LA ZANJA
Era
la hora
de emprender el viaje.
Despidiéndose
de El Valle
se deslizaba la pick-up
de los Delgado
por la autopista
zigzagueando.
Cuatro
niños rendidos
en la cajuela
de la camioneta
iban adormecidos.
Doña
Dolores Delgado
se iba quejando
desde la salida
debido a sus siete meses
de embarazo.
Don
Salvador Delgado
con el pie acelerando
dejaba atrás
un humo encorajinado.
Habían
ya llegado
a la autopista de pago
y a la señora Delgado
le aumentaban
los dolores de parto.
Don
Salvador Delgado
se salió de la autopista
y se metió
por una carretera
del condado.
Después
de unos momentos
Doña Dolores
con la ayuda de su esposo
daba a luz
a un bebé helado.
Entre
la carretera y un rancho
don Salvador
con una vieja pala
abrió un hueco en la zanja.
Doña Dolores lo cubrió
con una pequeña cruz
humedecida
de amargo llanto.
Llegaron
a los plantíos
de pepinos.
Todavía no se hablaban
por sentirse extraños.
Doña
Dolores adquirió una maña.
Sola y a solas hablaba siempre.
La gente
creía que se había vuelto
huraña.
Pero la verdad era
que se volvió
demente.
Don
Salvador perdió la voz.
Decían que porque había tenido
un fuerte resfrío.
Pero no sabían
que era a causa
del dolor
del temor
y del hastío.