Borges y la Argentina.
Se dice que Jorge Luis Borges era
poco argentino. Nacido en Buenos Aires, pero educado en Ginebra
y nieto de una inglesa, su literatura debe mucho a los maestros
sajones; y también su cultura y crianza. Desde pequeño,
aprendió a hablar inglés con su abuela, e incluso
tradujo a Oscar Wilde para el influyente diario La Nación.
Pero no debemos olvidar sus Ensayos Dantescos, su amor
por Schopenhauer y el budismo, sus estudios cabalísticos
y el ambiente francófono de Ginebra donde decidió
morir, en una tumba de estilo celta. Así que no sólo
hablamos de un posible anglófilo, sino de algo más
ancho: de un cosmopolita. Para comprender porqué Jorge
Luis Borges era argentino; o, por lo menos, más argentino
de lo que comúnmente se cree; debemos remitirnos a la inmigración
hacia la Argentina opulenta, pues, debido a ella, los mismos argentinos
-especialmente de clase media- son algo borgeanos.
Salidos de pueblos rurales de Italia y España,
casi analfabetos, los inmigrantes poblaron y trabajaron la Argentina,
pero sus hijos se educaron en la escuela pública y quisieron
ser más que sus padres o sus abuelos. Italia y España,
pues, de donde provenía la mayor parte de la corriente
inmigratoria, no ofrecían- según esta clase media
urbana y blanca que dominaba cultural y políticamente al
país- un modelo acorde con el llamado destino de grandeza.
Desde principios del siglo veinte, las clases medias y superiores
mirarían- imitarían- a Francia y a Inglaterra.
Por lo tanto, si bien hubo reacciones contra el
cosmopolitismo esencialmente sajonizante de Borges, ése
mismo cosmopolitismo, como otros han hecho notar, era típicamente
argentino, inmigratorio. Es típicamente argentino el querer
saberlo todo (sin lograrlo, por supuesto), es típicamente
argentino la oratoria (en el caso de Borges, refinada y conceptuosa),
es típicamente argentino la mirada a otros mundos: sobre
todo, a la Europa dominante (volvemos al eje anglofrancés),
y es típicamente argentino la ironía, que Borges
llevó a sus más altas cimas.
Borges escribió cuentos de gauchos y compadritos,
es cierto; en Hombre de la esquina rosada demostró, como
pocos, su saber y su recreación de la fluidez apicarada
del lenguaje porteño; pero queda más para la historia
su anhelo universal y trascendente, se argentinidad de europeo
exiliado en las Américas, igual que su abuela inglesa.
Argentina.
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