EL TEATRO DE VALLE-INCLAN
Si algún autor puede aspirar,
dentro de la literatura del siglo XX, al calificativo de genial,
a la categoría de personaje, es, sin duda alguna, el que
nació como Ramón Valle Peña el 28 de octubre
de 1866 en Villanueva de Arosa y murió en Santiago de Compostela
el día 5 de enero de 1936 convertido en don Ramón
María del Valle-Inclán, persona y personaje bohemio,
extravagante, irónico y teatral que preside el retablo literario
del Madrid de las primeras décadas del siglo. "La persona
era esencialmente la de un inmenso actor", escribió
Maeztu. Después de algunos cuentos y artículos publicados
en periódicos gallegos, se traslada, en 1890, a Madrid, donde
se forjará su personalidad de escritor en contacto con las
distintas modas literarias e influencias extranjeras que circulan
por la capital. En las tertulias del Nuevo Café de Levante,
que se mantuvieron desde 1902 hasta 1914, se reunía con amigos
como Manel Bueno, Alejandro Sawa, Ciro Bayo, escritores y artistas
plásticos de España y América como los Machado,
Amado Nervo, Santos Chocano, Zuloaga, Rusiñol o Diego Rivera.
Tanto la vida bohemia
y nocturna como las dilatadas dificultades económicas marcaron
seguramente no sólo su vida sino también y profundamente
su obra, tras la que se puede percibir la rebeldía, la inseguridad,
la libertad y el descaro de un "marginal". En 1891-1892
realiza su primer viaje al continente americano, visitando México,
donde publicó una serie de cuentos, poemas y artículos.
En 1893 visita Cuba y regresa a España. Seguirá un
viaje a varios países americanos en 1910 como director artístico
de la compañía en que trabajaba la actriz Josefina
Blanco, su mujer desde 1907. En 1921 volverá a México,
invitado a las fiestas conmemorativas de la Independencia como huésped
de honor. Los tres viajes americanos dejaron en la personalidad
y la obra de Valle una marca tan honda que permite señalar
a América como una de las tres claves geográficas
del autor, junto a su Galicia natal y a su escenario principal,
Madrid. Al estallar la Primera Guerra Mundial suscribió junto
con otros intelectuales un documento aliadófilo. En 1916
fue nombrado profesor especial de Estética de la Escuela
de Bellas Artes por el ministro de Instrucción Pública,
Julio Burelí, que veremos convertido en el Ministro de la
Gobernación de Luces de Bohemia.
La especial personalidad de Valle
se manifiesta, ideológicamente, en una evolución de
sentido inverso a lo que es común, desde unas posturas conserva-doras
en su juventud hacia una progresiva radicalización de su
pensamiento y un creciente interés por el clasismo social,
patente en su actuación pública y su obra de los últimos
años (la comparación, por ejemplo, de las dos versiones
de Luces de Bohemia testimonia una llamativa radicalización
política desde la primera, en 1920, hasta la segunda, de
1924). En 1922 fue objeto de un homenaje público. Sostuvo
una lucha verbal con el Directorio de Primo de Rivera, al que "esperpentizó"
en La hija del capitán. En 1929 fue encarcelado por
negarse a pagar una multa impuesta por los incidentes provocados
en el Palacio de la Música. Valle-Inclán combatió
el teatro mediocre de su época, no solamente convirtiéndose
en el mejor dramaturgo español posterior a Lope y Calderón,
sino también protestando de viva voz en el transcurso de
las representaciones, protagonizando escándalos en los estrenos,
ejerciendo, de la única forma que podía, de lo que
fue ante todo y sobre todo: un "hombre de teatro".
Prescindiendo de los
dos poemas dramáticos en prosa, de carácter simbolista,
Tragedia de ensueño (1903) y Comedia de ensueño
(1905), que se publicaron entre los cuentos de Jardín
Umbrío y Jardín novelesco, respectivamente, la
obra dramática de Valle-Inclán incluye las veintiuna
obras siguientes, que ofrecemos agrupadas (no clasificadas) de acuerdo
con las colecciones en que su propio autor las reunió y los
subtítulos o fórmulas con que las definió:
- Cenizas, "drama en tres actos" (1899), reelaborada
bajo el título de El yermo de las almas, "episodios
de la vida íntima.(1908).
El marqués de Bradomín, "coloquios románticos"
(1906), versión teatral de las Sonatas.
Cuento de abril, "escenas rimadas en una manera extravagante")
(1910). Voces de gesta, "tragedia pastoril" (1911).
- "Comedias bárbaras":
Aguila de blasón (1907).
Romance de lobos (1908).
Cara de plata (1922).
- Divinas palabras, "tragicomedia de aldea" (1920).
- "Farsas":
La marquesa Rosalinda, "farsa sentimental y grotesca"
(1912).
Tablado de marionetas para educación de príncipes
(1926):Farsa infantil de la cabeza del dragón (1910).
Farsa italiana de la enamorada del rey (1920).
Farsa y licencia de la Reina castiza (1920).
- Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte (1927).
El embrujado, "tragedia de tierras de Salnés"
(1913).
"Melodramas para marionetas":La cabeza del Bautista
(1924).
La rosa de papel (1924)."Autos para siluetas":Ligazón
(1926).
Sacrilegio (1927).
- "Esperpentos":
Luces de Bohemia (1920, 1924).
Martes de carnaval (1930):
Esperpento de los cuernos de don Friolera (1921).
Esperpento de las galas del difunto (1926>.
Esperpento de la hija del capitán (1927).
Las obras agrupadas en el primer
apartado representan, dentro de la producción temprana de
Valle, los caminos fallidos de su dramaturgia. Las dos primeras
se inscriben dentro de un decadentismo tan convencional como el
"realismo" triunfante en los escenarios. Cuento de
abril y Voces de gesta podrían considerarse como
parte del teatro "poético" si las diferencias,
tan notorias, con la obra de Marquina no impusieran la reserva.
En la primera, que se sitúa en la Provenza medieval y trata
del amor desgraciado de un trovador por una exquisita princesa,
se advierte la presencia (y el virtuosismo en el uso) de los tópicos
del modernismo. La segunda, que pretende lograr un tono épico,
se sitúa en el País Vasco y se puede poner en relación
con las novelas de la guerra carlista. Dramáticamente, ninguna
de estas piezas "se sostiene", carecen todas de una consistencia
suficiente.
Con
las Comedias bárbaras encuentra Valle una primera
vía de superación del realismo y el esteticismo igualmente
convencionales, y da el primer paso hacia su aportación más
valiosa y original al teatro moderno español y europeo, el
esperpento. Lo característico de esta trilogía,
en la que perviven elementos modernistas, es el substratro de pasiones
primitivas y violentas sobre el que se levanta un universo mítico
dominado por la muerte y el mal junto a la fuerza elemental del
sexo. En este clima de truculencia, donde todo nos parece bárbaro
y descomunal, la acción deja de estar al servicio de una
idea (tal "desideologización" se daba ya, por otra
parte, desde la primera obra, Cenizas), el espacio escénico
rebasa las posibilidades del escenario tradicional "a la italiana"
como exigencia intrínseca a la propia estructura dramática
y los personajes se liberan de la psicología para aparecer
movidos por las terribles fuerzas misteriosas y primordiales señaladas.
Una Galicia mítica sirve de marco a esta trilogía,
lo mismo que a El embrujado y a Divinas palabras,
culminación de este "ciclo" en los umbrales mismos
del esperpento. El tratamiento de lo diabólico, de lo monstruoso,
del tema de la crueldad en esta obra difícilmente encuentra
término de comparación en la dramaturgia. contemporánea,
dentro y fuera de España. La acción gira en torno
a la lujuria, representada por Mari-Gaila, y la avaricia con que
ésta y su cuñada, Marica del Reino, se disputan la
explotación del enano hidrocéfalo Laureaniño
el Idiota a la muerte de su madre, que ya obtenía pingúes
beneficios exhibiéndolo por ferias y caminos. En esta obra
desciende Valle a las más profundas regiones de lo irracional
en busca de una realidad "bruta", de unas manifestaciones
humanas "elementales", más allá de las apariencias
civilizadas.
Paralela al camino de
lo desmesurado y monstruoso de raíz mítica, desarrolla
Valle la tendencia a la esquematización y la deformación
caricaturesca en su vuelta a la farsa, cada vez más "grotesca"
y menos "sentimental" desde La cabeza del dragón
(la única del ciclo en prosa) hasta La Reina castiza.
Esta última obra, escrita el mismo año que Divinas
palabras y Luces de Bohemia, representa la resolución
del ciclo de la farsa en el esperpentismo. Toda huella nostálgica
del modernismo ha desaparecido de ella. Unos personajes convertidos
en fantoches en medio de un lenguaje distorsionado hasta lo absurdo
representan los distintos "tipos" (reyes, cortesanos,
ministros, espadones y pueblo) que integran el retablo de la España
isabelina, el mismo "reino de Babia de la Reina castiza"
que retrata Valle-Inclán en su ciclo de novelas de El
Ruedo Ibérico, aunque mostrado aquí más
ligera y violentamente (desde el punto de vista expresivo). Basten
como ejemplo dos acotaciones referidas al personaje de La Señora
(Isabel II):
LUCERO se precia con toses de guapo, ríe la comadre feliz
y carnal, y un temblor cachondo le baja del papo al anca fondona
de yegua real.
(Jornada primera)
Sale LA SEÑORA, con la papalina puesta sobre un ojo, y
dando guiñadas. Las fofas mantecas, tras la muselina del
camisón blanco, tiemblan sonrosadas.
(Jornada tercera)
J.J. Amate et al., Literatura española, Madrid,
1985.
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