Nuevas castellanas (1905)

 

 

 

LA BALADA DE LOS TRES

I

Ayer por la tarde
se acabó la fiesta,
la de San Antonio,
que es la de mi aldea.

A incienso y a flores
olía la iglesia;
la casa, a membrillo;
la ropa, a camuesas;
las mozas, a vírgenes,
y a santas, las viejas.
¡Qué pronto se pasan
los días de fiesta!

Ahora está la niña
lavando en la vega,
y el alma le hieren
borrosas tristezas,
dolientes memorias,
ternuras patéticas...

Ya guardó en el arca
la ropita nueva,
la ropita limpia,
que huele a camuesas.
Tamboril y gaita
ya no la recrean,
ni de amor alegre
la sangre le llenan
los repiques duros
de las castañuelas,
lenguas de muchachos
que no tienen lengua
para hablar de amores
a las muchachuelas.
¡Qué sola está el alma!
¡Qué sola la vega!
¡Esta tarde se muere la niña,
se muere de pena!


II

El mozo está solo
regando la huerta;
la huerta está alegre;
la tarde, serena,
y al alma del mozo
le agobian tristezas.
¡Qué pronto se pasan
los días de fiesta!
¡Qué tristes las tristes
memorias que dejan!
Ya no luce el mozo
la voz en la iglesia,
ni en el ancho ejido
con los mozos juega,
ni a la tarde baila
con las muchachuelas,
ni a la noche ronda
la ventana estrecha
de la casa blanca
de la fiel morena.

En la vieja arcona
de la sala vieja
ya guardó su madre
la ropita nueva
con las cintas verdes
de las castañuelas
y el de cien colores
corbatín de seda...
¡Qué sola está el alma!
¡Qué triste la huerta!
¡Esta tarde se muere el muchacho,
se muere de pena!


III

Yo ya no soy mozo,
pero tengo penas
que parecen cosas
de la gente nueva.
Se me van muy pronto
los días de fiesta.
La misa cantada
y el juego en la era
y el baile en la plaza
de vida me llenan.

Esta tarde siento
mortales tristezas,
ansias dolorosas,
ternuras patéticas.
La tarde está sorda,
sin ruido la aldea,
desierta la plaza,
cerrada la iglesia:
y en la huerta, el mozo;
la moza, en la vega...
¡Yo, dos veces solo,
tengo una tristeza!...
¡Yo me muero también esta tarde,
me muero de pena!


 

 

 


 

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