Campesinas (1904)

 

 

 

Una nube

No hay posibles hogaño pa eso
-dijo el padre de ella;
y el del mozo exclamó pensativo:
"Pues entonces hogaño se deja
porque yo también ando atrasao
con tantas gabelas...
Que se casen al año que viene,
dispués de cosecha,
y hogaño entre dambos
le daremos tierra
pa que el mozo ya siembre pa ellos
esta sementera."
Y el mozo y la moza,
rojos de vergüenza,
lo escucharon humildes y mudos,
sin osar levantar la cabeza.


Y el mozo labraba,
derramaba las siete fanegas,
regaba su trigo
con sudor de la frente morena,
y en sus sueños lo vio muchas veces
maduro en las tierras,
cargado en el carro,
junto ya en las eras,
limpio ya en las trojes,
blanqueadas tres veces por ella...
¡Agosto lejano!
¿No vienes, no llegas?


Agosto ya vino;
su sol ya platea
los inmensos tablares de espigas
que doblándose henchidos revientan...
¡Qué hermosa la hoja!
¡Contento da verla!
¡Qué ondear tan suave a los ojos!
¡Qué música aquella,
la del choque de tantas espigas
que la brisa a compás balancea!
¡La brisa!... ¡La brisa!...
una tarde radiante y serena
sopló más caliente,
sopló con más fuerza,
humilló las espigas al suelo,
revolvió la tranquila alameda,
levantó remolinos de polvo,
trajo nubes negras
que azotaron al suelo con gotas
calientes y gruesas...

Se pusieron los valles oscuros,
se pusieron violáceas las sierras,
y fatídica, ronca, iracunda,
vengadora, cercana, tremenda,
zumbó la amaneza
vibró la centella,
que rayó con su látigo el vientre
de la nube cargada de piedra...
¡Y la nube en los campos inermes
derrumbó aquella carga siniestra!...


¡Qué triste la hoja!
¡Pena daba verla!
¡Ya no pueden los mozos casarse
cuando ellos quisieran!
¡Qué triste está el mozo!
¡Cómo llora ella!...
Y es bueno que esperen,
¡que no es firme el amor que no espera!

 

 

 


 

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