LXIV
SUEÑO
Desde el umbral de un sueño me llamaron... Era la buena voz, la voz querida.
Dime: ¿vendrás conmigo a ver el alma?... Llegó a mi corazón una caricia.
Contigo siempre... Y avancé en mi sueño por una larga, escueta galería, sintiendo el roce de la veste pura y el palpitar suave de la mano amiga.