Nº 2. Abril 2004/Revista
Electrónica Cuatrimestral.
Mariana Pineda. 1925
Romance popular en tres estampas
III-VII
Escena VII
Suena el esquilón de las monjas. Por el fondo aparecen varias
de ellas, que cruzan la escena y se santiguan al pasar ante una
Virgen de los Dolores que, con el corazón atravesado de puñales,
llora en el muro, cobijada por un inmenso arco de flores amarillas
y plateadas de papel. Entre ellas se destacan las Novicias 1 y 2.
Los cipreses comienzan a teñirse de luz dorada.
Novicia 1:
¡Qué gritos! ¿Tú los sentiste?
Novicia 2:
Desde el jardín; y sonaban
como si estuvieran lejos.
¡Inés, yo estoy asustada!
Novicia 1:
¿Dónde estará Marianita,
rosa y jazmín de Granada?
Novicia 2:
Está esperando a su novio.
Novicia 1:
Pero su novio ya tarda.
¡Si la vieras cómo mira
por una y otra ventana!
Dice: «Si no hubiera sierras,
lo vería en la distancia.»
Novicia 2:
Ella lo espera segura.
Novicia 1:
¡No vendrá por su desgracia!
Novicia 2:
¡Marianita va a morir!
¡Hay otra luz en la casa!
Novicia 1:
¡Y cuánto pájaro! ¿Has visto?
Ya no caben en las ramas
del jardín ni en los aleros;
nunca vi tantos, y al alba,
cuando se siente la Vela,
cantan y cantan y cantan...
Novicia 2:
... y al alba
despiertan brisas y nubes
desde el frescor de las ramas.
Novicia 1:
... y al alba
por cada estrella que muere
nace diminuta flauta.
Novicia 2:
¿Y ella?.. ¿Tú las has visto? Ella
me parece amortajada
cuando cruza el coro bajo
con esa ropa tan blanca.
Novicia 1:
¡Qué injusticia! Esta mujer
de seguro fue engañada.
Novicia 2:
¡Su cuello es maravilloso!
Novicia 1: (Llevándose instintivamente las manos al cuello.)
Sí, pero...
Novicia 2:
Cuando lloraba
me pareció que se le iba
a deshojar en la falda.
(Se acercan las monjas.)
Monja 1:
¿Vamos a ensayar la Salve?
Novicia 1:
¡Muy bien!
Novicia 2:
Yo no tengo gana.
Monja 1:
Es muy bonita.
Novicia 1: (Hace una señal a las demás y se dirigen rápidamente
al foro.)
¡Y difícil!
(Aparece Mariana por la puerta de la izquierda, y al verla se
retiran todas con disimulo.)
Mariana: (Sonriendo.)
¿Huyen de mí?
Novicia 1: (Temblando.)
¡Vamos a la...!
Novicia 2: (Turbada.)
Nos íbamos... yo decía...
Es muy tarde.
Mariana: (Con bondad irónica.)
¿Soy tan mala?
Novicia 1: (Exaltada.)
¡No, señora! ¿Quién lo dice?
Mariana:
¿Qué sabes tú, niña?
Novicia 2: (Señalando a la primera.)
¡Nada!
Novicia 1:
¡Pero la queremos todas!
(Nerviosa.)
¿No lo está usted viendo?
Mariana: (Con amargura.)
¡Gracias!
(Mariana se sienta en el banco, con las manos cruzadas y la cabeza
caída, en una divina actitud de tránsito.)
Novicia 1:
¡Vámonos!
Novicia 2:
¡Ay, Marianita,
rosa y jazmín de Granada,
que está esperando a su novio,
pero su novio se tarda!
(Se van.)
Mariana:
¡Quién me hubiera dicho a mí!...
Pero ¡paciencia!
Carmen: (Que entra.)
¡Mariana!
Un señor que trae permiso
del juez, viene a visitarla.
Mariana: (Levantándose, radiante.)
¡Que pase! ¡Por fin, Dios mío!
(Sale la monja. Mariana se dirige a una cornucopia que hay en
la pared y, llena de su delicado delirio, se arregla los bucles
y el escote.)
Pronto..., ¡qué segura estaba!
Tendré que cambiarme el traje:
me hace demasiado pálida.
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