PETER DRONKE [*]
EL MUNDO POÉTICO DE LAS JARCHAS Y LA TRADICIÓN
EUROPEA
Las jarchas hispánicas muestran
una gran variedad de expresión y calidades. A un extremo
hay, poéticamente, las exclamaciones y las quejas, aparentemente
sin artificio, de una muchacha enamorada:
Que faray, Mamma?
Meu 'l-habib est' ad yana!
Que farayu, o que serad de mibi, habibi?
Non te tolgas de mibi!
Aman, aman, ya 'l-malih, gare
por que tu queris, bi 'llah, matare?
Como si filyol' alyenu,
non mas adormis a meu senu.
¿Qué haré, madre?
Mi amigo esta' a la puerta!
¿Qué haré, o qué será de
mí, amigo?
¡No te apartes de mí!
¡Piedad, piedad, el hermoso! Dime
¿por qué quieres, por Dios, matarme?
Como si fueras un extraño,
ya no dormirás más en mi pecho.
Estos cortos poemillas, ¿son
acaso restos de poemas más largos perdidos? No necesariamente:
como Joseph Bédier lo demostró refiriéndose
a los refrains franceses medievales, a menudo de parecida
extensión y propósito, el contexto requerido por los
tales poemillas parece más bien una danza que un poema más
largo: podían muy bien construirla a base de repeticiones,
instrumentación y mimo, o bien, en una danza escenificada
más larga, cada jarcha o refrain podía ser
el punto central de una escena.
A otro extremo hay, entre las jarchas,
algunas piezas maestras de la iltica, canciones en las que las penas
de una muchacha enamorada se describen tan conmovedora e imaginativamente
como lo han sido antes y después:
Garid vos, ay yermanellas,
com contenir a meu male!
Sin al-habib no, vivireyu,
advolarey demandare.
¡Decidme, ay, hermanillas,
cómo contener mi dolor!
Sin mi amigo no viviré,
volaré a buscarlo.
No es cuestión, aquí, de hablar de fragmentos: la
autonomía poética de la cuarteta es evidente.
Mientras solamente un reducido número
de jarchas consiguen una fuerza de pasión semejante, la ingenuidad
con que la muchacha canta sus sentimientos es una característica
de casi todas ellas. Más que una amada es una amante activa.
Así, importuna a su amado:
Meu sidi Ibrabim,
ya tu omne dolge,
vent' a mib
de' nobte!
In non, si no queris,
yireym' a tib.
Gar me a ob
Jegarte!
Dueño mío Ibrahim,
oh hombre dulce,
vente a mí
de noche.
Si no, si no quieres,
iréme a ti
-¡dime adónde!-
a verte.
A veces ella le aborrece:
Ya rabb com vivireyu
con este 'l-halaq,
ya man qabl an yusallam
yuhaddid bi 'l-firaq!
¡Ay Señor! ¿Cómo podré vivir
con este marrullero?
Ay de quien antes de saludar
ya amenaza con irse!
Otras veces aguijonea su deseo con la sugerencia de una nueva forma
de hacer el amor:
Tan t'amaray, illa con
al-sarti
an tagma' halhali ma'
qurti!
¡Tanto te amaré, sólo con que
juntes
mi ajorca del tobillo con mis
pendientes!
Es especialmente en las canciones
que la muchacha dirige a su confidente, su madre, donde puede verse
hasta qué punto de complicación podían llegar
sus sentimientos:
Non quero tener al-' iqd, ya mamma,
a mano hulla Ii.
Cuell' albo verad fora meu sidi,
non querid al-huli.
No quiero ponerme ningún collar, madre,
me basta el vestido.
Mi señor verá mi cuello blanco
y no querrá joyas.
A un tiempo orgullo y modestia, sumisión y determinación.
Véase esta otra:
Alsa-me min hali,
mon hali qad bare!
Que faray, ya 'ummi?
Faneq bad levare!
Sácame de este apuro,
estoy desesperada.
¿Qué haré, madre?
El halcón va a atacar.
La imagen del último verso (de ser cierta una lectura tan
atractiva) sugiere maravillosamente la indecisión de la muchacha
entre el deseo y el miedo frente al amor, atraída y aterrada
a la vez.
Las cincuenta y nueve jarchas descubiertas
hasta ahora proceden de moaxajas compuestas entre los años
1000 y 1150. Habiendo sido introducida la moaxaja como género
literario en la España musulmana por los alrededores del
año 900, no hay razón alguna que sugiera que las cancioncillas
romances conocidas por los primeros compositores de moaxajas fueran
por aquellos tiempos ninguna novedad. Es muy significativo que los
concilios de la Iglesia protesten desde el siglo VI hasta el IX
no sólo contra el hecho de cantar canciones amorosas o lascivas
sino también, específicamente, contra las canciones
de muchachas (puellarum cantica). Las jarchas pueden ayudarnos
algo a comprender cómo debía de ser el panorama de
la primitiva canción europea. Aun admitiendo que ciertas
evoluciones formales dentro de la poesía árabe allanaran
el camino de las moaxajas, fue sin duda alguna la viva y floreciente
lírica estrófica romance lo que condujo principalmente
a la innovación de la poesía estrófica en árabe,
y más tarde en hebreo.
Así, las jarchas representan
algunas veces y reflejan un tipo de canción tradicional o
popular, no confinada a una élite culta o aristocrática,
tal como debía ser cantada desde sus orígenes en los
distintos patois romances. Los temas que recogen son elementales,
y, como Theodor Frings demostró en su brillante conferencia
en la Academia Alemana en 1949, se encuentran en las canciones de
cualquier ¿poca y de cualquier pueblo. Los temas y el tono
de las jarchas hispánicas se encuentran ya en unas colecciones
de canciones amorosas egipcias de finales del segundo milenio antes
de Cristo y en canciones chinas contemporáneas a Safo. En
Pompeya, entre los antiguos graffiti, hay algunos descarnados
mensajes amorosos, algunos de los cuales parecen reflejar un punto
de vista femenino. [...] También en una pared de Pompeya
se encuentran algunos versos fragmentarios de una poesía
que, aunque formalmente toscos, demuestran un ingenio fresco y vibrante:
Amoris ignes si senlires, mulio,
Magi[s] properares, ut videres Venerem.
Diligo iuvenem venustum; rogo punge iamus,
Bibisti, iamus, prende lora el excute,
Pompeios defer, ubi dulcis est amor.
Meus es...
Mulero, si hubieras sentido el fuego del amor,
avanzarías mis de prisa para ver a Venus.
Amo a un hermoso joven. Te ruego que le des a las espuelas.
Has bebido, espolea, dale a las riendas y al litigo.
Bájame a Pompeya, donde está mi dulce amor.
Eres mío...
Asimismo, muchos poetas y poetisas
de la Europa medieval echaron mano de los temas antiguos y universales
de las canciones amorosas femeninas, e inspirándose en ellas
compusieron nuevos poemas de una variedad fascinadora. En el año
789, Carlomagno publicó una capitular ordenando que "ninguna
abadesa ose abandonar el convento sin nuestro permiso, ni permita
que ninguna de sus monjas lo haga ... y bajo ningún concepto
les deje escribir wínileodas o enviarlos fuera del
convento". Los winileodas (literalmente, "canciones
[cantigas] de amigo") de aquella época no se nos han
conservado, pero [..., por ejemplo,] al final de una carta de una
muchacha escrita en latín y dirigida a un clerc, [...]
carta que fue copiada como modelo estilístico en un manuscrito
bávaro de los alrededores de 1160, encontramos los siguientes
versos en alemán:
Dû bist min, ich bin dîn:
des solt dû gewis sîn.
dû bist beslozzen
in minem berzen:
verlorn ist daz slüzzelîn:
dû muost immer drinne sîn.
Tú eres mío y yo soy tuya:
debes saberlo perfectamente.
Estás encerrado
en mi corazón;
se ha perdido la llavecita:
siempre tendrás que permanecer en él
Aquella culta dama, ¿improvisó
los versos o citó un winileod popular? Probablemente nunca
lo sabremos. En los Carmina Burana tampoco podemos saber
si los impresionantes versos que siguen:
Gruonet der walt allenthalben.
wâ ist min gesell alsô lange?
der ist geriten hinnen.
Owî wer sol micb minnen?
Por todas partes verdea el bosque.
¿Dónde está mi amado, tanto rato?
Se ha ido a caballo.
¡Ay!, ¿quién me amará?
son el original de los versos en latín que van junto con
ellos o una recreación posterior de éstos, o si (como
me siento inclinado a creer) un único poeta, al componer
para un auditorio vario de jóvenes clercs que sabían
el latín y de muchachas que lo desconocían, los compuso
a la vez conjuntamente, planeándolos como un todo.
[*]. Peter Dronke, La lírica en la Edad Media, trad. J.
M. Pujol, Seix Barral, Barcelona, 1978, PP. 109-113, 117-118.
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