CONSIDERACIONES SOBRE LA LITERATURA Y LA CRÍTICA CHICANAS
[*]
En los veinte o treinta años
hemos visto un resurgimiento impresionante de la literatura chicana.
La crítica chicana, empero, ha quedado rezagada. Y no podía
ser de otro modo, dado que, lógicamente, la crítica
presupone una literatura ya existente. Sin embargo, hay bastante
literatura chicana para que la crítica se quede tan atrás.
Y, desafortunadamente, este es el caso. A no ser por dos o tres
artículos más o menos generales que tratan de sintetizar
o de abrir brecha, la mayor parte de los estudios críticos
se limitan a un aspecto de una obra o a una parte de la obra o a
parte de varias obras. Y no solamente la crítica chicana
se encuentra limitada en cuanto a la cantidad y a la amplitud de
orientación, sino que también la vemos dividida en
una gran variedad de acercamientos, de los cuales todos, o casi
todos, son utensilios preexistentes. No hay ninguno que se pueda
decir, al menos en parte, chicano.
Pero las preguntas afloran inmediatamente.
¿Es que puede haber tal cosa como un acercamiento crítico
"chicano" aplicable a la literatura "chicana?"
¿Es que puede haber tal cosa como un acercamiento "chicano"
a la literatura no-chicana? ¿Es que cualquier acercamiento,
empleado por un crítico chicano a la literatura chicana,
puede ya considerarse chicano? ¿Es posible hablar de acercamientos
críticos culturalistas, nacionalistas o que lleven cualquier
otro sello particularista al igual que una obra creativa, pongamos
por ejemplo, chicana, inglesa o china? Si podemos catalogar a un
escritor creativo con el sello de "chicano", ¿podremos
hacer lo mismo con un crítico, denominándolo "chicano?"
¿Por qué? ¿Es que en el primer caso se trata
solamente de expresar una (o múltiple) experiencia y, en
el segundo caso, se trata de aplicar un (o múltiple) método?
Si aceptamos esta postura, nos veremos entonces forzados a establecer
una dicotomía. ¿Existe realmente esta dicotomía?
¿Debe de existir esta dicotomía?
Y, continuando con las preguntas,
¿es que se puede concebir a un crítico que sea "objetivo?"
El hecho de escribir, ¿no implica una actitud intelectual,
ideológica y cultural preliminar? ¿No se trata, acaso,
de una re-interpretación, re-visión, re-creación?
¿Puede concebirse a un escritor capaz de escribir una obra
que sea completamente fruto de la fantasía, sin referencia
a una realidad vital? ¿No es posible que el autor esté
consciente no sólo de los lectores-críticos, mientras
escribe, sino también que él mismo esté haciendo
crítica? ¿No pudiéramos mejor hablar de complementariedad
que de dicotomía?
Estas son algunas de las preguntas
que se hace un crítico cuando quiere interpretar una obra,
sobre todo chicana, después de haber estudiado los métodos
o acercamientos críticos existentes y tratar de aplicarlos
al producto creativo. En estas páginas pasaremos una revista
general a los principales acercamientos de la crítica y,
después, trataremos de ver algunas alternativas y posibilidades
de aplicación para el crítico chicano.
Temática y modalidad de la literatura chicana
Al hablar de la literatura chicana
hacemos hincapié en la narrativa, aunque sin perder de vista
los otros géneros literarios. Este énfasis en la narrativa
no quiere decir que la novela o el cuento haya sido lo mejor que
la pluma chicana haya producido. Pero desde el punto de vista del
crítico es lo más difícil de analizar, por
su extensión y por su complejidad. Por eso, como se verá
más tarde, la mayor parte de los críticos prefieren
aplicar sus métodos a los géneros más cortos,
como la poesía, el drama y el cuento.
Las temáticas y las modalidades
de las literaturas de todos los tiempos varían y se ajustan
a los valores de la sociedad de donde surgen. El valor y la perennidad
de la obra literaria depende, además de la forma estética,
de la visión profunda que el autor haya tenido de la sociedad
o grupo social que describe y de la habilidad artística con
que transmite esa experiencia al lector. En términos más
concretos, se trata de un reflejo, de una armonía, de un
vaivén entre la sociedad productora y la expresión
producida, cuyo intérprete es el autor.
Aceptada esta premisa, podemos decir
que la literatura es uno de los termómetros que mejor marcan
el estado de salud, las preocupaciones y el modus vivendi
de la sociedad que la produce. Si la sociedad pasa por un período
de crisis, la obra literaria manifestará esa crisis. Si,
por el contrario, la sociedad está en una época de
calma y de paz, una literatura revolucionaria no tendría
sentido, porque los lectores no se verían reflejados en ella
y no aceptarían esa literatura como suya. Si la sociedad,
aunque parezca estar tranquila, muestra síntomas de decadencia,
la literatura intuirá "el mal del siglo" y, entonces,
tendrá dos alternativas: o se hace escapista o se convertirá
en reaccionaria. ¿Cuál es el estado de salud de la
sociedad o grupo social llamado chicano? ¿Refleja la literatura
chicana este estado? Si un lector, ajeno a la situación histórico-social
del chicano, lee al azar algunas obras chicanas, inmediatamente
y sin dificultad se dará cuenta precisa de la experiencia,
de la situación y de las preocupaciones del pueblo chicano.
Puede ese lector sacar la conclusión lógica: la experiencia
chicana es una experiencia de opresión económica,
social, cultural y racial. Por tanto, su literatura es de protesta
y de liberación. Todo, y solamente, por haber leído
algunas obras representativas de la literatura chicana.
La pregunta obligada es la siguiente.
Si ese lector, ajeno a la experiencia chicana, es un lector atento
y perspicaz, es decir, un crítico de la(s) literatura(s),
¿qué clase de acercamiento crítico emplearía
para analizar la literatura chicana? ¿Podría comenzar
por el formalista, pongamos por caso, en donde la forma es el arte?
¿No le fuera más lógico comenzar por un método
contextual, digamos el sociológico-marxista, que va más
directamente al contenido histórico-materialista y a la dinámica
de las fuerzas contradictorias que engendraron la situación
productora de dicha literatura? O quizá le interese aplicar
el método más tradicional, el moral-filosófico,
en donde pueda sopesar la (in)moralidad de la opresión, la
(in)moralidad de la explotación, la (in)moralidad del genocidio
histórico racial y cultural. Expresándolo en términos
crudos, pero realistas, una literatura que expresa bellezas, simplemente
por expresar bellezas (el arte por el arte), cuando la realidad
es, como en el caso de la literatura chicana, opresiva, además
de ser ilegítima y mendaz, es una burla obscena a la verdadera
belleza: la vida. La literatura chicana, hoy por hoy, mientras no
cambie la situación histórica de opresión y
de racismo, no puede pagarse el lujo de escribir un arte bello por
el simple hecho de ser bello, porque sería una belleza pendenciera.
Y lo que se dice del arte creativo, se puede y debe aplicar al arte
crítico. El lector crítico que se aproxime a la literatura
chicana empleando únicamente una lente o lupa esteticista,
simple y únicamente por creer en el canon de "el
arte por el arte", es un seudo-crítico formalista. Tanto
el autor como el lector-crítico son, cada uno en su esfera
complementaria, los intérpretes de una situación histórico-cultural
dada. Cuanto más se acerquen a esa realidad, más verídicos
serán y, por ende, más válidos. Esto no quiere
decir que éste o aquél método carezca de valor.
No. Se trata sencillamente de poner las cosas en su propia perspectiva
y de no errar el blanco y la meta. Se trata de ordenar las "prioridades."
Acercamientos críticos
Hay por lo menos una docena de métodos
de aproximación a la interpretación de la obra literaria.
Unos más tradicionales que otros. Unos que se apoyan más
en la forma y otros que prefieren el contenido. Aunque, como se
apuntó antes, la crítica haya quedado rezagada frente
a la creación literaria, existió siempre. Ya desde
el tiempo de los clásicos griegos y romanos hubo un Aristóteles,
un Platón y un Horacio que se preocuparon por la función
del arte literario en la sociedad. En general, puede decirse que
la crítica fue sufriendo un proceso evolutivo a través
de los siglos, de lo moralista a lo amoralista y de la preocupación
por el contenido a la preocupación por la forma. Así
tenemos un acercamiento moralista-filosófico, otro arquetípico-folklórico,
otro sociológico-marxista y otro formalista-estructuralista.
Quizás esta observación general tenga que ver, así
como la literatura creativa, con los valores imperantes en las diversas
épocas y situaciones histórico-sociales. No hay que
perder de vista este fenómeno a causa de su posible aplicación
"cronológica" a la literatura chicana. Sabemos
que la literatura chicana es de reciente aparición, por lo
menos en lo tocante a su resurgimiento. Pero también sabemos
que su contenido es y ha sido de opresión y peonaje. Un verdadero
anacronismo: el campesino chicano vive una vida semifeudal en un
sistema altamente tecnocrático. Un acercamiento crítico
altamente tecnocrático, es decir, de sistemas esqueléticos
y estructuralistas aplicado a un contenido literario de peonaje
servil sería, hasta cierto punto, anacrónico, por
no decir contradictorio e inmoral.
El canon del acercamiento formalista
nos dice que la obra literaria existe por sí misma, por
sí sola y que tiene su propia vida. La obra de arte tiene
un lugar: su lugar. O sea, que una vez que la obra ha visto la luz,
se desprende de la matriz y ya no tiene nada que ver con su origen.
Si algún "significado" tiene la obra, habrá
que buscárselo intrínsecamente, en la relación
estructural de las partes al todo, y no extrínsecamente,
fuera de la obra. La obra literaria es, en sí misma, una
fuente válida del conocimiento que no puede expresarse a
no ser en términos de la estructura interna de la misma.
La obra de arte es "forma" y, si algún contenido
tiene, es contenido de la forma. Es como si dijéramos que
el que las hojas verdes o secas de un árbol estén
verdes o secas depende de la naturaleza de la hoja y no del alimento-sequía
de las raíces o del cambio de las estaciones del año.
O que el que un niño tenga cuerpo de atleta o esté
raquítico es debido a su naturaleza interna y propia y no
a la dieta o régimen que observe, ni a la posible robustez
o raquitismo de los padres que lo engendraron.
Este acercamiento crítico
es válido, pero sólo parcialmente. ¿Por
qué tiene que ser en parte solamente? Porque la premisa o
canon es parcial. ¿Quién ha dicho que la obra literaria
es bella porque la belleza radica solamente en la forma? ¿Es
que la belleza de una mujer o de un hombre, pongamos por caso, depende
solamente de cada parte de su cuerpo y de la relación y armonía
entre las partes de ese cuerpo? ¿Y el contenido personal,
intelectual y otros talentos que no se pueden medir y que adornan
a la belleza física, no son parte de la belleza total? ¿O
es que los atributos de su personalidad dependen de la belleza física,
como nos querrán hacer creer los formalistas? Y, refiriéndonos
a una obra de creación artística, pero de otro orden,
¿en dónde radica la forma bella de una sinfonía?
¿En la partitura? ¿En los acordes? ¿En la relación
entre la melodía y el acompañamiento? ¿En la
orquesta que produce los sonidos polifónicos? ¿En
el placer de la audición? ¿No sería mejor decir
que radica en todos estos elementos, sean internos o sean externos,
desde la creación hasta la audición, pasando por todos
los niveles intermedios?
Pero la crítica más
grande que se puede hacer contra este acercamiento es que rehúse
interpretar el contenido de la obra literaria que es parte de la
función de cualquier intérprete. Además, rehúsa
aceptar el aspecto diacrónico (histórico) en el estudio
y análisis de la obra. Una observación, además
de importante interesante, es que en sus análisis los críticos
formalistas se limitan a la forma corta: la poesía y el cuento.
¿Por qué? Cuando aplican el método a una obra
extensa, como la novela, el análisis termina precisamente
en donde comienza el problema.
¿Y qué decir del estructuralismo
como acercamiento a la obra de arte? El estructuralismo literario
es un apéndice del formalismo, en grande. Pero también
heredó y desarrolló sus limitaciones, en grande. Los
estructuralistas recorren una escala que va de lo más humilde,
como las "formas simples" del proto-estructuralista André
Jolles, hasta las estructuras e ideologías mucho más
ambiciosas de Boris Eichenbaum. Desde los símiles y paralelismos
simples de la "gramática narrativa" de Tzvetan
Todorov hasta la concepción grandiosa y totalitaria de los
"sistemas autorreguladores" de la(s) literatura(s), los
"sistemas genéricos" y los "sistemas de modos
y formas" de Northrop Frey.
¿Cuál fue el origen
del estructuralismo? Lo originaron dos fuentes principales: de un
lado el formalismo, como acercamiento crítico a la literatura
y, de otro, la reacción contra la fragmentación intelectual
del siglo veinte. Quiso imitar al marxismo, no como "ideología
totalitaria", sino como "sistema coherente" y como
"metodología." Al mismo tiempo crítica al
marxismo por su demasiada fe en la dialéctica histórica.
Para el estructuralista, en cambio, la historia depende del "punto
de vista," es una realidad-verdad subjetiva y relativa, de
acuerdo a Boris Eichenbaum.
La obra literaria, para el estructuralista,
es una estructura no viviente. El análisis de la obra debe
de ser como una radiografía de su esqueleto. Se ocupa del
armazón, del montaje de la obra, y no del origen, ni del
contenido, ni del mensaje. Tiene un mérito, semejante al
acercamiento formalista, y es el de buscarle una base, un sistema,
una estructura que mantenga a la obra firme y coherente. Pero, a
semejanza del formalismo, corre muchos peligros. Por ejemplo, parte
del supuesto hipotético de que una obra literaria es un sistema
"completo" y "cerrado." Como ardid metodológico
es excelente, porque de este modo puede estudiar sistemáticamente
las partes para después relacionarlas formando un todo. Pero
se rehúsa a aceptar que ese sistema "cerrado" tenga
una base en otro sistema más amplio que es el sistema cultural
e histórico de donde emerge el "sistema literario."
O sea, que el sistema "cerrado" y "completo"
de los estructuralistas no es ni tan "cerrado" ni tan
"completo." Inherente a este peligro se halla el de la
exclusión del diacronismo en la obra literaria, tan importante
y esencial para el acercamiento marxista. El sincronismo es lo único
que le interesa al estructuralista ortodoxo, y esto se comprende,
pues, lógicamente, al considerar la obra como sistema cerrado
se congela ésta en el tiempo. Es decir, se extrae convenientemente
la obra de la dialéctica histórica.
Hay que añadir que el estructuralismo
ha sufrido un proceso de maturación y de reajustamiento.
Muchos estructuralistas ven algunos de los fallos en este acercamiento,
sobre todo en lo referente al abandono del contenido y del significado
contextual de la obra. Por eso echan mano de la hermenéutica,
para "recobrar el significado oculto" de la obra, y también
de la semiología o semiótica para interpretar el significado
de los signos y de las leyes que los regulan. En cuanto a la terminología
empleada, existe un verdadero caos. Cada crítico inventa
la suya y se da el caso de que el mismo término empleado
por uno adquiere diferente significado cuando lo emplea otro crítico.
Incluso algunos estructuralistas, como Gérard Genette, tachan
a esta terminología de "elitista." A veces se convierte
en fanfarronería erudita, y hasta decae en pedantería.
Citemos algunos términos: "literalidad," "principios
organizadores," "pensamientos generales" de la obra,
"continuums," "unidades irreductibles,"
"voz seudo-diegética," "dominante," "defamiliarización,"
"micro y macro estructuras", etc. El estructuralismo,
entre otras cosas, deberá de ocuparse, pues, de estructurar
no sólo las estructuras literarias, sino también las
terminologías, para así poder explicar esas estructuras.
Otro acercamiento a la literatura
es el llamado arquetípico-mitológico. Quizá
las autoridades supremas sean Claude Lévi-Strauss en antropología
y Carl Jung en psicología colectiva. El punto de partida
es la suposición de que los mitos, las imágenes primordiales
y los símbolos básicos proceden de una conciencia
colectiva y son, en esencia, comunes a todas las culturas. La expresión
o forma varía en cada sociedad y cultura, pero el contenido
y esencia es constante en todas. Dada esta premisa, el artista será
aquella persona que posea una visión y sensibilidad especiales
y un don de poder transmitir esas imágenes primordiales del
mundo escondido y subconsciente al mundo externo y consciente. La
fuente de creatividad, lógicamente, será la(s) experiencia(s)
primordial(es). Se podría decir, pues, que el artista es
una persona que surge de la colectividad y que su obra satisface
la necesidad espiritual-cultural de la sociedad. Algunos de los
mitos y arquetipos esenciales y primordiales son los referentes
al eterno retorno (paraíso, caída, regeneración)
y a la creación y a la expiación ritual. Los referentes
a los elementos naturales, como la función del sol, del agua
y los ciclos de las cosechas. Y los concernientes a las fuerzas
incontrolables y supernaturales, como las deidades y los diablos,
fuerzas benéficas y maléficas respectivamente.
Aunque este acercamiento es de sumo
interés, en particular para la literatura chicana, hay que
tener cuidado. La visión del mito y la aplicación
del método pueden degenerar en una concepción subjetivista
y de proyección psico-romántica por parte del crítico.
O sea, basarse en la creencia pseudo-científica de que en
la(s) cultura(s) estas imágenes-mitos primordiales fueron
cosa lejana y se perdieron en la historia. Por tanto, que son "primitivas"
y "muertas," "simples" por no decir simplistas.
No admiten estos críticos la continuidad, la evolución
y la complejidad históricas de estos arquetipos que sobreviven
en el presente. Otro peligro y limitación de este acercamiento
literario es que hace hincapié en el mito arquetípico
y no en las variaciones, expresiones y ropaje con el que aparece
revestido tal o cual mito. Es decir, analiza el contenido más
que la forma y emplea el método deductivo más que
el inductivo.
Semejante al arquetípico,
en algunos casos, pero mucho más complejo, vital y armónico
es el acercamiento marxista. Las premisas básicas de este
método pueden resumirse en las siguientes; que la obra literaria
no es una entidad separada e independiente de la matriz que la produjo.
Que está sujeta a la dialéctica histórica,
como cualquier otro producto social. Y que, en esta dialéctica
histórico-materialista, las fuerzas de producción
(infraestructura) condicionan el arte, como cualquier otra manifestación
de la inteligencia y de la cultura (supra-estructura). Y va más
lejos al decir que la función de la supra-estructura, incluyendo
la(s) ideología(s) y el arte, es la de "legitimizar"
el poder de la clase dominante y las formas de producción
existentes. Este es el hecho, pero sería bueno adelantarse
y decir que, debido a la dialéctica intrínseca, y
en el caso presente la literatura chicana, se opone antitéticamente
a la ideología de la clase dominante. Una ideología
no es precisamente un conjunto de doctrinas sino, y más bien,
el modo cómo vive el hombre su papel en la clase social.
El arte, como parte integrante de la supra-estructura, ejerce a
su vez una influencia sobre la dialéctica histórica.
En sí mismo y por sí mismo, el arte no puede cambiar
el curso de la historia, pero puede señalar ese curso, e
incluso orientarlo.
Basados en estas premisas, se puede
decir que el arte se produce y surge del concepto ideológico
que el autor tiene del mundo. ¿Qué relaciones existen
entre el arte literario y la ideología de clase a que pertenece
el autor? Este es uno de los primeros pasos que debe proponerse
el crítico al acercarse a la obra literaria. Tendrá
que analizar la intrínseca correlación entre los dos
o hará notar, al contrario, la diferencia entre ambos. Otro
primer paso en el análisis literario es, contrariamente a
lo que creen muchos, el de considerar a la obra en su totalidad
textual y contextual simultáneamente. Es decir, el
análisis de la obra no se debe mover mecánicamente
del texto a la obra-a la ideología-a las relaciones sociales-a
las fuerzas de producción, sino que en cada paso o nivel
hay que tener presentes los restantes, en una dialéctica
interna e interdependiente, como postula Lucien Goldman.
Uno de los puntos más escabrosos
en el acercamiento crítico marxista es el señalado
por otros críticos, sobre todo los estructuralistas: el crítico
marxista se preocupa más, quizás exclusivamente, del
contenido que de la forma. Pero los marxistas no creen que eso sea
cierto, pues consideran a los dos aspectos del arte como íntegra
y dialécticamente relacionados. Ya Hegel había afirmado
que un contenido dado determina una forma apropiada a ese contenido.
O sea, la forma no informa al contenido, como decían los
formalistas, sino, al contrario, el contenido contiene la forma.
Y, para confirmar lo dicho, traen a cuento que, históricamente,
si el contenido cambia también la forma cambia. Que el cambio
de forma no es un capricho del autor, sino una necesidad que depende
del contenido histórico de la obra. Ya Marx había
hecho notar que la forma no tiene valor a no ser que sea forma de
su contenido. Dicen los marxistas que el formalismo puro roba a
la obra literaria del significado histórico y reduce a la
obra a un juego estético. El ejercicio crítico exclusivamente
formalista conduce, dicen ellos, a un contenido vacío, vulgar
y mendaz, por no decir perverso.
Hablando de la novela como forma
literaria, Lucáks repite lo que ya Hegel había descubierto:
que la novela no es otra cosa que la épica burguesa, y añade
que esta épica es una épica de enajenación,
característica del mundo capitalista moderno. Así
que al escritor y al crítico les corresponde no sólo
crear y analizar la obra textual y contextualmente, sino también
rehacer y recobrar armónicamente el mundo que la sociedad
moderna capitalista resquebrajó. Los grandes autores son
pues aquellos que, en lugar de aislar, recrean la totalidad armónica
de la vida humana por medio de las fuerzas dialécticas y
vitales históricas. Así, por ejemplo, el personaje
héroe de una novela u obra literaria, sin perder su individualismo,
debe encarnar las fuerzas histórico-vitales de la situación
que lo producen y de donde surge. De otro modo, dicho personaje
sería fofo, demagogo y mendaz. El personaje-héroe
tiene que ser auténtico: tiene que reflejar y encarnar, no
la contradicción entre lo que dice y hace (contradictorio
en sí mismo), sino las contradicciones existentes en la sociedad
(dialéctica histórica). Si el personaje-héroe
tiene que ser fiel a esta dialéctica, se sigue lógicamente
que el autor, como parte del proceso total, tiene que descubrir
y transmitir esa dialéctica histórica no sólo
a través del personaje-héroe, sino también
en la complejidad de la obra.
El creador refleja la realidad social
creando "tipos" históricos, personajes que encarnan
una "individualidad histórica." Por tanto, no vale
crear personajes esencialmente sicológicos. La función
del autor es traducir los hechos socio-históricos a literarios,
y la función del crítico es descodificar los hechos
literarios a socio-históricos.
Llegamos a otra postulación
de la crítica marxista que exige que el autor y el crítico
deben y tienen que estar comprometidos. La neutralidad en el arte
auténtico es imposible. La libertad e independencia del arte
burgués, nos dicen los marxistas, está disfrazado
bajo el imperativo de la ideología de clase y del imperativo
del dinero. No hay más que pensar en los best-sellers
para corroborar este aserto. Y no puede ser de otro modo. La literatura
está comprometida, abierta o socavadamente, a la ideología
predominante, que es una ideología de clase, como ya queda
dicho. Por eso los marxistas postulan que la literatura comunista
debe de estar al servicio del proletariado y, al decir esto, desenmascaran
a los burgueses, que se creen libres del compromiso socioeconómico.
Relacionado con el postulado del
compromiso entre el creador y la obra, entre el autor y la dialéctica
histórica, el teórico marxista considera la relación
entre el autor y la producción no sólo de la obra
como arte, sino también como "producto" económico.
Esto nos aparta más de la crítica literaria de la
obra, pero para el marxista es importante simplemente porque el
arte, como parte integral de la supra-estructura, está directa
e íntimamente relacionado a las fuerzas de producción
económica.
De acuerdo a lo dicho, podríamos
resumir esquemáticamente lo referente al arte, al autor y
al acercamiento crítico marxista de la siguiente manera.
La obra literaria, la novela sobre todo, no es una entidad o criatura
dotada de vida independiente. Es el producto de un autor que, a
su vez, es producto de la ideología dominante de una clase
social, que, a su vez, es producto de una dialéctica histórica,
que, a su vez, es producto de las fuerzas y modos de producción
de un momento histórico dado. Para analizar completa y válidamente
la obra literaria el crítico tiene que tener en cuenta este
esquema progresivo de relaciones.
Comparándolo con los otros
acercamientos hasta aquí expuestos, se puede decir que el
método marxista ocupa un lugar diametralmente opuesto al
formalista. Aquél se ocupa más del contenido y del
contexto socio-histórico, y éste más de la
forma de la obra. Si lo comparamos al método estructuralista,
podemos también observar lo mismo basándonos en la
dicotomía contenido-forma. Pero se aproximan entre sí
si los consideramos como sistemas totalitarios. La diferencia radica
en que el marxismo es más bien una ideología y, en
cambio, el estructuralismo se cree una metodología, con aires
de ideología. Si comparamos el marxista al método
arquetípico, notamos ciertas relaciones. El primero se orienta
al contenido histórico-dialéctico y el segundo al
contenido mítico-evolutivo. Aquél considera al arquetipo
(supra-estructura) en función de las fuerzas de producción
(infraestructura), éste considera al arquetipo en sí
mismo. Tanto el uno como el otro, a pesar de poseer un valor innegable,
sobre todo en la aplicación de sus metodologías a
la literatura chicana, adolecen de que supeditan demasiado la forma
literaria al contenido.
Antes de pasar a algunas consideraciones
prácticas sobre la aplicación de estos acercamientos
de la crítica a la literatura chicana, será conveniente
discutir un poco otro método caído en olvido, quizá
por tradicional, quizá por juzgarse anticuado y dépassé.
Nos referimos al acercamiento moral-filosófico. La preocupación
principal de este acercamiento recae en la parte didáctica
que entraña la obra. Según ellos el autor responsable
debe de exponer no sólo los males de que adolece la sociedad
o los bienes que procuraría, sino también presentar
abiertamente su tesis didáctica. Siendo éste el punto
de partida, se sigue que el énfasis recaerá no sólo
sobre el contenido vis-à-vis de la forma, sino que
se restringirá a una parte de las muchas del contenido: la
moral-didáctica. Hoy día este acercamiento quizá
parezca presuntuoso, quizá anacrónico, dada la mentalidad
moderna de a-moralismo, por no decir de in-moralismo. Pero creemos
que, reforzado y unido a otros acercamientos, en particular al marxista,
y cambiando algo la terminología y su semántica, se
podría, aunque sólo sea en parte, revitalizar y aplicar
con creces a la literatura, en particular a la chicana.
Tradicionalmente, los valores morales
postulados en las sociedades que se llaman cristianas fueron inculcados
por las teologías y filosofías predominantes de las
religiones judeo-cristianas. Sabemos bien que, por ejemplo, el protestantismo
calvinista no sólo entabló paces entre los bienes
materiales y la salvación del hombre, sino que fue una fuerza,
quizá la mayor, que empujó el desarrollo del capitalismo
occidental, como lo demostró Max Weber. Da la casualidad
de que el calvinismo tuvo nacimiento en la cultura occidental anglosajona
en el momento del naciente capitalismo. Por otra parte, al chicano,
asociado con el catolicismo de los países latinos, se le
inculcó por varias generaciones que los bienes materiales
eran un obstáculo para la salvación. En la disyuntiva
de hace un siglo y medio, el chicano "católico y pobre"
quedó bajo la tutela del "protestante y capitalista"
anglosajón. ¿Consecuencia? Una dialéctica compleja
de valores culturales y socioeconómicos que relegó
al chicano a un estado de casi perpetuo peonaje.
Bajando a un nivel más concreto
y de actualidad, el portavoz oficial de esa doctrina inculcada en
la mente chicana ya no es la iglesia semi-feudal latina, sino la
anglosajona que, a pesar de ser católica, no deja de ser
sajona, puritana y, por ende, capitalista. Aunque en el nivel de
la teoría la iglesia católica haya distinguido y catalogado
un sinnúmero de posibles actos inmorales, en la práctica
hablar de moral o inmoral era y es sinónimo de sexual. La
explotación de las clases sociales bajas por las clases dominantes,
aunque en teoría se la consideraba inmoral, en la práctica
no se le puso ni se le pone el énfasis debido. El pobre peón
era inmoral si no usaba el sexo "lícitamente",
mientras que al señor no se le molestaba, al menos públicamente,
aún después de haber chupado la sangre del pobre y
de haberlo sometido a un peonaje servil. Dicho de otro modo, y acercándonos
a nuestro propósito, tanto el autor como el crítico
concomitantemente tienen que re-evaluar los términos y la
semántica como contenido de la obra y de la crítica
chicanas.
¿Por qué no llamar
también inmoral a la explotación y expropiación
económicas? ¿Por qué no llamar inmoral a la
política demagógica? ¿Por qué no llamar
inmoral a la opresión intelectual y sicológica que
sufre el pueblo chicano? ¿Por qué no llamar inmoral
al sistema escolar racista que esteriliza la mente del chicanito?
¿Por qué no llamar inmoral a un sistema cristiano
de explotación capitalista que no sólo permite, sino
que crea un hambre institucionalizada y una muerte lenta en el pueblo
chicano? En una palabra, ¿por qué no llamar inmoral
a la institución que se cree tesorera de toda moralidad?
Una institución que emplea millones de dólares para
organizar marchas a los capitolios estatales y federal proclamando
el "derecho a la vida" del nonato, cuando en realidad
relaciona el aborto más bien al sexo, inmoralidad tradicional,
que a la vida del niño, ¿por qué no emplea
también millones de dólares para organizar marchas
a los capitolios en demanda de la vida de los niños ya-nacidos
que se convierten en carnada de la opresión y genocidio económico?
¿Por qué no desenterrar
otros términos cliché que "ofenden"
los delicados oídos de los que no quieren oír, como
el vocablo "crueldad?" Se habla en esta sociedad de crueldad
hacia los animales y, para protegerlos, existe una Sociedad Protectora
de Animales, pero, ¿y qué pasa en las escuelas? ¿Qué
pasó con el término "tiranía"? Se
nos dirá que estamos en una democracia. Pero es que la tiranía
tiene muchos más colores y matices que el político.
Y, ¿qué pasó con el término "culpabilidad"?
Estos términos, que hoy los catalogan de cliché
o de dépassé y que los pasteurizan filtrándolos
por la psiquiatría en donde se hacen sutiles distinciones
basadas, sin duda, en el poder de la infraestructura, entre "culpabilidad
criminal" para unos y "psicología desviada"
para otros, tiene que rescatarlos el crítico de la literatura
chicana e imprimirles un valor semántico actual de acuerdo
a la necesidad del lector chicano.
Los acercamientos críticos y la literatura chicana: a
modo de conclusión
Es un hecho que la mayor parte de
los acercamientos críticos, sobre todo los que estaban en
boga hasta hace poco tiempo, han sido pensados por la mentalidad
nórdica europea y, más precisamente en nuestro caso,
por la intelectualidad anglosajona. También es un hecho de
que todos estos acercamientos, en mayor o menor grado, parten de
una ideología o concepción de la vida. Todas las ideologías
y todas las teorías, en particular las referentes a las ciencias
humanas, parten de una actitud mental cercana a la cultura que modeló
esos intelectos. Se sigue, por consiguiente, que tanto la visión
del mundo como los acercamientos críticos que se emplean
en el análisis de las obras literarias que expresan esa visión
del mundo, o cualquier otra visión del mundo, son producto
de una mentalidad histórico-dialéctica-cultural determinada.
Luego, se ofrece la pregunta: ¿son universales tales ideologías,
teorías y métodos analíticos? Dicho en otras
palabras, la literatura chicana (visión del mundo chicano),
¿encajará en las teorías y métodos no
chicanos? O, lo que viene siendo lo mismo, ¿se ha tenido
presente a la experiencia y literatura chicanas en la concepción
y formulación de esas teorías y métodos analíticos?
No hay más que pensar, para hallar la respuesta, en la teoría
del "superhombre" de Nietzsche y en la de la "selección
natural de las especies" y en la "supervivencia del más
fuerte" de Darwin. Aunque hasta ahora a nadie se le ha ocurrido
desarrollar un acercamiento "seleccionista" o "superiorista"
de la crítica a la literatura, ¿cómo se aplicaría
un tal método hipotético a la creación literaria
chicana? Y, ¿cuál fuera el resultado de su aplicación?
La respuesta más acertada a estas preguntas sería
una respuesta tangencial: para expresar una realidad histórica
chicana se necesitaría una literatura creativa chicana, así
como para re-interpretar esa misma realidad histórico-literaria
chicana se necesitaría una metodología analítica
chicana.
Por el momento, veamos qué
aspectos se pueden aprovechar de los métodos-acercamientos
críticos existentes, en el análisis de la literatura
chicana. No podemos olvidar que el aprovechar "aspectos"
de varios acercamientos es tan legítimo como aplicar "totalidades"
de un sólo método. Y esto por la sencilla razón
de que, por el hecho de haber varios métodos exclusivistas,
ninguno de ellos puede ser "completo". El dogmatismo
en un método es equivalente a inseguridad metodológica,
lo mismo que exclusivismo es sinónimo de falta de universalidad.
Un método ecléctico, en el momento presente, es lo
más razonable.
Si el crítico chicano va
a aprovechar tal o cual acercamiento, o parte de acercamientos,
le será necesario re-crear esa metodología. Así
como un carro que sale de las fábricas de Detroit, cuando
llega y pasa por las manos de un chicano, adquiere un re-toque peculiar,
como low-rider o high-rider, de un modo semejante
un método de aproximación, pongamos por caso el estructuralista,
debe ser re-tocado o recreado a la chicana. Por ejemplo, Roland
Barthes estudió y analizó, empleando sistemas de codificaciones,
los diversos códigos o claves de los menús, de los
muebles y de la indumentaria en París. ¿Por qué
no usar semejantes codificaciones para codificar, digamos, la indumentaria
y el lenguaje de los pachucos? Y quien dice de la indumentaria y
del lenguaje de los pachuchos, se puede decir de cualquier otro
aspecto del modus vivendi del chicano.
Pero con esto no basta. Eso sería,
a pesar del gran interés que puede ofrecer, una simple catalogación.
Una estructura pintoresca, pero sin vida y muerta. Lo importante
no es el tipo o arquetipo disecado y pintado en un cuadro o estructura
muerta, sino lo dinámico y lo vital. Es decir, ¿cuáles
fueron las causas y condiciones que crearon y que pusieron en marcha
a ese personaje o personajes? Los pachucos que aparecen en una obra
de arte, una novela o una pintura, están congelados en una
estructura, sea literaria sea pictórica. Pero, ¿cómo
pintan y describen a los pachucos otros artistas coetáneos
de la primera pintura o novela que vimos y leímos anteriormente?
Supongamos que el mismo novelista o el mismo pintor nos ofrecen
otras narraciones y otros cuadros de los mismos pachucos cinco o
diez años después, ¿serán los mismos
o habrán cambiado? Es muy posible, por no decir cierto,
que veríamos plasmados a otros pachucos. Luego, si extendemos
la primera estructura e incluimos las otras estructuras, tendremos
una catalogación o codificación más amplia
e interesante, pero todavía descarnada y osificada. ¿Qué
pasó con el proceso, con la vitalidad y con la dialéctica
que puso en marcha ese proceso de diferenciación y de cambio?
En otros términos, una estructura o estructuras sacadas de
un texto o textos, por muy interesante que sean, no nos dan más
que una estructura congelada de partes congeladas en un momento
histórico congelado. Si la obra de arte se extrae del contexto,
de la dialéctica histórica, pierde el fondo de referencia,
el contexto y el diacronismo, que es el flujo vital de la obra y
del personaje, en este caso el pachuco.
Por el contrario, si nos ocupáramos
exclusivamente del flujo, del diacronismo y de la dialéctica
subyacente, perderíamos las estructuras sincrónicas
que sostienen la forma literaria. Si este fuera el caso, entonces
¿en qué se diferenciaría un ensayo sobre la
socio-historia del pachuco de una novela que analiza y describe
la vida del pachuco o de cualquier grupo de pachucos? Las fuerzas
opresivas que crearon el grupo llamado "pachuco", como
la vida peculiar del mismo, tienen que aparecer tanto en el primer
caso como en el segundo, pero la diferencia radica en la forma.
Aquí es en donde vemos al pachuco cobrar vida, su vida, y
no la del ensayista. Vemos una lengua, su lengua, y no la del ensayista.
También observamos que la lengua del pachuco es la lengua
del autor, del novelista. Que la visión del pachuco es la
visión del autor y viceversa, que el mundo del pachuco es
el mundo del autor y viceversa, que el pachuco es auténtico
porque el autor es auténtico.
Esto nos lleva de nuevo al contexto,
olvidado por los formalistas y estructuralistas y recobrado por
los marxistas. Este aspecto de la autenticidad, aunque no se pueda
"codificar", no cabe duda que es parte de la obra literaria.
De hecho es lo que da forma al contenido, el que crea la
forma, las estructuras, que son las de un pachuco y no las
de otro personaje, un político chicano, pongamos por caso.
Al crítico que le interesa
la codificación de la indumentaria o de la lingüística
pachucana como forma de expresión, pero que no se olvida
de las fuerzas dialécticas y contradictorias que hacen que
el pachuco reaccione como resorte ante una sociedad que lo rechaza,
también le interesará ver la parte inmoral de esa
sociedad que lo quiere despojar, envilecer y aniquilar. Es la antítesis
que, a su vez, reacciona contra la tesis, para no ser sofocada por
ésta. Aquí observaremos que la moralidad es relativa.
Que la tesis, o sociedad dominante, establece la "moralidad"
y que lo que se opone, la antítesis pachucana, es "inmoral",
y por tanto es una fuerza esencialmente mala a la que hay que destruir.
El posible genocidio cometido por la fuerza ofensiva, la tesis,
se impone como "legítimo," mientras que el posible
homicidio perpetrado por la antítesis en defensa propia es
un acto "criminal". Estamos ante un relativismo moral,
creado por la lucha de clases sociales, a las que se alía
el racismo.
El mismo crítico puede aplicar
parte del acercamiento arquetípico y notar, por ejemplo,
que el grupo llamado pachuco es un grupo complejo. Que posee, entre
otras cosas, sus rituales de iniciación, sus códigos
de comportamiento sagrados, un lenguaje hermético, símbolos
religiosos y un juramento de sangre. Aunque al crítico que
emplea este acercamiento le interese estudiar y analizar estas características,
bajo su doble aspecto de constantes y variables, universales y pachucanas,
el crítico ecléctico irá más lejos y
tratará de codificar, por ejemplo, los símbolos religiosos
o las indumentarias y formar micro-estructuras. Y, desde el punto
de vista del acercamiento marxista, observará que, aunque
ciertos mitos, como los que acepta el pachuco, son constantes, la
práctica inmediata de estos mitos es debida al juego de fuerzas
dialécticas. La tesis la clase dominante anglosajona
que controla y relega a la antítesis el pachuco
fuerza a que la antítesis se afiance, entre otras cosas,
echando mano de ciertos ritos herméticos. ¿Qué
pasaría si, hipotéticamente, la tesis, la clase dominante,
no se preocupara de la antítesis, del pachuco? Este, con
mucha probabilidad, no hubiera tenido la oportunidad o condición
para desarrollar lo ritualístico de que se rodeó.
Podemos concluir diciendo que la
literatura chicana, hoy por hoy, es una literatura de compromiso
y de liberación. No podía ser de otra forma, debido
al contexto histórico-dialéctico en que se encuentra
el chicano. El escritor chicano, que quiera ser auténtico,
tendrá que poner en juego las fuerzas antitéticas
que zarandean su existencia. El describir y soñar con muñecas
de porcelana o con cisnes blancos que se deslizan graciosamente
sobre las aguas puras y cristalinas de un lago o alberca hollywoodiana
es un cuento de hadas y un escape enfermizo de soap opera
o telenovela. El crítico chicano, recreador de la literatura
que analiza, tiene que estar comprometido, al igual que el creador
que le presenta la materia a analizar. El contenido y la forma de
la novela chicana, o de cualquier otro género literario,
puede abordarse partiendo de cualquier acercamiento crítico
existente. Pero, como hemos tratado de exponer, ninguno abarca la
totalidad de la visión y vivencia chicanas. Y esto por dos
razones. La primera, porque cada uno de los acercamientos, independientemente
del otro, es limitado. Que los que enfatizan las forma, pierden
el rico contenido y, al contrario, los que hacen hincapié
en el contenido, pierden la rica variedad de la forma. Pensemos
en los niveles de expresión lingüística, para
no ir más lejos.
La segunda razón, más
general y filosófica, es que el acercamiento a la literatura
supone la existencia previa de ésta. Los acercamientos han
sido pensados por los críticos basados en su literatura
y en su circunstancia histórico-cultural y, por tanto,
subjetivos, que es lo mismo que decir condicionados. Estos cánones,
aunque pretenden ser universales, no lo pueden ser. Se sigue, lógicamente,
como se expresó en el cuerpo de este ensayo, que, para que
exista un análisis completo y auténtico de la literatura
chicana, se necesita, si no un acercamiento auténticamente
chicano, por lo menos una reinterpretación chicana de los
acercamientos ya existentes.
[*] Este artículo fue publicado
por primera vez en La Palabra: Revista de literatura chicana
1 (1979) 3-25.
Justo S. Alarcón
Profesor Emeritus de Español
Arizona State University
Tempe,
Arizona, EE.UU
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