DOS NIDOS
Enfrente de mi casa
yace en ruinas
un viejo torreón de cuatro esquinas,
y en este viejo torreón derruido
tiene asentado una cigüeña el nido.
¡Y parece mentira, pero enseña
muchas cosas un nido de cigüeña!
Por el borde del nido
de mi cuento,
donde reina una paz que es un portento,
asoman el pescuezo noche y día
los zancudos cigüeños de la cría.
Cuando los deja la cigüeña madre,
trae alimentos el cigüeño padre,
y cuando con su presa ella regresa,
vuela el padre a buscarles otra presa;
y de este modo la zancuda cría
en banquete perenne pasa el día.
Estaba yo una tarde
distraído
desde mi casa contemplando el nido,
cuando del campo regresó cargada
la solícita madre apresurada.
Presentó con orgullo ante su cría
una culebra muerta que traía,
y mientras sus hijuelos la "trinchaban"
y, defendiendo la ración, luchaban,
reventaba la madre de contenta
mirándolos comer... ¡y estaba hambrienta!
¡Y cómo
demostraba su alegría
viendo el festín de su zancuda cría!
¡Qué graznidos, qué dulces aletazos
y qué cariñositos picotazos
les daba a aquellos hijos comilones
que estaban devorando sus raciones!
Al ver desde mi casa
aquella escena,
llena de amor y de ternura llena,
bendije al nido aquel, y, ¡lo confieso!,
estuve a punto de tirarle un beso.
Ahogué mi beso, pero tristemente
me dije por lo bajo de repente:
"¡Quizás haya en el mundo quien querría
convertirse en cigüeño de la cría!"
Cerca del viejo torreón
derruido
en donde está de la cigüeña el nido,
hay otro nido, pero nido "humano"
que habita la familia de un cristiano.
El mismo día
y a la misma hora
en que la escena aquella encantadora
del nido de la torre yo admiraba
y un beso con los ojos le enviaba,
del otro nido humano un rapazuelo
salía sollozando sin consuelo.
Una mujer de innoble catadura
salió tras la harapienta criatura,
cruzóle el rostro, la empujó hacia fuera,
metióse en casa y la dejó en la acera.
-¿Por qué
te echan de casa, rapazuelo?
-le dije al verlo, y contestó el chicuelo:
-Porque a pedir limosna había salido
y un poco pan "na" más hoy he traído,
y dinero me dice que le traiga,
y que vaya a buscarlo "ande" lo "haiga".
Alcé los ojos
sin querer al nido
del solitario torreón derruido,
y dije, contemplando aquella escena
y aquella madre cuidadosa y buena:
"Si este niño pensara, ¿no querría
convertirse en cigüeño de la cría?
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