¡POR TU PADRE!
¡Cuanta sublime
belleza
hay en la hermosa plegaria
santa y pura,
del huerfanito que reza
del padre en la solitaria
sepultura!
¡Con qué
divina armonía
sonarán sus oraciones
en el cielo
como eco de una alegría
que busca a las aflicciones
un consuelo!
Los ángeles
al oírlas,
con voces mil ideales
le harán coro,
para ante Dios repetirlas
al son de sus celestiales
arpas de oro.
Y el Dios Grande y
Soberano,
coronado por millares
de luceros;
el que con su sabia mano
trazó a los revueltos mares
sus linderos;
el que desgaja los
montes
e incendia con las centellas
el espacio,
y pinta los horizontes
con tibias auroras bellas
de topacio;
el que, con mano potente,
va los ejes gobernando
de la tierra;
el que despeña el torrente
que desciende rebramando
de la sierra;
el que riza suavemente
las ondas del claro río
bullicioso,
o le ordena de repente
que se desborde bravío
y espumoso;
el que bañó
de colores
las alas de las bullentes
mariposas,
y dio a la brisa rumores
y aguas puras a las fuentes
bulliciosas;
el que corona de nieve
las más altivas montañas
de la tierra,
y cuida el átomo leve
perdido entre las entrañas
de la sierra;
el que encierra en
las semillas
gérmenes fecundadores
diminutos,
incógnitas maravillas
de donde surgen las flores
y los frutos;
el que dispone del
freno
del rayo de la tormenta
destructor,
y apaga la voz del trueno
que en el espacio revienta
con fragor;
el que selvas y jardines
pobló de divinos coros
trinadores,
de pintados colorines
y de pardos y canoros
ruiseñores;
el Dios que lo mismo
cuida
del insecto que en la tierra
yace hundido,
que del águila atrevida
que en el peñón de la sierra
cuelga el nido;
el que a las flores
dio aromas,
y a los arroyos corrientes
placenteras,
y dio arrullo a las palomas
y rugidos estridentes
a las fieras;
el que cuajó
de topacios
las tibias auroras bellas
purpurinas,
y salpicó los espacios
con una lluvia de estrellas
diamantinas;
el Dios de existencia
eterna
que, con gran sabiduría
providente,
rige, conserva y gobierna
la universal armonía
sorprendente;
el que es la Suma
Belleza
y es la Razón Soberana
de la vida;
el que es la Suma Grandeza
jamás por la mente humana
concebida...
¡Ese gran Dios
soberano
bendice las oraciones,
siempre puras,
del huerfanito cristiano
que llora sus aflicciones
prematuras!
¿Ves qué
sublime grandeza
hay en el ruego inspirado
y afligido
del huerfanito que reza
por el padre idolatrado
que ha perdido?
¿Soñaste
mayor grandeza
que la de ser bendecido
por la mano
que en la gran naturaleza
de su poder ha vertido
sólo un grano?
¿Soñaste
mayor consuelo
para calmar aflicciones
y agonías
que el de saber que en el cielo
se escuchan las oraciones
que a él envías?
Reza, pues, querido
amigo,
y de tu padre venera
la memoria;
que yo rezaré contigo
por la paz dulce y eterna
de su gloria.
¡Reza, reza
con tu madre
y de su alma solitaria
sé el consuelo!
¡Reza, que tu pobre padre
bendicirá tu plegaria
desde el cielo!
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