Ficha Técnica
Nº Catálogo: 1172
3,07 X 3,67 m.
Óleo sobre lienzo
En el reinado de Felipe IV volvió a encenderse la guerra en las
provincias del norte de los Países Bajos (actualmente Holanda), después
de una tregua de doce años que se había firmado en el reinado anterior.
Antes de aquella tregua la ciudad de Breda había caído en manos de los
holandeses y, reemprendida la contienda por Felipe IV, éste ordenó al
Marqués de Spínola -general genovés al servicio de España- que reconquistara
esa ciudad; sus órdenes al genovés fueron muy escuetas: "Marqués, tomad
Breda. Yo el Rey". Breda fue sitiada por mucho tiempo y tomada por fin
en 1625; y el holandés Justino de Nassau hubo de entregar las llaves de
la ciudad al vencedor Spínola.
Cuando el Conde-Duque de Olivares, valido de Felipe IV, concibió la idea
de edificar el Palacio del Buen Retiro y de organizar para el rey un llamado
Salón de Reinos, que se decoraría con cuadros referidos a las batallas
que se habían ganado durante su reinado, Velázquez fue el encargado de
convocar a todos los pintores importantes del momento, reservándose él
la conmemoración de esta rendición holandesa, casi diez años después de
haberse producido. También fueron de su mano las cinco retratos ecuestres
de los padres de Felipe IV, de él y de su esposa, y del heredero Baltasar
Carlos que presidían el Salón desde los dos testeros.
En el cuadro de esta Rendición se ha querido ver la representación de
la tradicional hidalguía española que, con afabilidad y caballerosidad,
impide la humillación del vencido evitando que se arrodille ante el vencedor.
Curiosamente, aquí es un genovés en quien se quiere encarnar esa hidalguía
española.
La escena la forman dos grupos de gentes, a los lados de la composición,
con un espacio intermedio en el que se destacan las llaves de la ciudad
sobre un profundo fondo de luminoso paisaje. En un primer momento Velázquez
pintó abrazados a los dos caudillos, decidiendo más tarde separarlos,
dando entrada entre ellos al soberbio paisaje con figuras de más claro
tono que las del primer plano.
El grupo de la izquierda lo componen los holandeses vencidos, y el de
la derecha lo forman los españoles, cuyas lanzas (realmente son picas)
han servido para titular también el cuadro. La composición y organización
de la pintura resulta prodigiosa al ser encerrado cada uno de los dos
grupos por sendos caballos que, ofreciendo uno de ellos la grupa y el
otro la cabeza y parte del cuello, contraponen sus figuras como si de
dos paréntesis se tratara, cerrando por ambos lados la composición.
Este espléndido cuadro se salvó de dos incendios: el que se produjo en
1640 en el Palacio del Buen Retiro, y el que destruyó el Alcázar en 1734.
Luego estuvo en el actual Palacio Real que sucedió al viejo Alcázar, y
desde él llegó directamente al Museo con los primeros cuadros que para
su fundación, a principios del siglo XIX, envió el rey Fernando VII.
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DETALLE:
La composición y organización de la pintura resulta prodigiosa al ser
encerrado cada uno de los dos grupos por sendos caballos que, ofreciendo
uno de ellos la grupa y el otro la cabeza y parte del cuello, contraponen
sus figuras como si de dos paréntesis se tratara, cerrando por ambos lados
la composición.
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