Premio
Punto de
Excelencia

 

Nº 2. Abril 2004/Revista Electrónica Cuatrimestral.

Mariana Pineda. 1925

Romance popular en tres estampas

I-IV

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Escena IV

Mariana:
¿Tu hermano Fernando, cómo sigue?

Lucía:
Dijo
que vendría a buscarnos, para saludarte.
(Ríe)
Se estaba poniendo su levita azul.
Todo lo que tienes le parece bien.
Quiere que vistamos como tú te vistes.
Ayer...

Amparo: (Que tiene siempre que hablar, la interrumpe.)
Ayer mismo nos dijo que tú
(Lucía queda seria.)
tenías en los ojos... ¿Qué dijo?

Lucía: (Enfadada.)
¿Me dejas
hablar?
(Hace intención de hacerlo.)

Amparo: (Rápida)
¡Ya me acuerdo! Dijo que en tus ojos
había un constante desfile de pájaros.
(Le coge la cabeza por la barbilla y le mira los ojos.)
Un temblor divino, como de agua clara,
sorprendida siempre bajo el arrayán,
o temblor de luna sobre una pecera
donde un pez de plata finge rojo sueño.

Lucía: (Sacudiendo a Mariana)
¡Mira! Lo segundo son inventos de ella.
(Ríe.)

Amparo:
¡Lucía, eso dijo!

Mariana:
¡Qué bien me causáis
con vuestra alegría de niñas pequeñas!
La misma alegría que debe sentir
el gran girasol, al amanecer,
cuando sobre el tallo de la noche vea
abrirse el dorado girasol del cielo.
(Les coge las manos.)
La misma alegría que la viejecilla
siente cuando el sol se duerme en sus manos
y ella lo acaricia creyendo que nunca
noche y el frío cercarán su casa.

Lucía:
¡Te encuentro muy triste!

Amparo:
¿Qué tienes?
(Entra Clavela.)

Mariana: (Levantándose rápidamente)
¡Clavela!
¿Llegó? ¡Di!

Clavela: (triste)
¡Señora, no ha venido nadie!
(Cruza la escena y se va.)

Lucía:
Si esperas visita, nos vamos.

Amparo:
Lo dices,
y salimos.

Mariana: (Nerviosa)
¡Niñas, tendré que enfadarme!

Amparo:
No me has preguntado por mi estancia en Ronda.

Mariana:
Es verdad que fuiste; ¿y has vuelto contenta?

Amparo:
Mucho. Todo el día baila que te baila.
(Mariana está inquieta, y, llena de angustia mira a las puertas y se distrae.)


Lucía: (Seria.)
Vámonos, Amparo.

Mariana: (Inquieta por algo que ocurre fuera de la escena.)
¡Cuéntame! Si vieras
cómo necesito de tu fresca risa,
cómo necesito de tu gracia joven.
Mi alma tiene el mismo color del vestido.
(Mariana sigue de pie.)

Amparo:
Qué cosas tan lindas dices, Marianilla.

Lucía:
¿Quieres que te traiga una novela ?

Amparo:
Tráele
la plaza de toros de la ilustre Ronda.
(Ríen. Se levanta y se dirige a Mariana.)
¡Siéntate!
(Mariana se sienta y la besa.)

Mariana: (Resignada.)
¿Estuviste en los toros?

Lucía:
¡Estuvo!

Amparo:
En la corrida más grande
que se vio en Ronda la vieja.
Cinco toros de azabache,
con divisa verde y negra.
Yo pensaba siempre en ti;
yo pensaba: si estuviera
conmigo mi triste amiga,
mi Marianita Pineda.
Las niñas venían gritando
sobre pintadas calesas
con abanicos redondos
bordados de lentejuelas.
Y los jóvenes de Ronda
sobre jacas pintureras,
los anchos sombreros grises
calados hasta las cejas.
La plaza, con el gentío
(calañés y altas peinetas)
giraba como un zodíaco
de risas blancas y negras.
Y cuando el gran Cayetano
cruzó la pajiza arena
con traje color manzana,
bordado de plata y seda,
destacándose gallardo
entre la gente de brega
frente a los toros zainos
que España cría en su tierra,
parecía que la tarde
se ponía más morena.
¡Si hubieras visto con qué
gracia movía las piernas!
¡Qué gran equilibrio el suyo
con la capa y la muleta!
Ni Pepe-Hillo ni nadie
toreó como él torea.
Cinco toros mató; cinco,
con divisa verde y negra.
En la punta de su estoque
cinco flores dejó abiertas,
y a cada instante rozaba
los hocicos de las fieras,
como una gran mariposa
de oro con alas bermejas.
La plaza, al par que la tarde,
vibraba fuerte, violenta,
y entre el olor de la sangre
iba el olor de la sierra.
Yo pensaba siempre en ti;
yo pensaba: si estuviera
conmigo mi triste amiga,
mi Marianita Pineda.
........................


Mariana: (Emocionada y levantándose)
¡Yo te querré siempre a ti
tanto como tú me quieras!

Lucía: (Se levanta.)
Nos retiramos; si sigues
escuchando a esta torera,
hay corrida para rato.

Amparo:
¡Y dime: ¿estás más contenta?
porque este cuello, ¡oh, qué cuello!,
(La besa en el cuello.)
no se hizo para la pena.

Lucía: (En la ventana)
Hay nubes por Parapanda.
Lloverá, aunque Dios no quiera.

Amparo:
¡Este invierno va a ser de agua!
¡No podré lucir!

Lucía:
¡Coqueta!

Amparo:
¡Adiós, Mariana!

Mariana:
¡Adiós, niñas!
(Se besan.)

Amparo:
¡Que te pongas más contenta!

Mariana:
Tardecillo es. ¿Queréis
que os acompañe Clavela?

Amparo:
¡Gracias! Pronto volveremos.

Lucía:
¡No bajes, no!

Mariana:
¡Hasta la vuelta!
(Salen.)

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