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Miraba la niña con ojos ausentes,
casi tristes, casi al borde de llorar,
y en su mirar inocente, vagaba su pensamiento,
cuando una nube, bajó con ella a conversar.
Suave espuma de algodón transparente,
humedad en el ambiente al respirar,
dejaba la joven nube en su lento bajar,
al nivel del horizonte, donde la niña pensaba.
La envolvió muy dulcemente, como si la quisiera abrigar,
se acercó muy lentamente, no la quería asustar,
y a la vera de su oído, un suave silbido...
hizo la niña despertar de su pensar, estremeciendo su tristeza.
Quiso ella hablar, mas la dulce nube en un acto impulsivo
comenzó a preguntar.
¿ Qué tiene mi niña, de almendrados ojos color miel?
¿Dónde va es mirada, que de ausente y triste me hace llorar?
Compungida y algo avergonzada, con su cara arrebolada
no creía lo que veía, menos lo que escuchaba, y en su asombro
a su alrededor miraba, buscando esa voz que su oído acariciaba,
con preguntas que ella misma se hizo antes, metida en su pensar.
Estoy aquí, abrazándote, soy la nube ¿ no me ves?
La niña, detuvo su mirada, encogió sus hombros
sintiendo el abrazo que le daban y así cobijada,
recogiendo las lágrimas escapadas, le contesto:
Estos almendrados ojos color miel, tan bellos para unos,
no lo son para quien yo quiero. Siempre miro su mirar,
que desvía de mis ojos, sin decirme ni siquiera, en un diminuto
destello, que con sus ojos me podría dar... " algún día te he de amar".
Y siguió la niña, su historia, aquella que la hacia llorar.
Así, le contó a su nube protectora, esto que han de escuchar:
" He nacido para amar aquellos ojos negros, aquella piel morena,
esa boca hermosa, que algún día quiero yo besar".
Muy atenta y maliciosa la nube ya pensaba como
habría de alegrar, bellos ojos primorosos, llenos de ansiedad.
Y tranquila con su risa guardada, muy lentamente le dijo a la niña.
Espera, es que ha habido una tormenta, y por eso,
la flecha que Cupido ha enviado a ese corazón,
el de los ojos negros, piel morena y boca de ansiedad,
no ha podido ser flechado por dueña, que eres tu.
Voy ahora por los cielos, y esa flecha voy apurar.
tu tendrás una corta espera, mientras... quiero
esa risa tuya escuchar, esos ojos bellos alegrar,
y vestir ese rostro hermoso, de emoción y de amar.
Fue la nube en su vuelo, hablando sin parar.
A Cupido fue a buscar, y con tropiezos,
contó la historia que acaban de escuchar,
y así Cupido, escogió la mejor flecha para enviar.
Hoy la niña, viste de azahar, perfumada de jazmines,
tomada de la mano, cuyo dueño tiene ojos negros, piel morena
y boca de ansiedad.
A la iglesia entran ya a jurar, amor eterno ante un altar,
y quien los abraza en un abrigo y un suspirar, es la tierna nube,
la que supo escuchar.
(Freya) |