Ensayos:
Shakespeare: sexo amor y muerte
Shakespeare analizado por Harold Bloom.
Por Milo J. Krmpotic
Falstaff
y la vida
|
Falstaff, interpretado por Mark Lemon, 1868 |
Hulton Getty |
La comida, la bebida y la
fornicación son los intereses vitales de John Falstaff, cuyos
soliloquios en las dos partes de Enrique IV representan el
ingenio de Shakespeare llevado al límite, lo hermanan irremediablemente
con Sancho Panza y el Panurgo de Rabelais como icono de la picaresca
no exenta de melancolía (esto es, de la sabiduría
popular). Basado en la figura histórica de sir John Oldcastle,
mártir protestante, el Bardo le cambia el apellido para evitar
las iras de sus seguidores y lo sitúa como tutor del príncipe
Hal, el futuro Enrique V, en la enseñanza de ese noble arte
que es la vida. "Dadme vida", clama en efecto el susodicho
antes de hacerse pasar por muerto para sobrevivir a la batalla de
Shrewsbury contra los rebeldes de Henry Percy también llamado
Hotspur. Tres años mas tarde, en la segunda parte del drama
Falstaff recibe el encargo de organizar un ejército que acabe
de aniquilar los focos de insurrección, pero él decide
dar mejores destinos dinero que se le ha encomendado, y la comida,
la bebida y la fornicación regresan al orden del día.
No obstante, la alegría desaparece cuando, a la muerte de
su padre, Hal es coronado y renuncia a la influencia de su antiguo
amigo. "Desterrad al gordo Jack y desterráis al mundo",
se lamenta él amargamente, dando categoría universal
a sus instintos. Y personal, ya que si bien Shakespeare no es Falstaff,
muy posiblemente se baso en su relación con Southampton o
Pembroke (el amigo de los Sonetos) para moldear los
intereses paternales del gordo Jack. Progresivamente ignorado, en
Enrique V sabemos ya de la muerte de Falstaff sin oírle
pronunciar una línea, y es que la gloria histórica
que transpira la obra (con la victoria sobre los franceses de 1415
en Agincourt a modo de colofón) difícilmente hubiera
tolerado el escepticismo del personaje. Por último, Las
alegres comadres de Wíndsor, escrita entre las dos partes
de Enrique IV obedece a una petición de la reina Isabel,
que deseaba ver al personaje enamorado. Un pseudo Falstaff se
lamenta Bloom, en la que parece la única obra que Shakespeare
redactó a disgusto.
|