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Nº 1. Diciembre 2003/Revista Electrónica
Cuatrimestral.
Verdadera
Navidad
Antonio Casas
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Verdadera Navidad
Eran casi las 12, en la noche de navidad, frente a mi ventana vacía
se reflejaban todas aquellas luces lejanas que ahora no significaban
mas que el recuerdo de lo perdido entre aquella nieve que suavemente
y casi como entonces caía lentamente cubriendo los recuerdos
y los árboles bajo un manto unificador.
Como entonces encendí la chimenea, para alejar el frío
invernal de mis cansados miembros, y de nuevo los arabescos de la
nieve golpearon con furia los cristales en protesta por el sacrilegio
enfrentado a su contextura figurada por las ráfagas del céfiro
navideño que las llevaba; Dirigí la mirada hacia el
pesebre, donde José y Maria esperaban expectantes la llegada
de Jesús y tal como entonces, faltando unos minutos para
su llegada saque la figura de la caja y la puse un aquella cuna
de pajas que seguramente era mas cómoda que aquella en la
cual nació el verdadero Jesús, hacia ya tanto tiempo,
en aquella época en la cual el mundo no sospechaba siquiera
que aquel Rey llegaba al mundo rodeado tan solo de burdas telas
y del aliento fétido del ganado que le dieron el primer calor,
aquel que ahora me faltaba a pesar del fuego incipiente de la chimenea.
Sonaron las 12 y volvió a suceder, no puedo dar detalles,
simplemente estaba en un cuarto frió y de pronto me encontraba
vestido de harapos y en la entrada de una gruta natural; en el interior
se encontraba una familia pobre, el padre, la madre y un bebe recién
nacido que rodeado de ganado sonreía iluminando toda la cueva
casi irradiando aquel calor que ahora sentía en mis manos
y que llenaban mi corazón de paz y de amor infinitos, el
padre me invito a pasar y en una lengua mezcla de griego y de arameo
antiguo me ofreció algo del alimento que tenia en las alforjas
casi vacías, lo rechace pero la madre se acerco y tomándome
de las manos las cerro sobre aquel trozo que seguramente representaban
la única provisión que tenían para la noche
solitaria.
Rebusque mis bolsillos y no encontré en ellos nada que ofrecer
a aquellos que siendo pobres habrían los brazos de hospitalidad
a un desconocido que llegaba a ellos en la noche fría de
navidad; Entonces quise tomar al niño, recordé que
el año pasado no pude hacerlo porque en el momento justo
llegaron unos pastores con una multitud de ovejas que me alejaron
de la cuna, hasta el momento que volví a sumergirme en el
olvido; Casi con temor me acerque a la cuna, el bebe abrió
sus bracitos invitándome a cogerlo con la sonrisa mas tierna
del mundo; al alzarlo sentí en el corazón que no había
mas frío en mi vida, que el saber de aquel niño y
del milagro de su nacimiento bastaban para confiar una vez mas en
el mundo devastado y solitario, que aquellas manos que ahora me
tocaban se abrirían una vez mas para salvar al mundo pecador
y en ese mundo yo estaba incluido, con todo lo que había
echo y todo lo que aun haría en mi imperfección.
Cerré los ojos abandonándome al calor y al abrirlos
la nieve había dejado de caer.
Jull Antonio
Casas.
Peru (Arequipa)
Copyright ©2003 Jull Antonio Casas.
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