo derriban los chotos los charros, sus paisanos, y fue el asombro por la habilidad que demostró en estas faenas al verle tan delgadito y elegante.

 [18].- Mi hermana.

 [19].- Don Fernando Jaramillo, muy amigo del poeta.

 [20].- El trabajo pesado de la escuela, lecciones particulares y la continua lectura, a la que se entregaba hasta altas horas de la noche, le hacían padecer frecuentes neuralgias.

 [21].- Santuario cerca de Piedrahita donde se venera la Virgen de la Vega, en el valle de Corneja.

 [22].- Estuve en esta época enfermo y por eso me aconsejaba de este modo.

 [23].- Me mandó unos que titulaba Soledad; en sus obras se titulan A solas.

 [24].- Fue un pleito ruidoso que duró mucho tiempo y causó la rivalidad entre los dos pueblos.

 [25].- Santos Díaz, discípulo de la escuela.

 [26].- Era llamado a declarar como perito en los delitos de los menores.

 [27].- Don José Delgado, sacerdote, y D. Julio de la Calle, actual canónigo de Málaga, admiradores y amigos del poeta.

 [28].- Haciéndome falta crearme un porvenir, fui a Madrid con objeto de hacer oposiciones.

 [29].- En la edad del desarrollo estuve enfermo y a punto de dejar de estudiar por necesitar los cuidados de casa.

 [30].- Casó con la virtuosísima señora doña Desideria García, con la que tuvo cuatro hijos; murió el tercero de los varones.

 [31].-   Como los estudios cursados no me servían para ganarme el pan, tenía que comenzar otros nuevos.

 [32].- Lo era entonces D. Enrique Escobar Prieto.

 [33].- Cruz es hermano de la señora viuda del poeta, quien dejó la carrera eclesiástica.

 [34].- Ingeniero de caminos y profesor de la Escuela entonces, hoy inspector del Cuerpo, es un prestigio entre los ingenieros.

 

 

 


Seleccionado y editado por Mariano de Santiago Cividanes

Edición digital basada en la edición de Madrid, Fernando Fe, 1918


 

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