Nº 2. Abril 2004/Revista
Electrónica Cuatrimestral.
Mariana Pineda. 1925
Romance popular en tres estampas
III-IX
Escena última
Entran por el foro todas las monjas. Tienen la tristeza reflejada
en los rostros. Las Novicias 1 y 2 están en primer término. Sor
Carmen, digna y traspasada de pena, está cerca de Mariana. Toda
la escena irá adquiriendo, hasta el final, una gran luz extrañísima
de crepúsculo granadino. Luz rosa y verde entra por los arcos, y
los cipreses se matizan exquisitamente, hasta parecer piedras preciosas.
Del techo desciende una suave luz naranja, que se va intensificando
hasta el final.
Mariana:
¡Corazón no me dejes! ¡Silencio! Con un ala,
¿dónde vas? Es preciso que tú también descanses.
Nos espera una larga locura de luceros
que hay detrás de la muerte. ¡Corazón, no desmayes!
Carmen:
¡Olvídate del mundo, preciosa Marianita!
Mariana:
¡Qué lejano lo siento!
Carmen:
¡Ya vienen a buscarte!
Mariana:
Pero, ¡que bien entiendo lo dice esta luz!
¡Amor, amor, amor, y eternas soledades!
(Entra el juez por la puerta de la izquierda.)
Novicia 1:
¡Es el juez!
Novicia 2:
¡Se la llevan!
Juez:
Señora, a sus órdenes;
hay un coche en la puerta.
Mariana:
Mil gracias. Madre Carmen,
salvo a muchas criaturas que llorarán mi muerte.
No olviden a mis hijos.
Carmen:
¡Que la Virgen te ampare!
Mariana:
¡Os doy mi corazón! ¡Dadme un ramo de flores!
En mis últimas horas yo quiero engalanarme.
Quiero sentir la dura caricia de mi anillo
y prenderme en el pelo mi mantilla de encaje.
Amas la Libertad por encima de todo,
pero yo soy la misma Libertad. Doy mi sangre,
que es tu sangre y la sangre de todas las criaturas.
¡No se podrá comprar el corazón de nadie!
(Una monja le ayuda a ponerse la mantilla. Mariana se dirige
al fondo, gritando:)
Ahora sé lo que dicen el ruiseñor y el árbol.
El hombre es un cautivo y no puede librarse.
¡Libertad de lo alto! Libertad verdadera,
enciende para mí tus estrellas distantes.
¡Adiós! ¡Secad el llanto!
(Al juez.)
¡Vamos pronto!
Carmen:
¡Adiós, hija!
Mariana:
Contad mi triste historia a los niños que pasen.
Carmen:
Porque has amado mucho, Dios te abrirá su puerta.
¡Ay, triste Marianita! ¡Rosa de los rosales!
Novicia 1: (Arrodillándose.)
Ya no verán tus ojos las naranjas de luz
que pondrá en los tejados de Granada la tarde.
(Fuera empieza un lejano campaneo.)
Monja 1: (Arrodillándose.)
Ni sentirás la dulce brisa de primavera
pasar de madrugada tocando tus cristales.
Novicia 2: (Arrodillándose y besando la orla del vestido
de Mariana.)
¡Clavellina de mayo! ¡Rosa de Andalucía!,
que en las altas barandas tu novio está esperándote.
Carmen:
¡Mariana, Marianita, de bello y triste nombre,
que los niños lamenten tu dolor por la calle!
Mariana: (Saliendo.)
¡Yo soy la Libertad porque el amor lo quiso!
¡Pedro! La Libertad, por la cual me dejaste.
¡Yo soy la Libertad, herida por los hombres!
¡Amor, amor, amor, y eternas soledades!
(Un campaneo vivo y solemne invade la escena, y un coro de niños
empieza, lejano, el romance. Mariana se va, saliendo lentamente,
apoyada en Sor Carmen. Todas las demás monjas están arrodilladas.
Una luz maravillosa y delirante invade la escena. Al fondo, los
niños cantan.)
¡Oh, qué día triste en Granada,
que a las piedras hacía llorar,
al ver que Marianita se muere
en cadalso por no declarar!
(No cesa el campaneo.)
Telón lento
Granada, 8 de enero de 1925.
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