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La conocí una tarde de Mayo, era muy linda, 37 años, ligeramente nerviosa, de mirada profunda y ojos que hablan sin decir palabras. Intimamos. Las dos sentadas frente a unas tazas de café humeante, negro, de penetrante olor que hizo que nuestra charla tomara un camino muy distinto al que planeamos.
De pronto esos ojos adquirieron un brillo especial, y con voz pausada, monótona, casi sin matices, me relató algo sucedido en el pasado. Prendió un cigarrillo y comenzó diciendo... -
Entraron al edificio, que antes había sido rodeado por camiones y tanquescon metralletas. Los uniformes eran verdes oscuro, camuflados y cascos iguales. Un fusil en la mano, dando gritos y órdenes, que aterrorizaron a todo el mundo. Se le aceleró el corazón. De golpe se le vino toda la sangre a la cabeza, creyó que le iba a explotar. Su lugar de trabajo, estaba en un tercer piso. Una oficina grande, llena de ventanales, donde había dos mujeres más. Las dos eran contrarias a su forma de pensar y actuar, pero aún así, eran buenas compañeras. Agarró el teléfono, llamó a su madre, y sólo le pudo decir "mamá llegaron, seguro me llevarán, quédate tranquila, avisa a quien puedas, para saber donde me llevan", no pudo decir más alguien botó el teléfono, dándole un fuerte empujón la tiró contra las puertas de un closet, y con una manos, mientras en la otra mantenía un amenazante fusil, manoseó su cuerpo, según el, en busca de armas. ¿Armas mientras trabajaba? No dijo nada, mantuvo silencio.
Revisaron su escritorio botando todo al suelo. No pudieron encontrar nada.
Toda la información que tenía en algún momento, la había hecho desaparecer. Su jefe directo, el gerente de esa sección, se había asilado en una embajada, eso era una gran advertencia, más la desaparición de varios compañeros con los que políticamente trabajaba. Ella esta limpia, pero su nombre figuraba en la lista que los militares traían.
Usaba ese día, pantalones y un suéter. Su pelo largo sirvió para que la arrastraran de él por cualquier lado, hasta que la furia la encendió, le dolía,y además el miedo lo transformaba en indignación. Por respuesta recibió una feroz bofetada que rebotó en su cara y casi la tiró al suelo.Al mismo momento, se le ordenó poner las manos detrás de la cabeza, y no se si tonta o irresponsable, dijo que no pensaba hacerlo. Un culatazo en su estómago, le cortó la respiración y le nubló la vista.Y a lo lejos divisó a su hermana, que lloraba desconsoladamente. Por esa pura razón, levantó las manos,las puso tras la cabeza, y le hizo un guiño, como dándole a entender, "no pasa nada, estoy bien".
Entre gritos y ligueros golpes de culatas de fusil, los obligaron a bajar los escalones, hasta llegar a los buses militares que se agolpaban en las puertas de entrada de esa institución, que era privada. Para subir a estos, le empujaron y la hicieron tirarse al suelo, en los pasillos, entre los asientos. En estos iban ellos, todos militares, muy jóvenes, nerviosos y muy alterados. Con un vocabulario soez se dirigían a los detenidos, envuelto el diálogo entre ellos, con risotadas y palabrotas de grueso calibre. Sobre ella, tiraron mas cuerpos, caminaban sin ningún cuidado, enterrando los tacos de sus botas.El trayecto se le hizo eterno. No sabía dónde los llevaban, ni que seria de todos.
Varias imágenes le venían a su mente, su único deseo era fumarse un cigarro en esos momentos. Increíble, las cosas más tontas, se necesitan a veces en los momentos mas graves.Dentro de ella, había una mezcla de miedo y ansiedad, optimismo que le decía “esto pasará pronto” Llegaron a un estadio. Hacía frío a pesar que era el mes de Octubre, primavera ya, en esa parte del mundo.Separaron hombres de mujeres. A ella la llevaron hacia el lugar de los camarines de una piscina y el velódromo, a los hombres, los llevaron dentro del mismo estadio.
El hacinamiento era espantoso, todo apestaba, olía a vómito, fecas, orines, y cosa increíble, había un silencio casi sepulcral. Anotaban los nombres, la edad y de donde venían, algunos querían ser amables, otros, gobernaban con la prepotencia sin igual.
Allí pasó largas, larguísimas horas sentada en un frío suelo de cemento, rodeada de miles de mujeres de todas las edades y clases sociales. Incluso mujeres en avanzado estado de gravidez. La noche fue eterna, se escucharon disparos, gritos, llanto, correr de pasos apresurados. También oyó la entrada y salida de autos pesados, parecían camiones. Dos días y dos noches, sin nada de comer, el frío la entumió, y el cuerpo le dolía por la tensión y la angustia que comenzaba apoderarse de ella. Revisaba toda su vida hacia atrás y pensaba, " ¿Qué querrán de mí?". Vio salir a muchas mujeres a supuestas interrogaciones, que llegaban de regreso al anochecer, destrozadas sus caras, hinchadas y moreteadas, con las bocas sangrantes, algunas sin sus dientes, otras manos y dedos quebrados, se arrastraban, no podían caminar. La solidaridad era fuerte, y muy silenciosa. Nadie preguntaba nada. Sólo se llevaba la cuenta de quienes no regresaban.
Al tercer día, sin comer nada, sólo unas cáscaras de naranja secas y duras,que le regalaron como alimento muy preciado, ocupaban su crujiente estómago. Gritaron su nombre. Anochecía. Vendaron sus ojos con un trapo mal oliente, quizás usado antes mil veces. Las manos atadas a su espalda, fue dirigida por un largo trecho a empujones con la culata de una metralleta, fría, muy fría. No se cruzó palabra alguna. Entró vacilante en una estancia, supuso era una habitación, en todo caso, era un lugar que tenia puerta, pues continuamente entraba y salía gente y esta sonaba al abrirse y cerrarse.De pié, apenas se sostenía, con el corazón dando fuertes latidos, sentía la presencia de gente a su lado. Hasta que de pronto, notó que alguien respiraba casi encima de su cara. Desataron sus manos, pero una de ellas, la derecha, fue amarrada en algo, a una pared. Le ofrecieron un cigarrillo que le entregaron encendido. Preguntaron su nombre, su edad y su profesión o actividad, su nexo con un partido político. Todo fue contestado con voz clara, sin alterarse. Luego comenzaron a decir nombres, algunos conocidos otros no. No entendía que pretendían con eso. Así se inició un largo interrogatorio, donde recordó caerse al suelo de cansancio, a veces vencida por el sueño, adolorida y maltratada, golpeada brutalmente, humillada hasta el punto donde el desprecio humano se hace latente, esto es, tratar de socavar el respeto por uno mismo. Hubo momentos de inconsciencia, de no saber donde estaba, hasta el punto de no distinguir si estaba vestida o desnuda, delante de muchos pares de ojos que la miraban. Su mente solo recordaba una idea........
Fue un largo tiempo, de un ir y venir, de un caminar de una jaula de muerte, a un abominable lugar, expuesta a las más horribles prácticas sin piedad.
Trasladada a distintos lugares, unos eran en el campo, porque se escuchaban los ruidos de árboles con el viento, canto de pájaros, ladridos de perros, otros, eran casas centrales, en la cuidad, porque se oían el paso de autos, y los silencios terribles de las noches.
Paró de hablar y cambiando el tono de su voz, me miró de forma limpia y transparente y me dijo ...- "por hoy nada más. Los cafés los pagas tu".
La vi alejarse, con paso firme, erguida, como si después de sus palabras hubiera recobrado 20 años de su vida.
Todo extremo es malo, la brutalidad animal no se entiende y jamás se logra justificarla. Pero ella fue dentro de todo una afortunada, que tuvo la segunda oportunidad, la de nacer y volver a la vida... esa que hoy sabe apreciar con mayor intensidad.
(Freya) |