Premio
Punto de
Excelencia

 

El cine que a mí me gusta:

Presentación y primera entrega : El tercer hombre , de Carol Reed

Carmelo Abadía


    Presentación y primera entrega : El tercer hombre , de Carol Reed

     Estimados amigos:

     Me permitiréis que redacte estas líneas como si de una carta se tratara; e, igualmente, espero que no desaprobéis el trato con el que me dirijo a vosotros, el de amigos, me refiero. Yo siempre he defendido que la literatura en particular, y el arte en general, y aquí englobaría el cine sin ningún género de dudas, constituye un mensaje que alguien, el autor en este caso, emite esperando encontrar un receptor, el lector, el espectador o el oyente, según sea la materia sobre la que la obra de arte circula. Creo firmemente que en el verdadero arte no es posible hablar urbi et orbe, sino que se habla directamente a cada persona, a cada amante de la belleza, en particular; en caso contrario, y aunque se use ese nombre, no se comete sino una impostura. De ahí que me permita el llamaros amigos, pues en cierta manera estoy invadiendo vuestra esfera más íntima.

     Y mi objetivo no es otro que el de presentaros esta nueva sección que la revista Katharsis ha estimado a bien incluir en su interior, esperando a ver si fructifica o, por el contrario, se la lleva el viento. Como su título indica va a versar sobre el cine, sobre el cine que a mí me gusta. Si tenéis un poco de paciencia y continuáis leyendo entenderéis que es lo que quiero decir , lo que se esconde, bajo este título, pero ya desde aquí os prometo que no será un desmedido subjetivismo o cosa similar la que os espera; y digo esto por si acaso la expresión «que a mí me gusta» os ha puesto en guardia o algo a la defensiva. Me explico. Mi intención al redactar esta sección no es la de mostrar ninguna erudición, ningún conocimiento profundo, ni siquiera el caer en pedantería alguna; más bien, todo lo contrario. Mirad, yo adoro el cine. Todavía recuerdo aquellas tardes lejanas de mi infancia en las que yo, ni siquiera contaría los doce años, me sentaba en mi vieja casa enclavada en un pueblo cualquiera de Aragón, y junto a mi madre en ocasiones, las más solo, con un paquete de pipas y algunas otras chucherías dedicaba aquellas veladas vespertinas a empaparme con el cine clásico americano de los años cuarenta. Claro, me diréis, que lo veía en una vieja televisión en blanco y negro, de aquéllas de cuando sólo había dos cadenas, y no canales, como ahora se dice, de emisión: la primera y la segunda. Espero que algunos todavía recordéis aquello. Pues ya veis, así era. Yo llegué al cine a través de la televisión, de aquella televisión de entonces, con censura, sí, pero que las tardes del sábado y del domingo te obsequiaba con aquellos clásicos como si tal cosa: las películas de Hitchcock, de Ford, de Hawks; y por qué no, también determinado cine europeo, un Truffaut, un Rosellini, y bastantes más.

     E incluso ahora que lo pienso bien, también podría decir que a través de la televisión llegué hasta la literatura. Y un ejemplo cualquiera de eso podría ser la primera de las películas que he elegido para hablar de ella, El tercer hombre, de Carol Reed, pues no en vano me hizo descubrir a un magnífico escritor que yo en aquellos días desconocía, como a tantos otros, me refiero a Graham Greene. Pero dejemos esta disgresión y volvamos a dónde estábamos, pues ya habrá tiempo para hablar de la película. Ha quedado claro, espero, que yo idolatro el cine, que soy un fan, un rendido, un apasionado de él, por lo tanto, y he aquí la razón del nombre de la sección, no voy a hablar de él desde el frío razonamiento, sino desde la pasión, desde el corazón (entre paréntesis os diré que no es mala cosa asociar a Greene con las razones del corazón del desafortunado Pascal, tal y como él mismo hace a través del oficial francés que lee los Pensamientos del célebre autor jansenista en uno de los capítulos de su archiconocida novela El americano impasible). O sea que nadie pretenda encontrar en esta sección crítica fría y exceso de erudición, yo hablaré o, mejor, escribiré desde el corazón, desde el amor y la pasión. Espero que ésta no me ciegue. Ahora que lo pienso, y también en esto seré sincero, tampoco mi bagaje o mis conocimientos me permitirían hablar como si de un crítico profesional se tratase. Pero a mí, la verdad, eso ni siquiera me importa. Prosigo.

     Una vez dejado aparte el nombre, la siguiente pregunta que aparece en el horizonte, la que en este mismo momento me hago, es cuál será el orden, el trayecto del viaje que hoy en esta revista comienza. Y la verdad es que no tengo respuesta. Será éste un viaje parecido al de la vida, un poco al azar, un poco fruto de la voluntad. En esta singladura no hay escalas predeterminadas. Cierta día hablaremos de tal o cual película; en el siguiente número igual nos viene la inspiración y hablamos de este actor, de aquella actriz, de algún que otro director, de una corriente de cine, de algo muy antiguo o de algo muy moderno. Lo único que hasta el momento, y nunca se puede poner la mano en el fuego, está claro es que la revista que nos acoge emite cada número con una periodicidad trimestral, a partir de ahí todo lo demás en nuestro periplo pertenece a lo desconocido.

     Bueno , pues ya está, hasta aquí ha llegado esta presentación. No esperemos más y entremos en harina, nos espera nuestra película de hoy. Lo primero es lo primero, vamos a comenzar ofreciendo una breve ficha técnica de ella. El tercer hombre, su título original en inglés es The third man, es una película británica. Fue dirigida, al poco de acabar la segunda guerra mundial, por el director inglés Carol Reed, el cual también aparece en los títulos de crédito como productor del film. Carol Reed, quizás junto a David Lean y Alfred Hitchcock, es uno de los directores clásicos del cine inglés más reputado. El guión de la película fue escrito expresamente para ella por Graham Greene, no se trata de una adaptación de una de sus novelas, sino todo lo contrario. Primero fue en este caso la película y posteriormente la edición impresa de la obra de mismo título. Hay que decir que hasta el nombre de los protagonistas de la historia fue elegido en función de lo bien y de lo fácil de recordar de su pronunciación: Holy Martins y Harry Lane. En un principio, a lo que parece, Greene habría optado por otros, pero los criterios cinematográficos de público se impusieron a su primera decisión. Eso sí, desde aquí ya digamos que este texto es un prodigio de concentración, de presunta naturalidad en la expresión y de profundidad en cuanto a los temas que la película plantea; si se me permite decirlo de tal manera, este guión viene a ser un extracto concentrado de todas las preguntas y de todos los sentimientos y experiencias que la obra de Greene en particular, y la de la literatura existencialista en general de la época, plantean como leit-motiv de su quehacer. No sabría bien decir por qué, pero siempre me recuerda lo que el Calígula de Camus representa también como resumen, epítome y al mismo tiempo como punto más alto, más álgido de una época. Su supuesta simplicidad esconde una abundancia enorme que puesta delante de cada espectador permite según el grado de comprensión de cada uno vislumbrar un conjunto más o menos amplio de asuntos y de problemas a tratar. No me gustaría dejar pasar la oportunidad de recomendar a quien todavía no la haya leído la novela de Greene titulada El final de la aventura, para mí una verdadera obra maestra.

     En lo tocante a los intérpretes de la película, debemos decir que constituyen un reparto de lujo. Actúan en ella ni más ni menos que Orson Welles, Joseph Cotten, Trevor Howard y Alida Valli. Evidentemente en la película la influencia de Welles es clara, y no sólo como actor. ¿ A quien se le puede pasar desapercibido el hecho de que contar con un actor que al mismo tiempo estaba considerado como un genio del cine y al que los críticos consideraban como el autor de la mejor película de la historia, Ciudadano Kane, no fuera a ser un factor de influencia máximo en la realización técnica de la película? .Pongamos un ejemplo. Quien no recuerda que Welles, el soberbio heredero de los expresionistas alemanes, popularizó aquellos planos en los que se ven los techos, aquellos novedosos encuadres, los cuales, casualmente, proliferan en esta maravillosa película no dirigida por él. Y es que la sombra de Welles, como la de Hitchcock, es muy alargada.

     Igualmente hay que destacar a otro actor, éste sólo actor, maravilloso y hoy en día muy olvidado y postergado. Me refiero a Joseph Cotten. He de confesar que yo siento una predilección muy especial por él. Siempre recuerdo su maravilloso papel junto a Welles, no en balde comenzó en el grupo de teatro universitario que por los años treinta del ya siglo pasado dirigía éste, en Ciudadano Kane; e igualmente sus estupendas interpretaciones en películas como Retrato de Jenny, junto a Jennifer Jones, su papel de tío psicópata y encantador en La sombra de una duda, en Niágara junto a la bellísima Marilyn, y así en tantas otras películas. En resumen un actor extraordinario: contenido, sin histrionismos, sin excesos de personalidad, escueto y eficaz.

     Y para acabar con el epígrafe de actores citar la presencia de Trevor Howard y de Alida Valli .De Trevor Howard es difícil decir algo cuando ni más ni menos él es el protagonista de la que los críticos ingleses de cine año tras año titulan como la mejor película de la historia del cine británico, me refiero a Breve encuentro, de David Lean; sin olvidarnos de la encarnación que realiza del terrible capitán y adversario de Marlon Brando en Rebelión a bordo. Respecto a Alida Valli, mujer bellísima, simplemente notar que está excelente en su personaje. La verdad es que en general su carrera no fue harto brillante, pero simplemente el actuar en esta película la avala hacia la posteridad de los cinéfilos.

     ¿Habrá alguien a estas alturas que no conozca la música encantadora que acompaña a esta película?. Lamentablemente las máquinas tragaperras ésas de los bares nos la han repetido hasta la saciedad de una forma bastante ponzoñosa. Pero quien por primera vez la escuche acompañando a la película quedará prendado por ella, tal como sucede con la banda sonora de Nino Rota para Amarcord de Federico Fellini o con el encanto de Maurice Jarre en la música del Doctor Zhivago de David Lean. La música de nuestro tercer hombre la compuso e interpretó el músico vienés Anton Karas, utilizando un instrumento de cuerda centroeuropeo muy particular, sobre el que se tañe con púa manteniéndolo asido sobre las rodillas, es precisamente éste el que aparece al principio de la película junto a los títulos de crédito. Durante toda la película el eco y la sospecha de la banda sonora es omnipresente; a veces, perfectamente acompasada a los hechos y estados del alma de los personajes, su sonido resulta evocador y nocturno, otras se acelera, casi parece que el virtuoso se vuelva loco y su melodía tiembla y se hace trémula, pero de repente desciende y alcanza un cierto reposo repleto de pasado y añoranza, pero también de una cierta desilusión y falta de esperanza.

     Hasta aquí hemos llegado en lo que respecta a la ficha técnica, pasemos ahora a la trama. Antes, al hablar de los protagonistas, se me ha olvidado el mencionar un hecho capital, pues quizás la protagonista principal de la película no sea otra que la ciudad de Viena. Al oír este nombre nos pueden surgir asociadas a ella una serie de imágenes casi tópicas, me refiero a esa Viena romántica y capital del viejo imperio austro-húngaro, o esa Viena dieciochesca y mozartiana. Pero la Viena de esta película es muy distinta. Es una ciudad oscura, casi en penumbra, llena de las ruinas de la segunda guerra mundial, una ciudad dividida en cuatro sectores, poblada por habitantes que semejan sombras, que se ocultan, que se esconden, los unos de los otros y de la policía. En todos ellos parece que alentara la culpa y el deseo de olvido. Proceden de todas las partes de Europa; son exiliados, emigrantes, refugiados, perseguidos, derrotados, que como pueden intentan reconstruir sus vidas rotas. En esto la película es muy cosmopolita. Pues bueno, a esa ciudad dividida y martirizada arriba un buen día el bueno de Holy Martins, escritor mediocre de novelas baratas del lejano oeste y policiacas. Este personaje que interpreta Cotten representa la «feliz», ya lo dice hasta su nombre, ingenuidad del hombre que todavía y de una forma natural sabe distinguir el bien del mal. El motivo de su viaje no es otro que el haber recibido una carta de su amigo Harry Lane, el personaje que interpreta Welles, con una oferta de trabajo. Lane es su viejo amigo, su camarada de juventud, de copas, de peleas, de mujeres, su compañero en el despertar primero a la vida y al mundo durante su adolescencia común en cualquier barrio de una ciudad de los Estados Unidos de la época. Con inmensa sorpresa Martins descubre que su amigo no lo espera a su llegada, y un poco más tarde se entera de que éste ha muerto recientemente; es más, todavía, y sin haber deshecho su maleta, asiste a su entierro. Después será abordado por un policía militar británico, el personaje al que da vida Howard, que le contará que su amigo Lane no era precisamente un dechado de virtudes y que incluso estaba relacionado con las actividades más criminales y repulsivas de la ciudad: falsificación de pasaportes, contrabando de medicamentos, estraperlo, etc. Holy Martins no puede creer que ésa fuera la realidad de la vida de su amigo, y comienza una búsqueda de la existencia verdadera de su amigo, para lo cual se servirá de la novia que éste tenía en Viena, papel que interpreta la Valli, y de otros personajes de la ciudad que mantenían con él relaciones comerciales. Y de las primeras cosas que descubre es que quizás su amigo no haya muerto de forma accidental, según la versión oficial, atropellado por un camión que conducía su propio chófer; sino que más bien haya sido asesinado. Y aquí me planto, pues no deseo en modo alguno desvelar más de la trama por si alguien todavía no la ha visto. Además con estos retazos es suficiente, pues la trama de la intriga, aún siendo soberbia, puede que no nos deje ver el bosque de los temas que la película plantea.

     Entre ellos destacaremos unos cuantos. Comenzaremos por el de la injusticia del amor. Martins durante sus pesquisas se enamorará de la novia de su amigo Lane, que en modo alguno le corresponderá, pues ella eternamente amará a Lane a pesar de todo, de sus actividades criminales, de su modo de vida, e incluso de que la traicione para salvarse entregándola a los rusos. Para ella, Lane siempre será un niño, y como dice el personaje que interpreta la Valli, Harry nunca creció o se hizo mayor, fue el mundo el que a su alrededor envejeció.

     Otro de los temas básicos que la película plantea es la amistad entre dos hombres. Relación que surge en la juventud, en el período todavía honesto y claro de la vida, y sobre la que se planteará la duda de si es posible que pueda sobrevivir a la madurez y a los caminos por los que la vida adulta transita. La respuesta en la película es afirmativa y además de una belleza deslumbradora. Me refiero exactamente a la escena final de la persecución por las cloacas de Viena, cuando Holy, ante la petición en silencio de su amigo, ha de dispararle y matarlo.

     Pero quizás las dos ideas más importantes y recurrentes de la película son las relativas al conflicto entre la ética ingenua y espontánea, como surgida del corazón y casi huérfana de cualquier fundamento que no sea el puro instinto, y el frío razonamiento de aquéllos que partiendo de cómo funciona el mundo deciden jugar a ganar en él, convirtiéndose en paradigmas absolutos de lo moderno; a lo cual, y para completar el binomio de ideas, añadiríamos el silencio de Dios. Estos dos aspectos de la película son ejemplarmente puestos ante la vista del espectador en la también extraordinaria escena que transcurre en la cabina de la vieja noria de Viena. Siempre recuerdo aquella frase en la que Lane resume diciendo que en muy pocos años durante el Renacimiento en Italia hubo terribles tiranos, crímenes sin cuento, pero al mismo tiempo floreció el arte de manera sin igual: Miguel Ángel, Rafael, Leonardo; en cambio en la tranquila Suiza y en sus dos mil años de paz y concordia lo único digno de mencionar es haber inventado el reloj de cuco. Por cierto, hay que decir que esta escena mítica del cine ha tenido muchísimas secuelas; sin ir más lejos, yo detecto su influencia en la escena de la película del director contemporáneo andaluz Mateo Gil titulada Nadie conoce a nadie, la cual se desarrolla en una especie de mirador en los lugares de la Expo de Sevilla, interviniendo en ella los actores Jordi Mollà y Eduardo Noriega, a través de la cual se vuelve a reproducir el anterior conflicto por mí indicado, con la salvedad, claro está, que aquí uno de ellos interpreta ni más ni menos que al diablo en persona. Bueno, pasemos a otra cosa para ya ir acabando este artículo.

     Para este final he reservado citar tres maravillosa escenas, tres estupendos momentos, de la película y hacer sobre ellos un breve comentario.

     El primero de ellos no podía ser otro que la escena archifamosa en la que ante los asombrados ojos de Holy Martins, y gracias a una inoportuna y maravillosa bombilla que se enciende en un piso de arriba, aparece la cara de su amigo Lane en medio de una penumbra excepcional, obra maestra sin duda del mejor expresionismo y del mayor dominio de los juegos de luz y sombra esta escena. ¿Y qué decir de la sonrisa que adorna la cara de Wells?. Una mezcla inquietante, entre infantil, malvada, cínica e incluso dejando leer un ligero reproche a la curiosidad de su amigo. Me vais a permitir la comparación, pues todos los adjetivos que pudiera usar no abarcarían y agotarían ese algo inefable que adorna a aquella sonrisa, y por eso diré que viene a ser algo así de misteriosa como la de la enigmática Mona Lisa de Leonardo.

     La siguiente escena a destacar más bien constituye un conjunto de planos y de secuencias que una unitaria y aislada. Es el momento de la espera anterior a que comience la caza del hombre. Es de noche, todo está oscuro en las viejas calles y alrededor de los arrumbados edificios monumentales de Viena. Brillan tenuemente unas pocas farolas y las calles parecen desiertas. De repente la cámara comienza a descender sobre las calles y aceras, y allí, escondidos y como por un prodigio, una multitud de hombres, de policías, de soldados esperan agazapados; se ven sus rostros bien afeitados, pálidos, tensos, nerviosos, esperando. Esta cadena de escenas termina con una maravillosa concesión poética que no es otra sino la aparición de un viejo y despistado vendedor de globos, que camina pensando que está solo y que tiene cierto aire de borracho melancólico. Toda ella resulta excepcional.

     Y la última constituye una que siempre yo he soñado con protagonizar. El pobre Holy Martins es víctima de un error, pues en su condición de escritor es invitado por el servicio de cultura de las potencias ocupantes a dar una conferencia sobre literatura. Menuda tarea para un escritor de novelas de ésas que se venden en la época en los quioscos de las estaciones de tren. Allí recibe un aluvión de preguntas que no sabe responder, le preguntan sobre la influencia de Joyce, sobre la crisis de la fe, y otras mil cuestiones similares. Nuestro hombre no sabe responder, capea la situación como puede, el público se aburre y se fastidia y poco a poco se marcha. Me encanta la ironía que Graham Greene despliega aquí.

     Bueno, queridos amigos , hasta aquí llega este comentario. Como habréis deducido, El tercer hombre es una de mis películas favoritas, la habré visto como unas veinte veces; y habéis de saber que esta película ha sido para muchas generaciones una obra de culto. En el siguiente número de Katharsis, si Dios no lo impide o la redactora jefe no me echa de la revista, espero hablaros de una película que constituye una verdadera exaltación de la vida: Amarcord, de Federico Fellini. Ya veis que mi criterio es muy ecléctico. Como conocéis mi dirección de correo, pues aparece en la revista, podéis, si es vuestro deseo, mandarme vuestras opiniones, dudas o sugerencias; incluso he de decir que admito insultos, aunque espero que no se produzca el caso. Simplemente me despido, emplazándoos para el siguiente número. Adiós, amigos.


Carmelo Abadía

Alfajarín.

Zaragoza, España.

Copyright ©2003 Carmelo Abadía.


kATHARSIS convoca sus "PREMIOS LITERARIOS" 2008 de Poesía y Narrativa corta.
The Duchess of Malfi, página del Director de cine Benjamin Capps
Estamos preparando un especial sobre la película de La Duquesa de Malfi y sobre la obra de teatro en España
4 de marzo de 2004, 7h25. Fallece el lingüista y académico Fernando Lázaro Carreter. Ver su biografía. Entrevista del académico en El País, En portada, Sábado 13 de octubre de 2001. EL ESPAÑOL, UNA LENGUA DIVERSA
Nuestros números:
Nº 1, Diciembre
Nº 2, Abril
Nº 3, Agosto
Nº 4, Enero
Nº 5, Mayo
Nº 6, Marzo
Nº 7, Septiembre

Estamos en el Itinerario, directorio cultural de Hispanoamérica

 
 
 

Algunos de nuestros textos están en formato PDF y Microsoft Reader y necesitaréis estos programas para leerlos. Aquí os doy los enlaces para que los podáis bajar gratuitamente pinchando en los iconos:

Pincha en el icono y descargate el programa gratis

 

Pincha en el icono y descargate el programa gratis

Home | Biblioteca Virtual Katharsis | Revista | Miscelánea | Biblioteca | Equipo Redactor
 

Revista Literaria Katharsis