El
aula
Marcos
Manuel Sánchez
EL AULA
En la noche de aquel Viernes, Ion
Zeta estaba muy alterado.
Había experimentado una vivencia
curiosa. En el interior de algo similar a un aula, junto a otras
personas sentadas disciplinadamente a su alrededor, escuchaba el
discurso que con voz docta pronunciaba alguien desde un estrado;
aunque la sala se asemejaba más a una estancia de un palacio
fantástico que a un lugar apropiado para impartir clases.
Un anciano de barba larguísima con aspecto de sabio de otro
tiempo, impartía conocimientos básicos sobre el funcionamiento
de La Corporación. Ion Zeta, sentado en la primera
de las innumerables filas de la gigantesca sala, escuchaba su solemne
charla, en la que le oía decir con una voz marcada por incontables
años de experiencia:
El engranaje victorioso, aparte
de las artes características que le deben facultar para librarse
de sus oponentes, sabrá manifestar ante sus superiores una
actitud que éstos valoren positivamente. Para ello cuentan
con los Indicadores de Comportamiento.
Los asistentes a la conferencia,
separados entre sí por largos pupitres de límpido
mármol blanco observaban expectantes al anciano, sin mover
un músculo. A Ion Zeta le daba la sensación de encontrarse
completamente aislado en aquella sala inmensa cuyo techo abovedado
era sostenido por columnas que le recordaban el estilo gótico
de algunas catedrales. Sentía frío.
El anciano continuaba.
Se incluyen en el concepto
de Indicadores de Comportamiento, cualquier manifestación
verbal o escrita, actitud, disposición de ánimo o
cualesquiera gesto, guiño o similar, que el Superior entienda
revelador de potencialidades a favor o en contra del interesado.
Hay que procurar que las primeras sean inferiores en número
a las segundas. Esto no supondrá dificultad alguna, ya que
el criterio a seguir es totalmente aleatorio.
Tras evaluar los Indicadores, los individuos-engranaje juzgados,
se clasifican en la Tabla de Méritos por orden de puntuación.
***
Ion Zeta comprobó que algunos
de los compañeros tomaban apuntes nerviosamente de todos
aquellos detalles. Parecía que obraran impulsados por un
miedo cerval enraizado en lo más hondo de sus almas. Ion
Zeta también lo sentía. Sin embargo se encontraba
paralizado. Se veía incapaz de escribir nada ni de articular
palabra alguna. En un momento dado contempló con espanto
cómo uno de los asistentes se levantaba de su asiento de
impoluto mármol blanco con intención de preguntar
al anciano.
Este irguió un dedo ganchudo y apuntando al interfecto le
espetó: ¿Sí, señor Rómulo?
Señoría, me
atrevo a sugerir que hay que ser más exigentes con los subordinados.
Esto no ha de ser un camino fácil, sino inundado por aguas
pantanosas infestadas de alimañas... el orador dejó
que transcurrieran unos segundos, de modo que sólo se escuchaba
elsilencio húmedo que flotaba sobre el inmenso recinto. El
eco de sus últimas palabras rebotaba aún en el interior
de las girolas y bóvedas: "
de alimañas
añas" y continuó:
Si, alimañas
¡Como esas! gritó señalando a un lateral
donde Ion Zeta pudo ver repentinamente abominables seres que rebullían
en una masa amorfa de cuerpos repulsivos.
Bien, bien, estimado amigo
comentó el anciano. Sabemos que tú eres
fiel seguidor de Los Principios. Pero no hay que alterarse. La Gran
Nave es guiada con maestría hacia el objetivo final con
un gesto de la nudosa mano, invitó a Rómulo a sentarse.
Continuemos.
Llegado a este punto, Ion Zeta miró
hacia lo alto de la bóveda del techo y contempló con
horror cómo una siniestra bandada de negras aves de rostro
semihumano se abalanzaba hacia los presentes con las curvadas uñas
de sus garras afiladas como cuchillas, en una inconfundible actitud
hostil que nada bueno presagiaba.
Las quimeras comenzaron a sobrevolar
la majestuosa aula recorriendo uno a uno todos los pupitres. Con
sus ojos amarillos escrutaban a los presentes que hacían
ademán de protegerse la cara con los brazos. Otros mostraban
intención de huir, pero pronto se dieron cuenta de que una
extraña fuerza les obligaba a permanecer sentados, atendiendo
impasibles el discurso del sabio.
La voz de este arrancaba ecos más
siniestros que los de cualquier otro participante en aquel cuasi-monólogo,
llenando la inmensidad de la estancia con un fragor inquietante,
como si todo el edificio retemblara y fuera a desmoronarse de un
momento a otro. Aquellas furias aladas se acercaron al estrado donde
convergieron en una columna como si constituyesen un todo y emprendieron
una súbita ascensión hacia la gran girola central
por la que acabaron desapareciendo como por ensalmo.
En la demencial atmósfera que le atenazaba, Ion Zeta vio
que una imagen tridimensional cobraba forma a media altura, situándose
entre los asistentes y el podio desde donde el viejo lanzaba su
plática.
Dos pirámides unidas por la
base giraban mostrando un sin fin de engranajes en movimiento circular
unidos por miles de ejes. Dentro del cuerpo de cada uno de ellos
pululaban muchísimas figuras humanas en miniatura y en movimiento
constante. Realizaban movimientos apresurados, iban y venían,
algunas imágenes de aquellos puntos eran ampliadas para ver
en detalle la incesante actividad: esas piezas elementales en el
gigantesco puzzle reflejaban en sus rostros una expresión
de fuerte determinación, como animados de una energía
que les atiborrara las venas de apetencia por el trabajo duro, imparable
hasta la extenuación. El gesto que exhibían se remataba
con una casi imperceptible sonrisa, queriendo dar a entender que
se aquellos elementos rotacionales e irracionales lo tenían
todo dominado, perfectas réplicas del ideal de empleado que
la Corporación se desvivía por imbuir en las mentes
de esos mismos engranajes. Escenas de estrechar de manos por misiones
bien cumplidas, palmadas en la espalda de un superior a un subordinado
Estos últimos parecían de un tamaño inferior
al del jefe inmediato. El zoom de imagen que impresionaba las retinas
de los asistentes a aquella conferencia dirigida a autómatas,
mostraba con definición perfecta el volumen que ocupaban
los más de 300.000 folios que contenían los Principios
de la Corporación. De forma inesperada, decenas de visores
transparentes se desplazaron hasta colocarse a pocos centímetros
de las caras de los asistentes para que visualizaran párrafo
a párrafo alguno de los 1500 tomos del Corán de la
filosofía de empresa, del Libro de los Libros, cuyo conocimiento
todos los superiores exigían y ninguno de ellos cumplía.
Pero había que mantener la facha, la imagen limpia, no otorgar
concesión a debilidades tales como el compañerismo,
el trabajo en equipo y la sinceridad. El hombre de amplia barba
albina volvió a hablar desde el alto podio:
Es así como todos iremos
navegando en pos de la consecución de objetivos, del logro
y de la rentabilidad. Hete ahí el núcleo y la razón
de las exigencias moldeadas por nosotros, y aquí no les incluyo
a ustedes sino al Nos mayestático, el que designa a los fundadores
del magnífico entramado construido por esta Cúpula,
la Cúpula de sabios negociantes que les llevará a
ustedes los supervisores, hacia la calidad de vida que tanto añoran.
En ese instante, en la cúspide
de la pirámide superior se emitían pulsantes destellos
de luz plateada. En la pirámide inferior reinaba la oscuridad.
El anciano daba explicaciones.
Los más poblados son
los ejes-nivel intermedios. La Corporación tiene una estructura
en forma de dos pirámides unidas por la base, lo podéis
ver. En la pirámide superior coexisten los engranajes que
conservan alguna posibilidad de proyección en la organización,
mientras que en la pirámide inferior habitan los desheredados,
restos corporativos que decidieron no abandonar la nave a pesar
de la inexistencia de futuro para ellos, meros elementos rodantes
de rutina, cuya labor carece de reconocimiento por parte de nadie
y que, abandonados a su suerte contemplan cómo paulatinamente
se desvanece la energía que otrora les impulsaba a girar
con esperanza, en sus inicios como engranajes elementales.
El viejo describió un amplio
círculo con los brazos extendidos y en un instante desapareció
la imagen.
El entorno se alteró súbitamente.
Las Furias volvieron a planear sobre
los oyentes, lanzando graznidos desgarradores al tiempo que las
paredes que sostenían las altísimas bóvedas
parecían crujir con un inquietante espectro de sonidos. Estos,
unidos al retumbar de la poderosa voz del maestro acrecentaban aún
más la sensación de inminente derrumbamiento de los
muros. Esta vez, nadie se movió ni emitió un gemido.
En fin apreciados jefes y
futuros altos cargos corporativos continuó el gran
dirigente, habéis de saber que la pirámide inferior
es el colector de residuos, el intestino grueso del gigante multinacional
cuyo metabolismo quema las energías individuales de los elementos-rueda
para generar un movimiento perpetuo, una frenética actividad
de carga de combustible-combustión, de la que se alimenta
la nave para no desviarse del Rumbo Perfecto.
***
Justo entonces Ion Zeta comprendió.
Él estaba allí como excepción, encajado en
una reunión de formación restringida a jefes corporativos.
Él, un simple empleado, estaba enterándose de las
directrices que les impartían a los mandos. Un auténtico
advenedizo. Un furtivo.
Un segundo más tarde se hizo el silencio. La reverberación
de las palabras del sabio en la cúpula abovedada se extinguió.
Todos miraban a Ion Zeta con ojos enrojecidos, fiscalizándole:
¡Ese... mirad a ese!
¡Es un impostor!
De repente todo se desvaneció.
Ion Zeta se incorporó en su cama oyendo las palabras de
su amada:
Cariño despierta ya.
No te alteres. No fue más que un sueño...
Marcos Manuel
Sánchez .
Ciudad-Real (España)
Copyright ©2004 Marcos Manuel Sánchez .
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