CLXVI
VIEJAS CANCIONES
I
A la hora del rocío,
de la niebla salen
sierra blanca y prado verde.
¡El sol en los encinares!
Hasta borrarse en el cielo,
suben las alondras.
¿Quién puso plumas al campo?
¿Quién hizo alas de tierra loca?
Al viento, sobre la sierra,
tiene el águila dorada
las anchas alas abiertas.
Sobre la picota
donde nace el río,
sobre el lago de turquesa
y los barrancos de verdes pinos;
sobre veinte aldeas,
sobre cien caminos...
Por los senderos del aire,
señora águila,
¿dónde vais a todo vuelo tan de mañana?
II
Ya había
un albor de luna
en el cielo azul.
iLa luna en los espartales,
cerca de Alicún!
Redonda sobre el alcor,
y rota en las turbias aguas
del Guadiana menor.
Entre Úbeda
y Baeza
-loma de las dos hermanas;
Baeza, pobre y señora;
Úbeda, reina y gitana-,
Y en el encinar
¡luna redonda y beata,
siempre conmigo a la par!
III
Cerca de Úbeda
la grande,
cuyos cerros nadie verá,
me iba siguiendo la luna
sobre el olivar,
una luna jadeante,
siempre conmigo a la par.
Yo pensaba: ¡bandoleros
de mi tierra!, al caminar
en mi caballo ligero.
¡Alguno conmigo irá!.
Que esta luna me
conoce
y, con el miedo, me da
el orgulIo de haber sido
alguna vez capitán.
IV
En la sierra de
Quesada
hay un águila gigante,
verdosa, negra y dorada,
siempre las alas abiertas.
Es de piedra y no se cansa.
Pasado Puerto Lorente
entre las nubes galopa
el caballo de los montes.
Nunca se cansa: es de roca.
En el hondón
del barranco
se ve al jinete caído,
que alza los brazos al cielo.
Los brazos son de granito.
Y alIí donde
nadie sube
hay una virgen risueña
con un río azul en brazos.
Es la Virgen de la Sierra.
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