L
ACASO...
Como atento no más
a mi quimera
no reparaba en torno mío, un día
me sorprendió la fértil primavera
que en todo el ancho campo sonreía.
Brotaban verdes
hojas
de las hinchadas yemas del ramaje,
y flores amarillas, blancas, rojas,
alegraban la mancha del paisaje.
Y era una lluvia
de saetas de oro,
el sol sobre las frondas juveniles;
del amplio río en el caudal sonoro
se miraban los álamos gentiles.
Tras de tanto camino
es la primera
vez que miro brotar la primavera,
dije, y después, declamatoriamente:
¡Cuán
tarde ya para la dicha mía!
Y luego, al caminar, como quien siente
alas de otra ilusión: Y todavía
¡yo alcanzaré mi juventud un día!
1907.
|