DOLOR
I
Débil corazón
humano
que fuiste de dichas nido
y hoy te lamentas herido
por un destino tirano:
corazón que
en viejos días
viste un mundo todo amores,
una tierra toda flores
y un cielo todo alegrías;
corazón que
ayer cantabas
con musicales dulzuras
la canción de las venturas
que feliz paladeabas,
y hoy en doliente
clamor
dices que estás afligido,
que estás mortalmente herido
por el puñal del dolor;
corazón de
fe dormida
que gritas mirando al cielo:
"¡No hay duelo como mi duelo,
ni herida como mi herida!";
ruin corazón
pecador
que miras solo a ti mismo:
¿has medido tú el abismo
del más inmenso dolor?
II
Corazón poco
paciente:
¿ves la imagen dolorosa
que en procesión lacrimosa
conduce piadosa gente?
Abre el alma a los
fulgores
de aquella enlutada estrella:
¿tú sabes quién es aquella?
¡La Virgen de los Dolores!
¿Sabes la
divina historia
de aquella que es madre tuya?
Hízola Dios Madre suya;
¿pudo Dios darle más gloria?
¿Habrá
semejante amor
al que con hondas ternuras
sintió en sus entrañas puras
la Madre del Redentor?
¿Puede tu
mente alcanzar,
ni en sueños puede haber visto
lo que la Madre de Cristo
pudo a Cristo Dios amar?
Entonces, ¿cómo
medir
la inmensa hondura insondable
del dolor inenarrable
de ver al Hijo morir?
Verlo vilmente azotado,
horriblemente escupido,
despiadadamente herido,
bárbaramente clavado;
verlo Mártir
del Amor
de la ruin humanidad
y ver nuestra iniquidad,
¿cabe tormento mayor?
Pues esos desgarradores
duelos jamás bien contados,
sufrió por nuestros pecados
la Virgen de los Dolores.
Corazón de
fe dormida
que a Dios, gritando, mostrabas
la sangre que derramabas
de tu levísima herida:
mira esos siete
raudales
que de esas entrañas puras
derraman las puntas duras
de siete agudos puñales.
Sabe la santa ambrosía
que en este abismo se encierra
y adora, rodilla en tierra,
¡los dolores de María!
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