Un temblor humedeció
mi cara,
me despertó cuando aún no llegaba el alba.
Era mi perro, que saltó a mi cama
y lamió mi entero rostro para decirme,
"ya anda, levántate, levántate......."
Resbalé de mi caliente y acunado hueco,
puse los pies en el suelo,
y aún con los ojos cerrados
agarré mi bata y caminé despacio.
Bajé las escaleras casi dormida,
desperezándome abrí las cortinas.
El... contento movía su pequeña cola.
Sabía a lo que ambos iríamos,
a regar las plantas,
a despertar los aromas.
Hacía frío, y no había casi ruido.
Envuelta en la franela de mi bata,
dejé correr el agua que bañaría mis
plantas.
El sol aún no se asomaba,
sólo su luz se veía.
Los pájaros ya cantaban
y comenzaba el ajetreo del día a día.
Primero bañé el pasto.
Contento tomó color, y un bostezoesbozó
con la fuerza del agua recibida.
¡Qué feliz se veía, que verdor me entregó!
Luego, bañé mis rosas,
con un chorro abierto y delicado;
hay que despertarlas suavemente,
con ellas hay que ser cuidadosas,
tienen genio dulce si las tratas con cariño.
Sonrientes me mostraron sus colores,
rosas rojas, naranjas y amarillas,
que con el agua hicieron brillar sus pétalos,
coquetas y femeninas,
soltaron su perfume al viento.
Mis calas me esperaban celosas,
pues ellas el agua también querían.
"ya voy, ya voy les dije",
mientras comenzaba a empaparlas,
alegres sus cabezas ladeaban,
agradeciendo el baño matutino,
que les daría el aliento
para soportar el rayo caliente
del sol que recién aparecía.
Seguí y regué mi pino,
garboso, grande y bello.
El se sabe el único,
y el rey de este entorno,
y se sabe el regalón mío.
Y finalmente mis palmeras,
que orgullosas recibían
la bendición del agua fresca.
Hinchaban su pecho y se revolvían
pues se saben la parte exótica
de mi jardín, son una maravilla.
Y tranquilo y silencioso
mi damasco me esperó.
El sabe lo que lo quiero yo,
y como lo cuido,
le dejo para el final,
para darle siempre lo mejor.
Cada uno de ellos
pasto, rosas, calas, palmeras y pino,
me brindaron hoy su amor.
Mi damasco también lo hizo.
El sentimiento era certero y recíproco,
es lo más bello que llega a mi alma,
cuando al alba junto al sol,
salgo a darles con cariño,
su baño matutino, que bien se tienen merecido.
Y mi damasco, tímido y sonrojado,
recibe el riego extra que mi perro le ha dado.
Pero a él también lo quieren
porque saben que al igual que yo,
goza y disfruta sus perfumes,
sus colores y sus grandezas
que entregan con tanto amor
(Freya)
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