EN LA
PLAZA
Cuatro
puntales definen la plaza.
El herreriano
palacio de gobierno
la monumental y barroca catedral
la plateresca escuela normal
y la cúspide del hotel moderno
apuntando al cielo.
Estaba
yo sentado
en un banco de madera.
Escuchaba
el gorjeo de la alondra
enamorada
la caída del agua formando
una cascada
y el bullicio de la muchedumbre
alelada.
Era
a finales
de una calurosa primavera.
El cielo
azul servía de butaca
a un amarillento sol obcecante.
Sus rayos caían perpendiculares.
Un silbido
de bocina metálica
se aproximaba.
Otro semejaba
el doloroso plañidero
que anunciaba
un próximo entierro.
La muchedumbre
se congregó
en desordenados
círculos
concéntricos
Bajo
un orden cósmico perfecto
me abrí paso
por entre el tumulto
contrahecho.
De una
ventana cuadrada
entreabierta
se había lanzado con precisión
al vacío
un ser bípedo que yacía
yerto
en el centro.
Del
postigo de la cuadrada ventana
a guisa de bandera
flotaba
por el viento empujada
una camisa rasgada.
La muchedumbre
miraba
extática.
Una gran boca aletargada
bostezaba
el monstruoso aburrimiento
de la nada.
Una
cobija mal colocada
dejaba entrever
un cuerpo lacerado
y los sesos salpicados
por el suelo.
La boca
entreabierta...
semejaba una redonda
ventana
por la que se fugaba
un alma
helada.