Quise
amarte de repente,
y en la retina de mi ojos
plasmé la foto de tu cuerpo.
Todo piel, todo esencia,
olores, tacto, ardor y sensaciones,
todo en desorden se vino a mis ojos,
tendría entonces que ordenar mis antojos.
Comencé besando tu frente,
sintiendo en mis labios
la huella marcada
del paso del tiempo.
Tierna piel que me entregó
su suavidad y tibieza,
sintió mi boca
al depositar un beso
en tus ojos cerrados.
Luego, llegué a tu boca,
mi lengua recorrió tus labios
entornados y sedientos
recibieron mis besos
que recorrieron muy hondo
los secretos allí guardados.
Lengua con legua
conjugaron sus fierezas
aunaron sus pasiones,
y derramaron sus destrezas.
Encendieron la llama aquella,
que permite a nuestra manos
danzar por el cuerpo amado,
buscando despacio con paciencia,
aquel punto que te llevará
a elevarte hacia la luna,
y compartir con ella
la esencia del placer,
todo luz, toda bella,
en medio de un universo,
donde sólo se respira
y se sueña.
Tu cuello ansioso
me ofreció su cuna,
la de tu nuez,
para depositar mis besos.
Tu pecho de aureolas planas,
brincaron con el sabor de mis besos,
y dejaron el camino abierto
para recorrer con mi boca
aquel sendero eterno
de escalofríos y ardientes deseos
para luego dejar mis besos,
se posaran,
en ese pequeño agujero,
que alimenta la vida
que aún no llega....
ese era tu ombligo.
¿Qué pasión despierta en mi
ese ojo que no ve, que es ciego,
que su calor es como
el de un sol dormido y tierno?
Lo abracé con mi boca,
y mi lengua exploró
todos sus rincones.
Entonces comenzamos
ha ser amigos....
amigos y amantes
que entrelazan sus sentidos.
Hoy exploro hasta aquí tu cuerpo
pues sin tenerte a mi lado,
necesito tu consentimiento,
para hurgar los caminos de tu cuerpo,
sólo con mi pensamiento.
(Freya)
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