|
"Qué dolor el del que da de beber a su propia sombra,
el del que siempre anda descalzo sobre las brasas.
Qué número el uno irremediable,
qué desnudez la del que nunca anduvo desnudo,
la del que llora al borde del pañuelo
su hartazgo de dioses y su hambre de alimento."
(Carlos Barbarito)
Hoplitas en mi cuarto.
*
Llevaba ya varios días en este motel del centro (Hotel del Centro de la Ciudad llamábase) de aquella ciudad de dos idiomas, además de fronteriza (si en cuestión de kilómetros se habla).
Fotos que no tomé: en la acera del supermercado Champion y los gigántescos afiches colgantes de la exposición sobre "El Primer Eros" entre las columnas neoclásicas del museo regional, cerca de los muelles, un hombre negro, que imaginaba estadounidense - "Americano viajando" - por lo alto y su manera de desenvolverse con facilidad en una ciudad visiblemente desconocida para él, sacando un banano de su mochila y poniendósela un momento sin pelar entre los labios mientras agarra otra cosa; paseando bajo el sol de media tarde, frente al edificio de aquella fundación coronado por una nube de alambres de púas encerrando un también clásico ángel de la victoria de piedra haciendo de gargola laíca, un joven blanco con los jeanes destrozados, sin que se pueda decir si por moda o alguna riña callejera, y con curita sobre la nariz, símbolo o paradigma de esta villa de arquitectura mixta en todas partes. Las alas abiertas de un pichón a mediodía, aplastadas cerca de un semáforo en la pista por un coche insignificante, incrustadas en el asfalto como las de un ángel caído. Pareciera que se le han robado a Manzoni uno de sus cuerpos de aire.
Revisando la infaltable Biblia de mi cuarto, me preguntaba qué ginecólogo complaciente le hizo a María el certificado de virginidad a pesar del embarazo, en qué consulta y a qué hora. Pues, de eso no informa el pequeño libro sagrado.
La verdad, antes sólo hacía de pintor; pero con eso de los viajes, y como no me da mucho la vaina del dibujo en cuaderno, pues, aprovecho la escritura en hojas sueltas, a manera de diario, y también como forma radical de obra trasladable - por lo que, a mi forma, soy un impresionista -.
|