Ficha Técnica
Nº de Catálogo: 410
Dimensiones:3,32 x 2,79 mts.
Tipo de cuadro: Óleo sobre lienzo
Fecha de ejecucción: 1548
Tiziano Vecellio, pintor italiano (Pieve di Cadore c. 1487/1490-
Venecia 1576 )
Pintura italiana (Siglo XVI)
Son numerosos los retratos de diferentes artistas que se conservan
del emperador Carlos V, pero, sin duda, fueron los realizados por
Tiziano los más importantes, tanto por su número,
como por su calidad.
Éste en concreto, calificado unánimemente por la
crítica como de obra maestra, fue pintado por Tiziano en
Augsburgo en 1548 por encargo directo del emperador, quien quería
así conmemorar y dejar constancia de su gran victoria militar
en la Batalla de Mühlberg, ocurrida en abril del año
anterior contra los príncipes protestantes de la Liga de
Smalkalda.
A la hora de concebir el cuadro, Tiziano hizo caso omiso de las
recomendaciones de Aretino, su amigo y consejero, que le instaba
a realizar una composición llena de alegorías claras
y patentes. Por el contrario, se inclinó por el recurso más
clásico de un retrato aparentemente sencillo, en el que los
símbolos, apenas insinuados por sutiles alusiones, quedaran
ocultos a la mirada del espectador no familiarizado con este lenguaje.
Carlos V es representado como un César cristiano, en solitario,
sin ejércitos victoriosos en su entorno, montado sobre un
caballo español castaño oscuro, empuñando una
lanza de grandes dimensiones, vestido con una coraza (que se conserva
hoy en día en la Armería del Palacio Real de Madrid)
y tocado con un casco. Tenía en ese momento 48 años,
y en su pálido rostro se advierten señales de cansancio.
Su figura se recorta sobre un bellísimo paisaje arbolado
con un río al fondo (la célebre batalla tuvo lugar
cerca del Elba). Una luz crepuscular, de tonalidades doradas, confiere
a la composición un especial ambiente de serenidad y silencio.
El rico cromatismo de los rojos de la banda de general, del penacho
que remata el yelmo del emperador y de los adornos del caballo,
los castaños de los árboles, y los magníficos
celajes grises y anaranjados del fondo, contrastan admirablemente
con los brillos metálicos de la armadura (en la que se vislumbran
las imágenes de la Virgen y de Santa Bárbara) y dan
la medida de la gran maestría del pintor veneciano.