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Se matar para vivir, con paciencia que desespera, envuelta en un torbellino de imágenes verdaderas, he aprendido a sofocar, el existir de una espera.
Frente a frente la he tenido. Cruda la mirada, fiera mis respuestas, jamás me di por vencida. Valiente y audaz, salté una a una sus barreras, como atleta del soñar, puse cronómetro a esta carrera, me entrené con convicción y entrega,desafiando a "la doña" , la señora Espera, que no logró amilanar mi correr, para ganarle la carrera.
Desafiante, no bajé el mirar, controlé los impulsos de un llorar y suplicar benevolencia, piedad por mi ansiar. Ella, fría, cruda e incorruptible, nunca dio pié a un diálogo sincero, en donde habría cabido mi ruego, mi súplica, en esperar el tiempo, el lento marcar, de aquellos minutos transformados en impaciencia, en grandes y agobiantes siglos de un lento y monótono compás de... Espera.
Salvaje y sin piedad, en cada rincón donde posaba mi mirar, ahí... estaba ella. Llena la cara de sonrisas flacas, ni un gesto que pudiera indicar, una leve caída capaz de ablandar, su firme estructura, su pose de "doña", señora y dueña, que controlaba acuciosamente, que ningún marcador del tiempo, transcurriese a favor de mi ansiedad, saltándose el marcar de los minutos, horas, días, semanas, meses, que para mi significaba un lento compás.
Perdí la paciencia muchas veces, y a sus espaldas, hice musarañas, gestos deshonestos y groseros, a modo de insultos, que sólo sirvieron para desahogar mi ansiedad por verla morir, poder comérmela, engullirla hambrienta, para ganarle la pelea.
Dura y majestuosa, se paseó ante mi, luminosa y transparente, sin darme jamás , la posibilidad de rozarla con mis dedos, para lograr convencerla.
Pero no me dejé intimidar por ella. Di mi lucha como fiel guerrera, e inventé cientos, miles de cosas que me hicieron a veces, una espera placentera.
Poco a poco la fui domando, dulce, tierna de actitud, siempre le demostré que es perecedera, que desaparecería, quisiera o no, pero me iba acercando cada vez mas a ella. Comencé a probarla, de sabor indiferente, todos los días tragaba, un pedazo de ella.
Sabiendo su inmortalidad, conociendo que si hoy me la tragaba por entero, satisfaciendo mi ansiedad, así, no la vería mas, pero pronto reaparecería, guiñándome uno de esos grandes ojos, y con un mágico dedo de sus heladas manos de hielo, tocará la punta de mi hombro, para decirme ganadora plena : "aquí estoy de regreso", y así, comenzará otra nueva lucha, otra nueva carrera, para lograr vencerla una vez más.
No me rindo, pero tengo que reconocer, sin que ella lo sepa, que es más fuerte que yo, más duradera y capaz de resucitar cuantas veces mis ansias la venza, con capa y espada, huída y muerta, volverá a mi vera.
Por eso, he decidido después de mucho batallar, mejor será tenerla como compañera, medio confidente, medio amistad, para que comprenda las locuras de mis ansias, y en vez de mi enemiga, mi maldición, mi martirio, sea mi mejor consejera.
Señora Espera, estreche usted mi mano, ¿amigas, compañeras?, usted dirá, quedo a sus órdenes, a merced de su bondad. No me rindo, no, sólo me sumo a las fuerzas y mato la enemistad, quizás así, su presencia en mi, sea más llevadera. ¿Verdad?
(Freya) |