Galdós,
Clarín y El amigo Manso
Juan J. Del Rey Poveda
I.E.S. Nicolás Estévez Borges
(Tenerife)
En 1882 se publicó una novela de Galdós con el título
de El amigo Manso (1), obra que llamó la
atención de Clarín y por ese motivo le dedicó tres artículos de
crítica. En ellos Leopoldo Alas distingue varias características
de este libro, a saber: su carácter autobiográfico, el hecho de
ser "un pedazo de la vida de Madrid" (2), ser
"una novela de observación psicológica", su "humorismo triste y
dulce" y haber conseguido un estilo "propio para el género". Y,
dentro del estilo, Clarín subraya que "El diálogo, sobre todo, merece
entusiástica alabanza". Y nos da la razón de esta afirmación: "No
cabe mayor verdad, más escrupuloso estudio y remedo más perfecto
del corte natural de la conversación, de los giros propios de cada
distinto personaje". La profª. R. Asún escribió que don Benito "sabía
que <<una de las mayores dificultades con que tropieza la
novela en España consiste en lo poco hecho y trabajado que está
el lenguaje literario para asimilarse los matices de la conversación
corriente>>. De alguna manera, con El amigo Manso Galdós
está avanzando un paso más en la conformación de tal necesidad creadora"
(3) El objetivo de este estudio es analizar alguno
de esos diálogos, especialmente en los que interviene el protagonista,
porque "Manso funciona como el oponente de los demás personajes;
es el ser íntegro y honesto que desprecia la vanidad y atiende sólo
a la íntima convicción, a la ética personal. [...] Al conseguir
la felicidad por encima de las pequeñas ambiciones y bajezas de
los demás se convierte en paradigma. Esto sostiene el matiz didáctico
y moralizante de la novela". (4)
Hay que recordar que el propósito de los escritores
realistas era la mejora de la humanidad. De esta manera Galdós y
Clarín en su literatura moralizan y critican la sociedad de su época.
Para ellos el arte es algo más que estética, sirve para cambiar
la España que les tocó vivir. Por eso, I. Román escribió que "Máximo
Manso, a lo largo de la novela, se plantea como tema central la
educación y, paralelo a éste, la crítica a la sociedad española"
(5). De ahí que Manso sea un personaje peculiar,
único, distinto de los demás, porque se preocupa del progreso del
género humano y no sólo de sí mismo.(6)
Los diálogos que vamos a analizar son 11 y en ellos
sólo intervienen dos personajes, Manso y doña Javiera (7).
Las razones de esta elección son varias, y las dos principales son
que Manso es el protagonista y que en ellos se observa la evolución
del modo de hablar de doña Javiera. Queremos recordar que para F.
Caudet, "Manso y doña Javiera son dos tropos, dos maneras de metaforización.
Dos signos" (8). Él representaría a una sociedad
racionalista, justa, progresista, amante del saber y del trabajo;
por el contrario, ella sería el arribismo, el irracionalismo, el
vivir de las rentas. También señalan los críticos que esta obra
"presenta un valor especial, pues se trata de la primera novela
en que Galdós se abstiene deliberadamente de adoptar posiciones
simplistas [...] se trata de una obra didáctica" (9).
Después de estas consideraciones queremos comenzar
a analizar los diálogos entre Manso y doña Javiera, porque de este
análisis sacaremos conclusiones sobre el lenguaje que empleó Galdós,
su posible evolución, etc. Pero antes recordamos unas palabras de
Bobes Naves sobre la novela Fortunata y Jacinta, que pueden
servir también para El amigo Manso: "Galdós parece utilizar
los diálogos con una finalidad pragmática: con ellos quiere dar
al lector una sensación de realidad; junto con otros recursos literarios,
que pretenden trasladar al texto la realidad, el diálogo será valorado
por la crítica por su <<verdad>>"(10).
El primer diálogo que vamos a tratar se lleva a cabo
entre las páginas 162 y 165 y en él doña Javiera pide al catedrático
que eduque a su hijo, Manuel, para que sepa comportarse en sociedad.
Se trata de formar a un chico de familia rica y que va a poder vivir
de sus rentas. Para esta petición la señora se vale de un lenguaje
popular que se basa en:
*Vocativos: "amigo Manso", "señor don Máximo".
*Imperativos: "me le toma por su cuenta", "atiéndame
usted".
*Exclamaciones: "¡Y cuánto libro! ¡Si habrá letras
aquí... Virgen! ¡Y todo esto lo tiene usted en la cabeza!".
*Comparaciones: "se ha quedado usted más serio
que un plato de habas", "usted es un hombre como hay pocos".
*Frases hechas, muy abundantes: "se me cae la baba",
"las cosas claras", "hacer de él un hombre", "se me entró usted
por el ojo derecho", "le estoy echando a perder".
*Repeticiones: "se ha quedado usted", "Virgen",
"quiero que".
*Metáforas: "su corazón es de pasta de ángeles".
*Hipérboles: "tiene los mejores sentimientos del
mundo [...] Ni a martillazos entra en aquella cabeza un mal pensamiento".
En el lenguaje de doña Javiera predomina la función
expresiva y la estética, y ante todo intenta interesar a su interlocutor,
porque a su juicio es la persona más indicada para educar a su hijo,
por su sabiduría y moral. Manso no habla, sólo asiente: "yo no le
decía nada, y sólo le indicaba mi aquiescencia con expresivas cabezadas,
cerrando un poquito los ojos". Pero estos elementos paralingüísticos
son suficientes para una conversación. Este primer diálogo marca
la pauta a seguir en el resto: la señora es más habladora y expresiva
que Manso. Y los dos hablan según les corresponde dentro de la sociedad
de la Restauración: él como catedrático de Filosofía, como hombre
sabio; ella, como mujer rica pero que no ha tenido educación. Queremos
también añadir que este primer diálogo da impresión de realidad,
de verdad, que es lo que buscaba Galdós. En otras palabras: "Los
diálogos producen en el lector, por lo general, una impresión de
cercanía y una sensación de verdad, que son los objetivos buscados
por el movimiento realista"(11).
Entre las páginas 320 y 322 se produce el segundo
diálogo. En él Manso pide ayuda a doña Javiera para encontrar una
mujer que amamante a su sobrino, ya que la encargada de esa tarea
ha abandonado a su cuñada. El lenguaje de Javiera trata de mover
al hombre para que actúe, de ahí el uso abundante de imperativos
("no se quede usted lelo, coja [...] y lea [...] Váyase [...] llévese
[...] Escójala [...] No dejen de examinar [...] y fíjense)". El
habla es popular, no culta, por la utilización de insultos ("No
hay peste como esas mujeres" y "más gallina que las gallinas"),
frases hechas ("sin comerlo ni beberlo"), frases sin terminar ("la
vecina me dijo que conocía..."). Es un personaje de acción, pragmático,
realista. Nos llama la atención el uso del diminutivo afectivo "Mansito",
marca del cariño y la confianza que siente la señora por el catedrático.
Por su parte, el lenguaje de Manso es correcto, culto, no popular.
La única nota especial es su gran uso del vocativo "señora".
En el tercer diálogo, páginas 366-368, doña Javiera
confiesa a Manso que su hijo está enamorado. Para ello usa un lenguaje
popular ("a mí no me la da"), algo hiperbólico (uso del sintagma
tan + adjetivo: "tan pava", "tan notable", "tan llanota"). Se corresponde
con un personaje popular pero no vulgar. Una vez más ella manifiesta
su admiración por su amigo: "una gloria del país no debe vivir así".
El catedrático utiliza un lenguaje culto, gramatical, en el que
da las gracias (¡cuatro veces!) a la señora por un regalo
(12). Éste, junto con otros, es un diálogo corto en el
que se expresa sólo una idea, un problema, para intentar llegar
a una solución.
Doña Javiera pide a su amigo que convenza a su hijo
para que no se case con Irene. Esto sucede en el diálogo cuarto,
en las páginas 389-391. La mujer muestra su inmenso disgusto, por
el hecho de que Manuel se quiera casar con una maestra (13),
mediante repeticiones ("me muero", "estoy volada", "castigo"), insultos
("alguna pazpuerca muerta de hambre"), frases hechas ("es para matarlo",
"póngale usted las peras a cuarto", "a mí me va a dar algo") y exclamaciones
("¡una maestra de escuela!", "¡qué afrenta, Virgen, re-Virgen!").
Por eso predomina la función expresiva, debido a la gran tensión
que está sufriendo la mujer. Por el contrario, Manso se sirve de
un lenguaje culto y correcto, en el que predomina una frase ("yo
lo arreglaré"). Su lenguaje es conciso y trata de tranquilizar a
su amiga, la cual no admite que su hijo, que es rico, se case con
una chica pobre.
En el diálogo quinto, página 396, la mujer ofrece
casa nueva a Manso. El lenguaje de ella es expresivo ante todo.
Por eso utiliza vocativos ("amigo Manso") y una hipérbole ("un profesor
eminente"). También es típico en ella las frases hechas ("soy muy
llanota", "no faltaba más"). Hay que destacar que doña Javiera va
mejorando su habla poco a poco, porque su hijo está entrando en
los círculos de poder político del país y ella tiene que adaptarse
a una nueva vida social. Manso, por su parte, se sirve de un lenguaje
extremadamente conciso y correcto, bastante repetitivo ("convencido").
Y todavía no quiere enfrentarse a Javiera.
Manso trata de convencer a la señora para que dé
licencia a su hijo para casarse con la maestra. Tarea casi imposible
debido al clasismo económico de la sociedad de finales del siglo
XIX. Estamos en el capítulo sexto, que se desarrolla en las páginas
396-399. Doña Javiera, igual que su amigo, pierde la compostura
y nuestra bastante violencia –algo impropio de una viuda delante
de un catedrático-, expresada a través de insultos ("falsillo",
"tramposo", "mamarracho"), frases hechas ("a usted no le importa",
"¿qué se ha figurado usted?, ¿que mi hijo está ahí para que me lo
atrape la primera esgüízara...?"), exclamaciones ("¡Una licenciada!
¡qué asco!"), ironías ("bonito servicio me ha hecho usted"), hipérboles
("si apuesta a fea, no hay quien le gane") y una metáfora degradante
("es un palo vestido"). Incluso se sirve de un personaje de la tradición
literaria para agredir a Manso, al tratarlo de "caballero quijotero"
(14). Es el diálogo más expresivo, vivo y rico estilísticamente
de todos entre doña Javiera y su amigo. La señora trata, ante todo,
de buscar y esgrimir argumentos para rechazar la boda. Galdós aprovecha
para "resaltar en muchos casos el habla castiza de algún tipo popular,
como en los largos discursos de doña Javiera", como bien comenta
E. Miralles (15). Manso también pierde la compostura
(el único diálogo en que esto sucede) al insultar a la señora con
un "mamarracho". Y también nos sorprende el uso de un lenguaje popular,
con frases hechas ("chúpate esa", "qué le hemos de hacer"), hipérboles
("una verdadera joya, una mujer sin igual, un prodigio de talento,
de belleza, de virtud") y exclamaciones ("¡Vaya, vaya... con los
humos de esta señora!"). Destaca el abundante uso de hipérboles
(16) por parte de él, ya que es un recurso para ensalzar
a Irene. Veamos otro: "hija de un caballero principalísimo que prestó
a mi padre grandes servicios". Difícilmente se puede exagerar más.
Además, llama mucho la atención el uso de la siguiente parodia:
"-No hable usted así, que estoy volada...
-Vuele usted todo lo que quiera".
La parodia como recurso estilístico de un personaje
culto como él, algo de lo que no podrá servirse la mujer. También
hay que señalar el "dejo chulesco" de doña Javiera, producto de
su escasa educación y del ambiente en el que ha vivido, una carnicería,
espacio del que renegará pronto, en cuanto su hijo ascienda socialmente.
Conviene señalar que el lenguaje de la señora está acompañado de
gesticulaciones, movimiento de manos –muy cerca de los ojos del
hombre-, alzamiento de voz, gritos, posición en jarras, aturdimiento,
cólera y risa. El grandísimo enojo de doña Javiera provoca todos
estos movimientos, porque en su cabeza su hijo es un pillo si se
casa con Irene. Este diálogo sexto es de los que llama E. Miralles
"encuentros dialécticos", en los que "al manifestar cada una de
las partes una tesis contraria, intentando defenderla, tales diálogos
se configuran en una forma dialéctica, sólo resuelta si un interlocutor
convence al otro, o si de alguna manera consigue imponerle su criterio"
(17). El mismo profesor nos explica que "los escritores
más aficionados a la redacción de esta clase de diálogos son Galdós,
Pereda y Alarcón (18)
. Sin duda, al lector le interesaba
ver puntos de vista diferentes.
En el diálogo séptimo –entre las páginas 400 y 402-
doña Javiera invita a su amigo a ver la nueva casa, otro de los
símbolos de su recién estrenado cambio de vida. Ella se sirve de
su lenguaje popular, basado en vocativos ("señor de Manso"), frases
hechas ("¿qué le parece [...]?", "eso ya lo sabía yo...", "¿qué
se me ve?"), exclamaciones ("Virgen, ¡qué calma la de esos pintores
y estuquistas!") y términos despectivos ("todavía doy yo quince
y raya a más de cuatro farolonas que van por ahí"). Por su parte,
Manso, una vez más, es extremadamente lacónico y serio, y hasta
le cuesta esfuerzo terminar una frase popular como "le cae a usted
que ni...", con la cual expresa su admiración por la belleza de
la señora. Pero como es tímido, no se atreve a terminarla. Por ese
carácter suyo tampoco se atreve a manifestar su amor a Irene.
Manso intenta conseguir la licencia de la señora
para que se case su hijo con la maestra en el capítulo octavo, página
403. Doña Javiera, con su habitual desparpajo (de ahí que utilice
frases hechas como "no me dejo engatusar", "me vuelo" y "callarse
la boca"), se niega a dar el permiso, porque teme que su hijo no
pueda continuar el ascenso social gracias a sus cualidades de orador.
El catedrático es lacónico y no se enfrenta demasiado con la mujer,
por eso no logra terminar la frase "Pero señora...".
En el diálogo IX –página 413- los dos amigos hablan
de Irene, ya casada con Manuel. La madre, a quien costó mucho permitir
la boda de su hijo, pondera ahora el valor de la nuera, aunque deja
una sombra de duda y miedo, en parte porque desconfía de la sabiduría
de las féminas: "Como siga así y no se tuerza". Manso también la
valora, aunque en un grado extremo, a través de una metáfora: "ella
[...] es un ángel". Los dos son, pues, muy comedidos al hablar de
la chica, y la aprecian por sus cualidades.
Los dos amigos hablan de la vida social de Irene
en el diálogo décimo, página 413. Doña Javiera muestra confidencialmente
a Manso sus temores mediante frases hechas ("veremos lo que dura",
"se ven unas cosas...") y repeticiones ("tantos tés, tanto recibir,
tanto exhibirse") ante el estilo de la vida excesivamente social
de la nuera. De manera lacónica, Manso está de acuerdo con la señora
y expresa también su miedo: "Quiera Dios...". Los dos no se dan
cuenta de que el joven matrimonio es una pieza más del engranaje
social de la época y sigue sus mismas pautas: lo exterior y lo social
son elementos necesarios para ganar posiciones en política. Esto
lo sabe muy bien la pareja, de ahí que convierta su casa en un lugar
para ganar simpatías y, tal vez con el tiempo, un puesto de ministro
para Manuel.
En el diálogo undécimo, en la página 415, Manso le
dice a su amiga que va a morir. Doña Javiera se asusta al verlo
tan decaído. Esto lo expresa con frases hechas ("¿pero qué tiene
usted?", "nada, nada") y una comparación ("se queda usted como una
vela"). Es uno de los diálogos en que más habla Manso, ya que es
su despedida, algo amarga, del mundo. Es muy hermosa la comparación
que utiliza, que resume su estado: "Es como si cuando una flor se
deshoja y se pudre llamara usted al jardinero". Doña Javiera es
bastante cruel cuando duda de que Manso haya dejado algo para la
posteridad:
"-Esto quiere decir que ha llegado la hora de
mi desaparición de entre los vivos. He dado mi fruto y estoy
demás. Todo lo que ha cumplido su ley, desaparece.
-Pues el fruto de usted no le veo, amigo Manso".
Todos los diálogos tienen rasgos lingüísticos comunes
que vamos a enumerar e intentaremos explicar por qué aparecen de
esa manera, aunque seamos algo simplistas:
-
Doña Javiera es siempre muchísimo más habladora
que su amigo a lo largo de los once diálogos analizados. Esto
crea un desequilibrio entre ella y su interlocutor. Excepto
en el sexto y en el último diálogos, Manso es extremadamente
lacónico. ¿A qué se debe esto? En parte, el sabio, por naturaleza,
es callado y piensa mucho lo que va a decir y cómo lo va a decir.
En Doña Javiera predomina la función expresiva del lenguaje
y las ganas de contar cosas a su amigo y consejero.
-
Los dos amigos guardan siempre la compostura,
las buenas formas, excepto en el diálogo sexto, en el que los
dos se insultan a causa de Irene. El insulto en el caso de Manso
es un poco forzado, igual que las frases hechas populares que
alguna vez emplea. Hasta comentar ciertas cosas –"tímidas murmuraciones"-
les cuesta rubor. Son dos personajes bastante racionalistas,
poco apasionados, aunque doña Javiera más.
-
Los dos personajes respetan el lenguaje propio
de cada cual: doña Javiera, el popular, muy expresivo, que va
incluyendo poco a poco elementos cultos (por ejemplo, usa la
palabra culta "oráculo") y rechazando formas vulgares, con el
objetivo de adaptarse al ascenso social de su hijo. El lenguaje
de Manso es respetuoso, culto y apenas tiene formas populares,
porque casi no se relaciona con el pueblo llano.
-
El modo de hablar de la señora Javiera se caracteriza
por los siguientes rasgos lingüísticos: frecuentes exclamaciones,
vocativos, imperativos y comparaciones, muy abundantes frases
hechas, repeticiones de palabras, hipérboles, interjecciones,
algunas metáforas y algunos insultos. O sea, una mujer del pueblo,
pero la inclusión de términos cultos y la progresiva eliminación
de vulgaridades, debido a su hijo y al trato con el catedrático,
le hacen evolucionar.
-
La manera de hablar de Manso se caracteriza por
los siguientes rasgos: frecuentes vocativos, frases muy cortas
y algunas repeticiones. Es un lenguaje respetuoso y algo tímido,
propio de un personaje sabio.
-
Doña Javiera muestra constantemente la superioridad
moral e intelectual de su amigo y le da un valor que no le reconoce
casi ningún personaje. De ahí que utilice formas de respeto
hacia él (el pronombre usted), hipérboles y comparaciones. Por
su parte, Manso trata en mucha consideración a su amiga. Dos
ejemplos de esto son: "Yo le tengo a usted mucha ley, señor
de Manso; usted es un hombre como hay pocos... miento, como
no hay ninguno" y "aquella buena señora". Los dos saben que
son amigos de fiar y sinceros, y que tienen un gran valor moral,
imposible de alcanzar en la sociedad de la Restauración.
-
A través de los diálogos asistimos a la transformación
lingüística de doña Javiera. Esto era, hasta cierto punto, una
novedad en la escritura de una novela. Un personaje puede mejorar
–o degradarse-, y eso se tiene que reflejar claramente en su
lenguaje.
Queremos también señalar que los diálogos entre los
dos muestran una cierta atracción afectiva, sentimental, siempre
muy pudorosa y recatada. Leamos un ejemplo: "Desde que le traté
se me entró usted por el ojo derecho, se me metió en el cuerpo y
se me aposentó en el corazón [...] Pues no parece sino que le hago
a usted el amor; y no es eso, señor de Manso". Por su parte, él
piensa que su amiga "estaba [...] más hermosa cada día". Doña Javiera
nunca se declara al catedrático, aunque sabe el gran valor que tiene
él. Por su parte, Manso se ha enamorado de Irene, pero esto lo mantiene
en secreto, seguramente debido a la diferencia de edad entre los
dos.
Debemos decir que en muchos capítulos de la novela
no tenemos diálogo entre doña Javiera y Manso. La razón de que esto
suceda es la gran cantidad de personajes y peripecias que se producen
en el libro. Doña Javiera es uno de los más importantes personajes,
pero hay otros cuantos (don José, Lica, doña Cándida), y todos necesitan
su espacio. El libro coge un personaje y deja otro, y así alternativamente,
para que todos actúen.
El lenguaje de estos dos personajes, Manso y su amiga,
¿es equilibrado, realista, algo artificial? En primer lugar, sí
es realista. Doña Javiera se expresa como una mujer de pueblo y
habla de preocupaciones de la vida cotidiana, y Manso como lo que
es, un personaje muy culto y tímido. Por tanto, el realismo es la
principal característica del lenguaje de estos personajes. Por otra
parte, no es equilibrado, porque doña Javiera se explaya abundantemente
y, por el contrario, Manso habla poco y a veces se calla algo importante
(por ejemplo, desde el principio podría haber dado su opinión sobre
Irene, de esta manera se habrían evitado tantos enfrentamientos
con su amiga).
La conclusión de este artículo es sencilla: el análisis
de los diálogos entre el protagonista y doña Javiera ponen de manifiesto
su modo de hablar (él, culto; ella, popular pero evolucionando al
culto, por necesidades de ascenso social), su pertenencia a un momento
histórico concreto –la Restauración- y los temas que les preocupan.
Además, el diálogo es un excelente instrumento lingüístico en la
pintura de la realidad y en la búsqueda de la verdad, objetivos
de los escritores realistas decimonónicos.
Notas:
(1) Pérez Galdós, B., El amigo Manso, edición
de F. Caudet, Madrid, Cátedra, 2001. Citamos por esta edición.
(2) Estas críticas las podemos encontrar en
Leopoldo Alas "Clarín", Galdós, novelista, edición e introducción
de A. Sotelo Vázquez, Barcelona, PPU, 1991.
(3) R. Asún Escartín: "1882: Máximo Manso y
Benito Pérez Galdós en defensa de la novela", en Estudios y ensayos,
Alcalá de Henares, Univ. de Alcalá de Henares, 1991, pág. 288.
(4) I. Román Gutiérrez, Persona y forma:
una historia interna de la novela española del siglo XIX. II. La
novela realista, Sevilla, Ediciones Alfar, 1988, pág. 134.
(5) I. Román Gutiérrez, op. cit., pág.
130.
(6) El resto de los personajes tienen como meta
el medro social (por ejemplo, don José), o el poseer lujos (como
doña Cándida). El ansia de tener dinero lo domina todo.
(7) Entre estos dos personajes hay algunos diálogos
más en la novela, pero son muy pequeños e irrelevantes, por eso
no los hemos analizado.
(8) B. Pérez Galdós, El amigo Manso,
edición de F. Caudet, Madrid, Cátedra, 2001, pág. 68.
(9) E. Rubio Cremades, Panorama crítico de
la novela realista-naturalista española, Madrid, Castalia, 2001,
pág. 323.
(10) Mª. del C. Bobes Naves, El diálogo.
Estudio pragmático, lingüístico y literario, Madrid, Gredos,
1992, pág. 206.
(11) Mª. del C. Bobes Naves, op. cit.,
pág. 229.
(12) A diferencia con otros personajes, Manso
y doña Javiera no sustentan su amistad con regalos, porque para
ellos eso no es importante.
(13) Hasta bien entrado el siglo XX la profesión
de maestro estaba muy mal pagada y mal considerada por la gente
adinerada. Recuerden: "pasa más hambre que un maestro de escuela"
(14) La inserción de personajes literarios
-como don Quijote o Celestina- en el habla popular es algo común
en todas las épocas.
(15) E. Miralles, La novela española de
la Restauración (1875-1885): sus formas y enunciados narrativos,
Barcelona, Puvill, 1979, pág. 212.
(16) El empleo de la hipérbole no se corresponde
con el lenguaje de un sabio, que siempre ha de ser muy comedido,
nada exagerado.
(17) E. Miralles, op. cit., pág. 195.
(18) E. Miralles, op. cit., pág. 196.
Juan J. del Rey Poveda
UNED Tenerife e I.E.S. Garoé
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